Cuatro
orejas y rabo en San Felipe este domingo
Valenzuela, un torero que pide “a gritos” las oportunidades que el caduco concepto del empresariado taurino venezolano le ha negado. Foto: José León |
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Tarde de completa entrega la que ha
demostrado, sin dejar escapar ninguna opción al triunfo, por parte del diestro
valenciano Eduardo Valenzuela, en el que fue el cierre de la Feria de Mayo, en
la ciudad de San Felipe. El coleta en mención ha desorejado el par de astados en
dos trasteos de variado repertorio y en especial, ambas rematadas con el acero,
lo que a la postre le ha valido el ser considerado como el máximo triunfador del
serial.
Abrió festejo el veterano espada Javier Cardozo,
quien se ha jactado de dejar los mejores momentos de su actuación sobre la mano
izquierda, en series de largo trazo que lamentablemente fueron emborronados por
el uso del acero. En su segundo, más certero con la tizona, y nuevamente
teniendo la zocata como fundamento de su faena, pudo cortar una oreja, ante el
fervor de los presentes.
Valenzuela ha pasado como un huracán de
emociones. Su primera faena tuvo en el alegre recibo con el percal atisbo de lo
que vendría luego en banderillas y muleta; un corolario de suertes, aprovechando
a plenitud las bondades del astado, por ambos pitones. El certero volapié, casi
entero, sin puntilla, desató la pañolada que sin inmutarse manifestó el palco. Ante
el que cerró plaza, un burel de complicada embestida, supo domeñarle primero y
luego lucirle, en tandas tanto por la diestra y siniestra que contaron con la
entrega unánime del soberano, que incluso le costaría una espectacular
voltereta de la que se repuso afortunadamente sin consecuencias. Nuevamente la
receta toricida efectiva y sin puntilla, para la solicitud de los máximos
trofeos que la presidencia fiestera consideró en conceder.
En el intermedio del festejo actuó el
rejoneador Francisco Javier Rodríguez, quien el sábado en este mismo ruedo había salido a hombros en loor de
multitudes. Esta vez no pudo ser, pues el morlaco se aquerenció en tablas al
sentir los hierros, lo que aunado a su escaso recorrido, hizo que su lidia
fuera laboriosa y escasamente lúcida. Tras dos viajes con la hoja de peral,
echó pie a tierra y de certero golpe con el verduguillo le despachó.
En resumen el balance del festejo fue el
siguiente: Lleno de “no hay billetes” en los tendidos del destartalado coso portátil
La venezolana, para la lidia de cuatro toros del hierro de Campolargo (uno para
rejones) y uno de Rancho Alegre, correctos de presencia y dispar juego en su
conjunto. Javier Cardozo, palmas y oreja. Eduardo Valenzuela, dos orejas y dos
orejas y rabo. Francisco Javier Rodríguez, palmas tras aviso. En banderillas
destacó el subalterno Salvador Moreno, y en varas, René Quintana.
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