martes, 20 de mayo de 2014

FERIA DE SAN ISIDRO 2014 – DUODÉCIMO FESTEJO: Vientos de muerte, orgía de sangre

La dramática corrida se suspendió en el segundo toro con los tres toreros heridos; el último precedente se remonta al 28 de mayo de 1979; David Mora fue el peor parado con una terrorífica cogida a portagayola. 
David Mora, en el suelo, a merced del toro que le propinó una terrible cornada, abriendo plaza
ZABALA DE LA SERNA
Fotos: EFE

Vientos de muerte enmarañaban los papelillos del ruedo como una tómbola del destino.  David Mora arrastró su capote hasta la puerta de toriles. Y se postró a portagayola. La  suerte más dura y desagradecida. La que todo el mundo olvida cuando se hace de noche.  Pero esta vez la noche se presentó a deshora, intempestiva como las furias astifinas del  viejo cinqueño de El Ventorrillo, con toda su negritud a cuestas y las puntas como lanzas.  Mora tiró la larga cambiada por el lado derecho con la mano izquierda, por eso es cambiada la larga. Y el toro no obedeció del todo, no siguió el vuelo ni tomó la curva; pegó con toda su fuerza en el hombro del torero, que cayó derribado de espaldas con el capote enredado. Con el sentido de un tiburón que se deja atrás la pieza, el toro se giró enroscándose sobre sí mismo. Y ya David Mora se convirtió en un muñeco entre la potencia de fuego del cuello y la virulencia tremebunda de la cabeza ciega, que se lo pasaba de pitón a pitón. Como un garfio de escalofrío por la axila, como un cuchillo de resplandor por el vientre, por dentro de la chaquetilla, boca abajo, boca arriba, girando como las aspas de un molino de terror, los  puñales hacían malabares a su antojo.

Cuando ya lo soltó hacia delante, como dándose metros para disparar, el morrillo del toro se erizó aleonado para saltar sobre la presa: el cuerno se hundió en el muslo izquierdo  taladrando la pierna. De la misma que lo apresó lo escupió mucho más lejos, ya  desmadejado el torero.

Antonio Nazaré se cruzó con el capote a una mano en un intento desesperado de quitar a la bestia de encima como fuere; David Mora no se podía mover, sólo hacía aspavientos con los brazos. Por un boquete imperceptible del muslo, la sangre brotaba en un potente hilo dibujando un grafiti despiadado en el ruedo, un charco que se estiraba hacia la enfermería, gota a gota, como un reguero que seguía el camino recorrido por las cuadrillas que entrelazaban los brazos. Los gritos de pavor inundaban la plaza como un eco inhumano. Hasta que el silencio se adueñó condensado de miedos.

Nazaré se quedó con «Deslío», el toro de la carnicería. Y todavía se asentó con su embestida agarrada al piso y de silente peligro incluso por la zurda, que necesitó de la ayuda, la espada simulada, porque los sempiternos vientos venteños, los vientos de muerte, seguían soplando...

La tragedia se desató del todo, como el desenlace de un drama griego, cuando se corrió  turno y apareció en la arena un agresivo toro colorado de Los Chospes que en agosto  cumpliría los seis años. «Fetén» se llamaba el cabrón corraleado. Jiménez Fortes reaparecía de la cornada que sufrió en Madrid la aciaga tarde del Domingo de Ramos. Y lo hacía con el mismo vestido de torear, un terno grana y oro. Así son los toreros.

De entrada, o de salida, el toro se venció sobre Fortes por el derecho y sólo el capote sirvió de parapeto para evitar la cornada: por el percal resbaló la pala y el torero rodó  desestabilizado sobre su corpachón. A Nazaré se le venció por el izquierdo en el remate del quite, lo empaló y le pegó una paliza incruenta en el suelo: la rodilla no aguantó. La tensión que se respiraba en Las Ventas se cortaba con el tridente del demonio.

Jiménez Fortes brindó la faena a Manuel Benítez El Cordobés -gravemente herido tal día como ayer 50 años atrás- y, en una de las veces que el toro rebañó, el chaval se trastabilló con sus propias y pesadas piernas y cayó a merced: sobre la arena no se escapó y la sangre volvió a asomar a la altura de la cadera, por la banda de la taleguilla desgajada. Ya  estaba solo en el ruedo, más solo que nunca, con Nazaré en la enfermería con los ligamentos desconectados de sus funciones.

Y siguió jugando Fortes a la ruleta rusa con el tambor de sus torpones movimientos y las  guadañas que buscaban la carne fresca con incesante aliento. La capacidad motriz del  joven malagueño, que no su valor incontestable, se encuentra en tela de juicio, que deberá ser el del sentido común: en un porcentaje altísimo de las cornadas que a estas alturas de su corta carrera ha sufrido hay un nexo común de lentitud, caídas y reflejos dormidos...

Jiménez Fortes se entregó de nuevo en la estocada con encomiable rectitud y los pitones lo elevaron de pleno, hundiéndose por diferentes zonas de la desgajada taleguilla. Murió el toro y ya no había toreros en el redondel. Ni uno, ni dos, ni tres. No quedó otra que suspender. Como en 1979, cuando una victorinada envió al quirófano a Ortega Cano, Paco Alcalde y El  Niño de Aranjuez. Ninguno tan grave como David Mora, con la femoral arrancada y litros de sangre derramada.

FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Martes, 20 de mayo de 2014. Décimo segunda de feria. Casi  tres cuartos de entrada. Cuatro toros de El Ventorillo -sólo se lidió el astifino cinqueño 1º,  muy agarrado al piso y quedo en la muleta- y dos de Los Chospes -únicamente saltó al  ruedo el 2º al correrse turno; ofensivo y peligroso, se metía por dentro y rebañaba-; se  suspendió la corrida antes del 3º.
David Mora, de azul marino y oro. Pasó a la enfermería gravemente herido.
Antonio Nazaré, de malva y oro. Estocada pasada y desprendida (silencio). Entró por su  propio en la enfermería.
Jiménez Fortes, de grana y oro. Estocada (gran ovación). Se fue a la enfermería con varias cornadas por su propio pie.
Antonio Nazaré con los ligamentos de su rodilla derecha lesionados
Jiménez Fortes por los aires, reapareciendo de la gravisima cornada sufrida en este ruedo el Domingo de Ramos... Ayer nuevamente con dos cornadas pasó por el hule de Las Ventas

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