domingo, 25 de mayo de 2014

FERIA DE SAN ISIDRO – DECIMOTERCER FESTEJO DE ABONO: Batacazo del Morante Tour y su autobús

Formidable petardo del torero de la Puebla con una corrida elegida, fea y mansa de Montalvo; un descarado Alejandro Talavante bordeó un importante triunfo con el mejor toro.
Alejandro Talavante

ZABALA DE LA SERNA
Fotos: EFE

El Tour Morante 2014 se estrelló con todo el autobús a cuestas en la principal estación. Un batacazo de siniestro total. El eslogan de 'El Arte no tiene miedo' se convirtió en motivo de chanza, mofa y cabreo: «¡Ni vergüenza!». La estrategia falló desde las bambalinas en el séptimo acontecimiento de los 30 programados, un estrepitoso fracaso de diseño en la temporada diseñada: la corrida de Montalvo, movida, altona, zancuda, horrible por resumir, se cayó con todo el equipo del mánager Antonio Barrera, que tiene para el toro el mismo gusto que cuando toreaba: ninguno. Una cuerda de toros contrahechos, destartalados, de arquitectura en cuesta arriba, sin cuello algunos, agalgados, en las antípodas de la corrida que Juan Ignacio Pérez Tabernero lidió en Sevilla.

El arte de Morante se congeló como la tarde, se encogió con el viento y los mansos, y finalmente se descompuso con el infumable cuarto, montado, largo y parado en su salida invertida cuando pisó el ruedo. Del frenazo que le pegó al genio de la Puebla con el capote casi lo mete dentro del callejón. Ni por aquí ni por allá. A huir. 'La graciosa huida', que escribió Pepe Alameda, pero despavorida. Hasta tres puyazos a saco ordenó el matador darle al bicharraco, el último en la querencia; el anterior hasta los mismos medios. No había ni por donde meterle mano con la muleta y la espada de verdad ya armada desde el minuto uno. La campaña de marketing, la publicidad osada, la presentación de discoteca, el humo y el sofá, de repente todo se le volvió en contra a Morante de la Puebla. A sartenazo limpio intentaba el hombre darle mulé al toraco encampanado aún y con la boca cerrada. La bronca se desató como el airazo, pero sin la tempestad de otros tiempos pasados, cuando hubieran prendido fuego hasta los cimientos de la plaza. Finalmente Morante descabelló a la última. Un bochorno.

Ya con el anterior montalvo sin cuello, abierto de cara y desfondado, con poco o nada por hacer, no hubo estructura de faena: dos trincherazos, la mano izquierda que no era, un ayudado por alto para pasar a la derecha, Eolo que lo mantenía arrinconado entre las rayas. Una verónica quedó como recuerdo por el pitón izquierdo, cuando todo aún eran promesas. No pasa nada. Como tampoco ha pasado con las cinco broncas cosechadas en Aguascalientes, los tres toros que se ha dejado vivos en la campaña americana, la espantada de Zaragoza, el veto a Sevilla, el veto a Manolo Molés... Aquí no passssa nada, que diría Antonio Burgos. A la salida algunos aficionados buscaban el autobús de Morante para volcarlo, pero Barrera ya se lo había llevado camino de la próxima parada. Le pega a su indumentaria hacerse con el volante en cuanto se calce una gorrilla con permiso de don Alberto Bailleres.

Los redaños sobre la mesa los puso Alejandro Talavante desde el momento en que dibujó un quite por chicuelinas. Y luego con la izquierda con el toro mejor hechurado de todos, huidizo pero con una capacidad encastada para humillar y tomar los vuelos desde los capotes. Talavante marchó a los medios y allí cuajó momentos extraordinarios, muy descarado, muy torero, con la derecha y con la izquierda superior más cerca de toriles. Entre el «6», las afueras y los chiqueros se fugaba el montalvo, que cuando metía la cara lo hacía por abajo con verdadera codicia. Si llega a conseguir enredarlo y cerrarle las puertas del campo se cae la plaza más de lo que ya lo hacía con su muñeca suelta, su encaje y su decisión. El ambiente se había cuajado de olor a triunfo, pero Alejandro se precipitó con la espada a toro arrancado. La oreja se esfumó y le escatimaron una vuelta al ruedo de auténtica ley. Tampoco se arredró con el buey y basto sexto hasta que se rajó.

Finito tiró de oficio con sus toros mal enlotados. El devuelto y descoordinado cuarto además de carecer de todo trapío tenía el lomo quebrado y una descoordinación peor que la estrategia morantista. El sobrero de Cuvillo fue un zapato de redondas armonías que todo lo hizo sobre las manos hasta pararse. Y el que abrió plaza se movió engañosamente, gazapón y sin humillar. Ayer el petardo no fue del Fino. Llevaba el sello de Morante Tour 2014. Y su autobús.

FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Jueves, 22 de mayo de 2014. Décimo tercera de feria. Lleno de «no hay billetes». Toros de Montalvo, cinqueños los cinco primeros, de muy distintas hechuras, serios por delante, muy movidos y feos en conjunto; de engañosa movilidad un 1º alto de cruz y zancudo; manso y desfondado un 2º muy abierto de cara y de poco cuello; bien hecho un 3º muy suelto pero encastado y humillador; sin trapío y descoordinado el devuelto 4º; un 5º agalgado, manso infumable; el 6º fue un basto buey rajado; y un sobrero de Núñez del Cuvillo (4º bis), bajo y de redonda armonía, rebrincado y frenado hasta pararse.
Finito de Córdoba, de azul añil y plata. Pinchazo, estocada caída y descabello. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y cuatro descabellos (silencio).
Morante de la Puebla, de azul marino y oro. Pinchazo, sartenazo pescuecero y 11 descabellos. Aviso (algunos pitos). En el quinto, cinco pinchazos en huida y descabello (gran bronca).
Alejandro Talavante, de nazareno y oro. Media estocada muy defectuosa a toro arrancado y dos descabellos (saludos). En el sexto, tres pinchazos y estocada pasada y rinconera (ovación de despedida).
Morante de la Puebla... El Arte no tiene Verguenza
Finito de Córdoba

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