viernes, 9 de mayo de 2014

LA PLUMA INVITADA: David Mora hace los deberes y saca nota


FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
Foto: EFE

Digámoslo pronto: el ganadero salmantino Moisés Fraile Martín echó ayer en Sevilla una buena corrida de toros, cinqueños, casi todos. Se entiende en conjunto, porque los matices se intentarán explicar en las líneas subsiguientes; pero si de cinco toros (con  los dos hierros de la casa) que pasaron por la espada de sus matadores, cuatro ofrecen el triunfo en bandeja es para que el  bueno de Moisés vuelva para sus predios familiares con el regusto de haber paladeado la buena ración de bravura y nobleza que esparcieron sobre el ruedo de la Maestranza unos ejemplares timbrados con el sello de los dos encastes que maneja.

Se hace necesario hacer hincapié en el toro jugado en tercer lugar, «Niñito» de nombre, retinto de pelo, alto de agujas, como corresponde al perfil anatómico característico de aquellos “domecq” que criara el celebérrimo Raboso en los encinares de la Salamanca más occidental, antes de que pasaran a los dominios de la familia “frailera”. Un toro de bandera, al que ignoro el por qué solo se le premió con una cerrada ovación en el arrastre. De galope suave y templado, el tal «Niñito» se desplazó en pos de los utensilios de torear repitiendo incansable los viajes, como si los fueran a prohibir. Sale al ruedo este «Niñito» en mis tiempos de niño y alguien diría que era una “perita en dulce”, que es frase muy repetida en la vieja Castilla para escenificar con acento repostero la boyantía. David Mora, naturalmente, se percató en seguida del premio gordo que le había correspondido en el sorteo mañanero, y a fe que lo toreó de capa con verónicas mecidas y “mentoneras”, para después, arrebatado y henchido de gozo, pasarlo de muleta con series de pases en redondo y naturales largos, un punto presuroso el torero por torear, cuanto antes mejor, aquél torrente de bravura y nobleza. Eso fue, quizá, lo que le sobró a la faena, premura. A David Mora le ocurrió lo que al glotón que devora un manjar: no acaba de paladearlo por  el ansia que predomina en la ingesta. No obstante, su actuación en este toro es, probablemente, la más notable de cuantas se han llevado a cabo en esta feria de Sevilla, tan especial y tan trascendente, por los motivos de sobra conocidos. Le pidieron la segunda oreja, pero el presidente la negó, a pesar de prosopopeya con que preparó la postrera ración de manoletinas, con sabor “mondeñino”. El toro, desde luego, era de triunfo gordo. En cambio, el último de la corrida fue el más esaborío del sabroso plato servido por don Moisés. Incierto, inhumillado y buscón en los primeros pasajes de la lidia, el toro de El Pilar vendió carísimas las embestidas. David le plantó cara, dejando  inteligentemente espacios entre los cites, y acabó dominando la situación, incluso llegando a cuajar una excelente –e  impensable– serie de naturales. Muy meritoria la labor del toreo, y muy sabia la respuesta de los aficionados sevillanos, tributándole una cerrada ovación cuando despenó al toro de una estocada, de la que salió prendido y rebotado. Este torero se va de Sevilla con los deberes hechos y buena nota.

Miguel Abellán tiró de oficio para solventar los problemas que le planteó el sobrero de Jandilla que abrió el festejo, un toro que se puso farruco y acudió a los cites rebrincado, calamocheante y con afán desarmador. Miguel lo toreó en línea con solvencia de  veterano. Ni ganó ni perdió en el envite. El negro engatillado que lidió en cuarto lugar llevaba el hierro que Moisés utiliza para señalar al ganado de la línea “lisarda”, tan tradicional en el Puerto de la Calderilla. Lástima que le infligieran al animal un durísimo  castigo en varas y fuera perdiendo fuelle progresivamente; antes, Abellán le bordó un torerísimo comienzo de faena; después, mucha porfía y poca sustancia.

Manuel Escribano ha echado una feria con vitola de torero principal en el engranaje de la cartelería. Vitola que se ganó limpiamente por su meritísima actuación ante la miurada del año anterior y que le ha servido para saltar al primer plano de la actualidad taurina. Nadie le negará la ambición y la entrega que se traslucen en su deambular por el ruedo ante los toros, a los que, invariablemente, espera a la puerta de chiqueros, coloca banderillas, torea y mata con un entusiasmo que llega a contagiar a quienes se instalan en el graderío. Ayer volvió a dejar constancia de este rosario de virtudes, a las que añade un plausible afán por desmayar los brazos y “sentirse” en lances y muletazos. Su primer toro, con el hierro de Moisés Fraile, fue bravo, de franca  embestida. Cada “toque” que daba el torero con los engaños encontraba la noble repuesta del toro, buscando los vuelos de la  tela y yendo hasta el final de las suertes. Con todo y con eso, habrá que convenir, escuetamente, que Escribano estuvo valiente y digno. Más aún en su actuación ante el quinto, de El Pilar, un hermoso toro que repartía bien en su esqueleto los 619 kilos de  carne brava. Otro buen toro que se fue apagando en el tercio final, lo cual hizo que presidiera la cosa un punto de sosería. También le aplaudieron cariñosamente; y es que este Manuel de Gerena, tiene gancho entre su gente.

Sevilla, feria de Abril. 10ª de abono. Ganadería: cuatro toros de El Pilar, de correcta presentación, más cuajados los tres  primeros; primero devuelto por flojo y sustituido por otro de Jandilla, largo y alto, geniudo y difícil; tercero, bravo, noble y  repetidor, un gran toro; quinto, de bellísima estampa, bravo también, pero apagado en la muleta, y sexto, el de menos cuajo,  incierto y huidizo, que desarrolló sentido. Dos de Moisés Fraile, segundo, de viaje franco y largo recorrido, y cuarto, muy  sangrado en varas, pero de boyante embestida. En conjunto, una notable corrida de toros, con sobresaliente para el ya referido  jugado en tercer lugar. 
Miguel Abellán (de blanco y plata), espadazo atravesado, media y descabello (Silencio) y  estocada que asoma, media y descabello (Silencio); Manuel Escribano (de nazareno y oro), estocada trasera y cuatro  descabellos (Aviso y silencio) y casi entera trasera y desprendida (Ovación); David Mora (de fucsia y oro), Estocada trasera y  desprendida (Oreja) y pinchazo y estocada (Gran ovación). 
Entrada: Dos tercios. Incidencias: tarde de sofocante calor.

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