domingo, 4 de mayo de 2014

CORRIDA DEL DOS DE MAYO EN MADRID - Heroicos Ferrera y Urdiales

El viento y los duros mansos de los Lozanos hicieron de la tarde una batalla; el riojano dio una meritoria vuelta al ruedo con sabor a oreja.
Diego Urdiales
ZABALA DE LA SERNA
Fotos: EFE

Frente a la invasión de los armados y duros mansos cinqueños de Lozano Hermanos y las hordas en oleadas del viento, Antonio Ferrera y Diego Urdiales apretaron los dientes como los paisanos de aquel histórico Dos de Mayo ante la apabullante superioridad del ejército francés. Tremendo el mérito de una batalla callejera en la que un vendaval traicionero se entrometía y levantaba capotes y muletas. La masacre no se produjo en el ánimo de los veteranos toreros por sitio, convicción y redaños. Es más: la victoria total no se dio por la colocación de las espadas, pero sí la moral. Heroicos Ferrera y Urdiales.

Diego Urdiales se quedó a las mismas puertas de la conquista de la oreja de un toro viejo de terrorífico garfio derecho; la vuelta al ruedo supo a trofeo mayor. Las verónicas compuestas de saludo, con la larguísima estructura del funo pasando por allí a su aire, se convirtieron en carta de presentación. El toro apretó en banderillas hacia los adentros como una carga de caballería contra una pared. Para fortuna de Acevedo, Antonio Ferrera ocupaba su puesto perfectamente colocado para el quite.

Urdiales brindó a Joselito con el Dos de Mayo glorioso del 96 en el recuerdo. El viento no paraba de enredear en la pequeña muleta del riojano desde el prólogo de la faena. Para sorpresa, el toro, precisamente por la temible daga derecha, ofrecía a su altura ciertas opciones. Sólo que para llegar a explorarlas había que dejárselo venir, y siempre parecía que se venía como por fuera de la muleta, sin estar en ella, nunca metido. El torero de concentrado valor le consintió mucho en tres derechazos, antes de que un tirón descompusiese la cosa. Y vuelta a empezar en otros tres redondos que se iniciaban con el suspense de la media distancia. De repente, un derrote, un desarme, una violencia inesperada. Y de nuevo la exposición para remontar. Ni un zapatillazo, allí plantado. Por el izquierdo el toro ya era un cabrón desatado. Otro trío de derechazos para subir la temperatura, y el acero que se desprendió o la pañolada que no cuajó.

Bárbaro también anduvo Antonio Ferrera con un cuarto ensillado de bastas mazorcas. Por el pecho le rondaban siempre las puntas. Planteó la faena en los terrenos donde menos molestaba el viento, entre el «1» y «10», lo que no quiere decir que no inquietase. Un trincherazo como un destello entre las dobladas y la derecha puesta y dispuesta. Pero fue la izquierda -¡Dios mío, la zurda con ese vendaval!- la que despegó la embestida: el mulo obedecía y descolgaba más. Ferrera ligó, pisó terrenos de fuego, se quedó y vació obligados de pecho de taquicardia. Adentrado en la jungla de la faena le ganó el pitón contrario y se atrevió incluso con un circular invertido. Un aviso demasiado puntual ante tanto esfuerzo se adornó con otro por la tardanza en morir de la bestia. Injusto marcador.

Ya Ferrera había lidiado con un manso huidizo que topaba con brusquedad en los albores de la tarde. Nada como el buey de casi 600 kilos que se rebotaba de caballo a caballo y que parecía que se sacudiría a Urdiales en una de sus distracciones.

Arturo Saldívar sorteó el toro más bajo de la corrida, que quedó como soso en sus arrítmicos y cortos viajes. Ganas de subirse al siguiente avión para México le darían a Saldívar al ver al último manso camino de los seis años y con un velamen que cortaba a arreones el frío viento de las nueve de la noche. / Diario El Mundo de España

FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Viernes, 2 de mayo de 2014. Corrida Goyesca. Unas 10.000 personas. Toros de Lozano Hermanos y El Cortijillo (3º y 4º); todos cinqueños, muy serios en sus distintas hechuras, fuera de tipo algunas; manso y brusco topón el montado 1º; complicado por el izquierdo un largo 2º, algo más asequible por el derecho; rajado de medias embestidas el bajo 3º; un mulo imponente pero obediente el 4º; gigantesco el buey 5º; de tremendo aparato un 6º que se movió a arreones hasta pararse.
Antonio Ferrera, de blanco y pasamanería azabache. Pinchazo, media estocada perpendicular y 10 descabellos (silencio). En el cuarto, estocada caída y descabello. Dos avisos (saludos).
Diego Urdiales, de rioja y pasamanería blanca. Estocada caída y algo tendida. Aviso (petición y vuelta al ruedo). En el quinto, estocada atravesada (silencio).
Arturo Saldívar, de verde botella bordado en oro. Pinchazo hondo tendido y dos descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, estocada pasada y dos descabellos (silencio).
Arturo Saldívar

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