Formidable petardo del torero
de la Puebla con una corrida elegida, fea y mansa de Montalvo; un descarado
Alejandro Talavante bordeó un importante triunfo con el mejor toro.
Alejandro Talavante |
ZABALA DE LA SERNA
Fotos: EFE
El Tour Morante 2014 se estrelló con todo el
autobús a cuestas en la principal estación. Un batacazo de siniestro total. El
eslogan de 'El Arte no tiene miedo'
se convirtió en motivo de chanza, mofa y cabreo: «¡Ni vergüenza!». La estrategia falló desde las bambalinas en el
séptimo acontecimiento de los 30 programados, un estrepitoso fracaso de diseño
en la temporada diseñada: la corrida de Montalvo,
movida, altona, zancuda, horrible por resumir, se cayó con todo el equipo del
mánager Antonio Barrera, que tiene para el toro el mismo gusto que
cuando toreaba: ninguno. Una cuerda de toros contrahechos, destartalados, de
arquitectura en cuesta arriba, sin cuello algunos, agalgados, en las antípodas
de la corrida que Juan Ignacio Pérez Tabernero lidió en Sevilla.
El arte de Morante se congeló como la
tarde, se encogió con el viento y los mansos, y finalmente se descompuso con el
infumable cuarto, montado, largo y parado en su salida invertida cuando pisó el
ruedo. Del frenazo que le pegó al genio de la Puebla con el capote casi lo mete
dentro del callejón. Ni por aquí ni por allá. A huir. 'La graciosa huida', que escribió Pepe Alameda, pero
despavorida. Hasta tres puyazos a saco ordenó el matador darle al bicharraco,
el último en la querencia; el anterior hasta los mismos medios. No había ni por
donde meterle mano con la muleta y la espada de verdad ya armada desde el
minuto uno. La campaña de marketing, la publicidad osada, la presentación de
discoteca, el humo y el sofá, de repente todo se le volvió en contra a Morante de la Puebla. A sartenazo
limpio intentaba el hombre darle mulé al toraco encampanado aún y con la boca
cerrada. La bronca se desató como el airazo, pero sin la tempestad de otros
tiempos pasados, cuando hubieran prendido fuego hasta los cimientos de la
plaza. Finalmente Morante descabelló a la última. Un bochorno.
Ya con el anterior montalvo sin cuello, abierto de cara y desfondado, con poco o nada
por hacer, no hubo estructura de faena: dos trincherazos, la mano izquierda que
no era, un ayudado por alto para pasar a la derecha, Eolo que lo mantenía arrinconado entre las rayas. Una verónica
quedó como recuerdo por el pitón izquierdo, cuando todo aún eran promesas. No
pasa nada. Como tampoco ha pasado con las cinco broncas cosechadas en
Aguascalientes, los tres toros que se ha dejado vivos en la campaña americana,
la espantada de Zaragoza, el veto a Sevilla, el veto a Manolo Molés...
Aquí no passssa nada, que diría Antonio Burgos. A la salida algunos
aficionados buscaban el autobús de Morante para volcarlo, pero Barrera
ya se lo había llevado camino de la próxima parada. Le pega a su indumentaria
hacerse con el volante en cuanto se calce una gorrilla con permiso de don Alberto
Bailleres.
Los redaños sobre la mesa los puso Alejandro
Talavante desde el momento en que dibujó un quite por chicuelinas. Y luego
con la izquierda con el toro mejor hechurado de todos, huidizo pero con una
capacidad encastada para humillar y tomar los vuelos desde los capotes. Talavante
marchó a los medios y allí cuajó momentos extraordinarios, muy descarado, muy
torero, con la derecha y con la izquierda superior más cerca de toriles. Entre
el «6», las afueras y los chiqueros
se fugaba el montalvo, que cuando
metía la cara lo hacía por abajo con verdadera codicia. Si llega a conseguir
enredarlo y cerrarle las puertas del campo se cae la plaza más de lo que ya lo
hacía con su muñeca suelta, su encaje y su decisión. El ambiente se había
cuajado de olor a triunfo, pero Alejandro se precipitó con la espada a
toro arrancado. La oreja se esfumó y le escatimaron una vuelta al ruedo de
auténtica ley. Tampoco se arredró con el buey y basto sexto hasta que se rajó.
Finito tiró de
oficio con sus toros mal enlotados. El devuelto y descoordinado cuarto además
de carecer de todo trapío tenía el lomo quebrado y una descoordinación peor que
la estrategia morantista. El sobrero
de Cuvillo fue un zapato de
redondas armonías que todo lo hizo sobre las manos hasta pararse. Y el que
abrió plaza se movió engañosamente, gazapón y sin humillar. Ayer el petardo no
fue del Fino. Llevaba el sello de Morante Tour 2014. Y su
autobús.
FICHA
DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Jueves, 22 de mayo de 2014.
Décimo tercera de feria. Lleno de «no hay billetes». Toros de Montalvo,
cinqueños los cinco primeros, de muy distintas hechuras, serios por delante,
muy movidos y feos en conjunto; de engañosa movilidad un 1º alto de cruz y
zancudo; manso y desfondado un 2º muy abierto de cara y de poco cuello; bien
hecho un 3º muy suelto pero encastado y humillador; sin trapío y descoordinado
el devuelto 4º; un 5º agalgado, manso infumable; el 6º fue un basto buey
rajado; y un sobrero de Núñez del Cuvillo (4º bis), bajo y de redonda
armonía, rebrincado y frenado hasta pararse.
Finito de Córdoba, de azul añil y plata.
Pinchazo, estocada caída y descabello. Aviso (silencio). En el cuarto, pinchazo
hondo y cuatro descabellos (silencio).
Morante de la Puebla, de azul marino y oro.
Pinchazo, sartenazo pescuecero y 11 descabellos. Aviso (algunos pitos). En el
quinto, cinco pinchazos en huida y descabello (gran bronca).
Alejandro Talavante, de nazareno y oro. Media
estocada muy defectuosa a toro arrancado y dos descabellos (saludos). En el
sexto, tres pinchazos y estocada pasada y rinconera (ovación de despedida).
Morante de la Puebla... El Arte no tiene Verguenza |
Finito de Córdoba |
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