Decepcionante corrida de Baltasar
Ibán que acabó con las esperanzas de Fernando Robleño, Luis Bolívar y Rubén
Pinar en un festejo de mucho viento, lluvia y sol.
ZABALA DE LA SERNA
Tarde de perros. Viento, lluvia, sol y nubes oscuras que
jugaban a las sombras chinescas con las marcas de los charcos secos sobre el
ruedo venteño. Cambios de la primavera de Madrid. Sonaron clarines y timbales
para despejar la plaza y el cielo; quedó el aire como eterno polizón de este
barco sin velas. Molestó por momentos en la muleta de Fernando Robleño. Guapo el toro de Ibán. Perfecto de
armonía, en tipo y serio. Como virtudes, la humillación desde el principio, la
nobleza y la fijeza; como defectos, sus quejas en banderillas, un tranco de
menos y la cortita duración. Robleño
apuntó su decisión ya con el capote y durante toda la faena; una serie de
naturales de ganar el paso no halló eco. La espada echó un manto de silencio.
Regresaron los nubarrones y el agua para recibir a un
cinqueño castaño de una expresión tremenda que delataba la agresividad que
llevaba dentro. Luis Bolívar lo
lució en el caballo, pero el toro alcanzó la muleta tardeando más cuando
atacaba aquello se tornaba en una violenta tempestad de saltos. El viento
complicaba aún más las cosas a un Bolívar
dispuesto que encajó un par de arreones directos al cuerpo.
De algún modo reaparecía Rubén Pinar después de pasar un invierno K.O. toreando en el campo.
Resbalaba la lluvia por las negras puntas del más altón tercero, que se picó en
la querencia y no se empleó ni humilló. Ni en petos ni capotes. Pinar muleteó
con oficio.
Nada seguía un guion de locos. Ni el clima ni los patrones
de hechuras de lo de Ibán: el cuarto, un tío, también se
iba por arriba. Derribó en el caballo. Y luego fue otra vez en largo pero se
quitó el palo de mala manera. Lo ovacionaron. Fernando Robleño abrió faena sentado en el estribo. En contrapicado
la visión del pequeño torero de gran corazón. Por el palillo embestía el torazo
muy anclado al piso. Agua por dentro; ya no llovía. Se tapó para colmo la
muerte con el descabello.
Apareció el sol otra vez para alumbrar a un quinto simplón
de cargado tren delantero, muy elevado el punto de la cruz y las fuerzas
contadas para sus 550 kilos. Una costalada en banderillas escenificó los malos
pronósticos. Fuera de tipo en sus formas y en su fondo. Bolívar lo intentó con mimo. Pero se tumbó a la bartola el toro.
Abrevió el colombiano.
Desapareció el viento con el castaño, acapachado, bajo y
serio sexto, que desarmó a Pinar con
el capote. Acudió pronto al caballo. Sensacional el oportuno quite de Bolívar cuando Cervantes perdió pie. Rubén
no encontró material con las rácanas, toponas y desinfladas embestidas. No se
extendió el torero de Albacete.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Miércoles, 28 de mayo de 2014. Vigésima de
feria. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Baltasar Ibán, cuatro cinqueños, muy serios y de muy diferentes
líneas; humillador y noble pero a menos y falto de un tranco el entipado 1º; de
agresiva expresión y violento el hechurado 2º; el más altón 3º no humilló ni se
empleó; un tío el zancudo 4º, que no descolgó y se paró; sin fuerza ni fondo el
grandón y simplón 5º; bajo y desinflado el topón 6º.
Fernando Robleño, de blanco y oro con cabos negros. Dos
pinchazos y estocada (silencio). En el cuarto, media que se tragó entera y
varios descabellos. Aviso (silencio).
Luis Bolívar, de rioja y oro. Media y varios descabellos
(silencio). En el quinto, media tendida y descabello (silencio).
Rubén Pinar, de verde hoja y oro. Media y dos
descabellos (silencio). En el sexto, estocada (silencio).
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