FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
Foto: EFE
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Digámoslo pronto: el ganadero salmantino Moisés Fraile Martín
echó ayer en Sevilla una buena corrida de toros, cinqueños, casi todos. Se
entiende en conjunto, porque los matices se intentarán explicar en las líneas
subsiguientes; pero si de cinco toros (con
los dos hierros de la casa) que pasaron por la espada de sus matadores,
cuatro ofrecen el triunfo en bandeja es para que el bueno de Moisés vuelva para sus
predios familiares con el regusto de haber paladeado la buena ración de bravura
y nobleza que esparcieron sobre el ruedo de la Maestranza unos ejemplares
timbrados con el sello de los dos encastes que maneja.
Se hace necesario hacer hincapié en el toro jugado en tercer lugar, «Niñito» de nombre, retinto de pelo,
alto de agujas, como corresponde al perfil anatómico característico de aquellos
“domecq” que criara el celebérrimo Raboso
en los encinares de la Salamanca más occidental, antes de que pasaran a los
dominios de la familia “frailera”. Un
toro de bandera, al que ignoro el por qué solo se le premió con una cerrada
ovación en el arrastre. De galope suave y templado, el tal «Niñito» se desplazó en pos de los utensilios de torear repitiendo
incansable los viajes, como si los fueran a prohibir. Sale al ruedo este «Niñito» en mis tiempos de niño y
alguien diría que era una “perita en
dulce”, que es frase muy repetida en la vieja Castilla para escenificar con
acento repostero la boyantía. David Mora, naturalmente, se percató en
seguida del premio gordo que le había correspondido en el sorteo mañanero, y a
fe que lo toreó de capa con verónicas mecidas y “mentoneras”, para después, arrebatado y henchido de gozo, pasarlo
de muleta con series de pases en redondo y naturales largos, un punto presuroso
el torero por torear, cuanto antes mejor, aquél torrente de bravura y nobleza.
Eso fue, quizá, lo que le sobró a la faena, premura. A David Mora le
ocurrió lo que al glotón que devora un manjar: no acaba de paladearlo por el ansia que predomina en la ingesta. No
obstante, su actuación en este toro es, probablemente, la más notable de
cuantas se han llevado a cabo en esta feria de Sevilla, tan especial y tan trascendente,
por los motivos de sobra conocidos. Le pidieron la segunda oreja, pero el presidente
la negó, a pesar de prosopopeya con que preparó la postrera ración de manoletinas,
con sabor “mondeñino”. El toro, desde
luego, era de triunfo gordo. En cambio, el último de la corrida fue el más
esaborío del sabroso plato servido por don Moisés. Incierto, inhumillado
y buscón en los primeros pasajes de la lidia, el toro de El Pilar vendió carísimas las
embestidas. David le plantó cara, dejando inteligentemente espacios entre los cites, y
acabó dominando la situación, incluso llegando a cuajar una excelente –e impensable– serie de naturales. Muy meritoria
la labor del toreo, y muy sabia la respuesta de los aficionados sevillanos, tributándole
una cerrada ovación cuando despenó al toro de una estocada, de la que salió
prendido y rebotado. Este torero se va de Sevilla con los deberes hechos y
buena nota.
Miguel Abellán tiró de oficio para
solventar los problemas que le planteó el sobrero de Jandilla que abrió el festejo, un toro que se puso farruco y
acudió a los cites rebrincado, calamocheante y con afán desarmador. Miguel
lo toreó en línea con solvencia de
veterano. Ni ganó ni perdió en el envite. El negro engatillado que lidió
en cuarto lugar llevaba el hierro que Moisés utiliza para señalar al
ganado de la línea “lisarda”, tan
tradicional en el Puerto de la Calderilla.
Lástima que le infligieran al animal un durísimo castigo en varas y fuera perdiendo fuelle
progresivamente; antes, Abellán le bordó un torerísimo comienzo de
faena; después, mucha porfía y poca sustancia.
Manuel Escribano ha echado una feria con
vitola de torero principal en el engranaje de la cartelería. Vitola que se ganó
limpiamente por su meritísima actuación ante la miurada del año anterior y que le ha servido para saltar al primer
plano de la actualidad taurina. Nadie le negará la ambición y la entrega que se
traslucen en su deambular por el ruedo ante los toros, a los que,
invariablemente, espera a la puerta de chiqueros, coloca banderillas, torea y
mata con un entusiasmo que llega a contagiar a quienes se instalan en el
graderío. Ayer volvió a dejar constancia de este rosario de virtudes, a las que
añade un plausible afán por desmayar los brazos y “sentirse” en lances y muletazos. Su primer toro, con el hierro de Moisés
Fraile, fue bravo, de franca
embestida. Cada “toque” que
daba el torero con los engaños encontraba la noble repuesta del toro, buscando
los vuelos de la tela y yendo hasta el
final de las suertes. Con todo y con eso, habrá que convenir, escuetamente, que
Escribano estuvo valiente y digno. Más aún en su actuación ante el
quinto, de El Pilar, un
hermoso toro que repartía bien en su esqueleto los 619 kilos de carne brava. Otro buen toro que se fue
apagando en el tercio final, lo cual hizo que presidiera la cosa un punto de
sosería. También le aplaudieron cariñosamente; y es que este Manuel de
Gerena, tiene gancho entre su gente.
Sevilla, feria de Abril. 10ª de abono. Ganadería: cuatro toros de El
Pilar, de correcta presentación, más cuajados los tres primeros; primero devuelto por flojo y
sustituido por otro de Jandilla, largo y alto, geniudo y difícil; tercero,
bravo, noble y repetidor, un gran toro;
quinto, de bellísima estampa, bravo también, pero apagado en la muleta, y
sexto, el de menos cuajo, incierto y huidizo,
que desarrolló sentido. Dos de Moisés Fraile, segundo, de viaje franco y largo
recorrido, y cuarto, muy sangrado en
varas, pero de boyante embestida. En conjunto, una notable corrida de toros,
con sobresaliente para el ya referido
jugado en tercer lugar.
Miguel Abellán (de blanco y plata), espadazo atravesado, media y descabello (Silencio) y estocada que asoma, media y descabello (Silencio); Manuel Escribano (de nazareno y oro), estocada trasera y cuatro descabellos (Aviso y silencio) y casi entera trasera y desprendida (Ovación); David Mora (de fucsia y oro), Estocada trasera y desprendida (Oreja) y pinchazo y estocada (Gran ovación).
Entrada: Dos tercios. Incidencias: tarde de sofocante calor.
Miguel Abellán (de blanco y plata), espadazo atravesado, media y descabello (Silencio) y estocada que asoma, media y descabello (Silencio); Manuel Escribano (de nazareno y oro), estocada trasera y cuatro descabellos (Aviso y silencio) y casi entera trasera y desprendida (Ovación); David Mora (de fucsia y oro), Estocada trasera y desprendida (Oreja) y pinchazo y estocada (Gran ovación).
Entrada: Dos tercios. Incidencias: tarde de sofocante calor.
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