El Cid da una vuelta al ruedo sin gas con toro importante en una desigual
pero seria corrida de Garcigrande y Domingo Hernández en la novena de abono.
ZABALA DE LA SERNA
Fotos: EFE
Se
está produciendo en esta Feria de Abril en mayo una de las mayores derrotas de
la historia del toreo, una derrota de todos, olvídense ya de los bandos, de
consecuencias inimaginables. La pésima gestión de la crisis de empresarios y
figuras, figuras y empresarios, Pagés y el comando G del comandante Morante, ya ha superado con mucho el
tramo de no haber envuelto el polvorón con algunos nombres para entrar de plano
en el nivel del absoluto abandono. La afirmación de que algunos toreros iban a
tener la ocasión de matar las corridas que matan las figuras se ha desprendido
de la bata de la verborrea para quedar desnuda una mentira con las piernas muy
cortas. Y para colmo de males se está confirmando una sospecha que venía de
largo: el equipo de campo de Canorea
y Valencia es de una ineptitud sólo
comparable a la de sus jefes.
Es
cierto que la ganadería de Domingo Hernández y Garcigrande
se la pelean en la élite a codazos y que El Juli siempre se lleva el balón
como los niños en el colegio. Como no menos verdad es que con las figuras no se
hubiera desembarcado una corrida con las hechuras, el tipo y el sello, sobre
todo el sello, yo me entiendo, de la de ayer. Y ya puestos tampoco se
desencamina de la certeza que a Julián López el cuarto toro no se le va ni con alas.
Un
hermoso, extenso y guapo cinqueño de Domingo Hernández que se enceló en
el caballo y que embistió encastado y
por abajo a la muleta en los medios de entonces. El Cid toreó allí con
largura y vibración, pero a la salida de las emotivas series se lo dejaba ir
(para respirar) en lugar de retenerlo o bascularlo hacia los terrenos que la
Puerta del Príncipe ensombrece pronto. Claro, que habría mayor exposición... En la querencia de sol, cerca
de chiqueros, donde quiso 'Raspocino'
embestir, Cid siguió la faena, que
el verbo torear se aproximaba más a lo que había hecho antes. En lo de Hernández se da mucho esto de quererse seguir con cuerda otro
rato largo una vez marcada la querencia. Y en el Cid también se da no poco lo suyo: uno para allá
y otro para acá y muchos pases del desprecio mirando al tendido de ladrillos
vistos. Le pidieron una oreja con la fuerza de una gaseosa abierta de varios
días. Tal y como fue la vuelta al ruedo. Toro para haber apretado y apostado de
verdad.
En el
anterior de su lote, un serio primer toro castaño de Jandilla, también
cinqueño, Cid toreó más centrado cuando lo enganchó por delante y se dejó
de desmayos para que pasara a su aire. Porque el jandilla tuvo, sin excelencias, un buen pitón derecho. Pero le
faltó final. Y al Cid todo lo demás.
A D.H. también representó un toro
larguísimo y altón de inexpresiva cara y 590 kilos. Pecó de blandear mucho en
su noble condición. El estilo sin estilo de Daniel Luque no ayudó precisamente: cada muletazo surgía diferente.
En altura, toque, trazo, velocidad y tacto. ¡Ay,
el divino secreto del temple! Cuando el que perdió la vertical fue el
torero, al ser barrido por la culata, el garcigrande
no le caló de milagro. Prácticamente lo empujó. La ovación que finalmente
saludó en el tercio -cualquier momento de emoción se agradece- no se repitió
con un quinto, feo como pocos de la camada Garcigrande, que constantemente se frenó apoyado en las manos.
No
mucho más bonito aparentaba un tercero badanudo, y tocado arriba del descarado
pitón izquierdo, que topaba amoruchado y brusco al palilllo de la muleta de Arturo Saldívar. Firme faena que en una
serie diestra y resuelta con una espaldina
espabiló la típica indiferencia de este público cuando no conoce. Y sin conocer
de verdad se quedó con un cuajado sexto que se defendió agarrado al piso para
confirmar la enésima y gran derrota de todos: la devastación que se cierne como
el reinado de Mordor sobre la Tierra Media de la torería. Un largo tiempo de
oscuridad se presiente.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de la Maestranza.
Miércoles, 7 de abril de 2014. Novena de abono. Media entrada larga. Toros de Domingo Hernández y Garcigrande, de diferentes hechuras y
seriedad; muy largo e inexpresivo un 2º
blandito de buena condición; un 3º bajo y tocado arriba del izquierdo que
topaba brusco; un notable 4º cinqueño que humilló mucho y con transmisión,
incluso en su querencia; el feo y voluminoso 5º se frenó sobre las manos; el cuajado 6º se defendió; y
uno de Jandilla, el cinqueño y serio
1º de buen pitón derecho sin final.
El Cid, de
coral y oro. Estocada contraria atravesada y descabello (silencio). En el
cuarto, estocada desprendida y
descabello (petición y vuelta al ruedo).
Daniel Luque, de
negro y oro. Pinchazo, estocada perpendicular y desprendida y descabello
(saludos). En el quinto, media estocada
(silencio).
Arturo Saldívar, de
verde esperanza y oro. Media estocada pasada y tendida y dos descabellos (silencio). En el sexto, pinchazo y media
estocada (silencio).
No hay comentarios:
Publicar un comentario