El torero de Gerena da la única vuelta al ruedo tras negarle el palco
una oreja con dudoso criterio y brilla con el capote con el quinto toro de la corrida de
Jandilla-Vegahermosa, que siendo noble careció de fondo.
ZABALA DE LA SERNAFotos: EFE
No se sabe a ciencia cierta si Manuel Escribano pagó ser del
Sevilla Fútbol Club. Pero el caso es que la banda le racaneó la música y el
presidente, una oreja. Escribano se decantó con el brindis a José
Castro, presidente en libertad de sus colores, y ya las facciones béticas
de la afición murmuraron por lo bajini o no tanto. Al final allí se pusieron
todos de acuerdo, menos el palco: don Gabriel Fernández Rey quizá se
agarró, hablando en serio, a los centímetros de caída de la espada, porque la
pañolada se hacía mayoritaria y, en estos supuestos, la Ley Taurina se interpreta
según los días: de levante, pares, y de poniente, nones. Debía soplar poniente
porque fueron nones y hacía un calor desértico. A uno que viaja por todas las
ferias de España como los turroneros, las putas y los carteristas, las tardes
posteriores a las corridas de rejones, cuando las orejas se dan a espuertas con
que se hundan los rejones en lo negro, le parecen un agravio comparativo. El
último domingo mismamente en la Maestranza con un marcador de cinco, una manita
de 'peludas'.
En ese ni tuya ni mía que podría sostenerse hasta la eternidad con el
señor Rey, yo sí la hubiera concedido a Manuel Escribano, que se fue a
portagayola, lanceó con lucimiento, banderilleó con especial mérito al quiebro
y además toreó con tempo, sitio y pulso por la mano izquierda a un aleonado jandilla que lucía dos puntas como no
ven los caballeros rejoneadores ni en las
películas de Cañero. Que por qué no siguió por esa mano
deletreando el toreo al natural es otra cuestión. A lo peor por provocar al
maestro de la batuta ciega en sones de largos derechazos, muy avanzada la
faena, que precisamente fue cuando arrancó el pasodoble. El toro, paradote pero
notable, respondió al planteamiento de más espacio y menos amontonamiento
mejor. O sea cuando el torero de Gerena desgranó naturales muy despacio. A
últimas quiso volver, pero ya el toro lo había dado todo. La vuelta al ruedo se convirtió en premio de
ley, que digo don Gabriel que con el palmarés de feria que se presiente
tampoco habría pasado nada.
Por si había duda de su ambición, Manuel Escribano marchó de
nuevo a portagayola, o donde interpreta que es la suerte: casi en la boca de
riego. Lo que sorprendió, más allá de la larga cambiada o del extraño fugaz del
toro, fue la manera de torear a la verónica con los brazos absolutamente
dormidos, yertos, caídos, mecido el lance. Una lentitud pasmosa también en la templadísima
embestida del perfecto jandilla de Vegahermosa. ¡Ay, si dura! ¡Qué hechuras y qué manera de colocar la cara! Pero
el mal general de la corrida de Borja Domecq, se resumió en el fondo, el
motor, la duración, lo que algún cursi llamaría la durabilidad. Escribano
enganchaba los viajes con la muleta al hocico, mas a aquella ensoñación de
toro, humillado por los flecos, se le hizo demasiado pese a los tiempos muertos
que extendieron la tarde.
Al síndrome de persianas bajadas de los nobles jandillas se le sumó el síndrome de Sevilla que sufre Sebastián
Castella yle pesa como una losa.
Cuesta entender que un tipo que viene toreando con la izquierda extraordinariamente
bien, como ha demostrado en Valencia o Castellón tarde un mundo y parte del
otro en ofrecérsela al cornalón, cariavacado y frágil cuarto que embestía por esa mano como aparentaba, como
una vaca vieja. Puede que los inicios fueran mejores que los finales, pero, coño,
vaya usted a comparar con el bruto cuajado de sorda guasa, siempre punteando,
apoyado y frenado en las manos, que se despachó como aperitivo. La espada no le
falló como tampoco su cuadrilla.
Lo cierto es que el acero respondió a los matadores. También a Iván
Fandiño, torpón y enredado en sus quites a los toros de Escribano. El último, de noble pitón
derecho antes de cerrar la tienda, que al menos le dio las opciones que le negó
el anterior, demostró lo que un compañero sostiene: que Fandiño cita con
el palillo de la muleta más que con los vuelos. Pena de progresión.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de la Maestranza. Lunes, 5 de mayo de 2014. Séptima de abono.
Bastante menos de tres cuartos de entrada. Toros de Jandilla y Vegahermosa, serios
por delante, de diferentes hechuras; cuajado un hondo 1º que reponía con guasa
sobre las manos; paradote pero bueno el
redondo 2º; rajado y sin poder el más fino 3º; cornalón y cariavacado un frágil
4º de buen pitón izquierdo; de armónicas
líneas un templadísimo 5º que se desfondó; bueno por el derecho el bizco 6º
también sin rematar.
Sebastián Castella, de caña y oro. Estocada un punto pasada (silencio). En el cuarto,
estocada trasera y descabello. Aviso
(silencio).
Manuel Escribano, de azul turquesa y oro. Estocada desprendida y fulminante (petición y
vuelta al ruedo). En el quinto, estocada
trasera (saludos).
Iván Fandiño, de azul marino y oro. Estocada algo atravesada (silencio). En el
sexto, espadazo. Aviso (silencio).
Sebastián Castella |
Iván Fandiño |
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