Paulita, Morenito de Aranda y Sebastián Ritter solventan y se imponen a
una infumable e impresentable corrida
del hierro de portugués; destacó tanto en la brega como con los palos Luis
Carlos Aranda.
Paulita |
ZABALA DE LA SERNA
Fotos: EFE
Una emboscada se tendió ayer en Las Ventas a dos toreros con corte de
estilistas y otro con sello de valiente.
Una emboscada contra el toreo. Los veedores y la empresa prepararon con esmero una moruchada de Couto de Fornilhos candidata, desde
el momento de embarcarse, al premio a la
corrida más fea de San Isidro. Pasaron el
reconocimiento cuatro con sus caras paletonas, frentudas, acarneradas;
sus cabezas abufaladas, mestizas, hijas
de mil leches. Si existiera un criterio veterinario legalmente respaldado por una ley del buen gusto, los cuatro
habrían seguido el camino de la “rue”.
Y si algún tribunal persiguiera delitos cometidos contra la afición y la
torería andante, los responsables de la
compra de los coutos a precio de pelo
puta no se reirían tanto de esta plaza. ¿Cómo esperaban que se moviera aquella
escalera impresentable más que a
topetazos, a arreones de golpe de riñón o a impulso de pelea de carneros
del Hombre y la Tierra, si es como sale
habitualmente?
Ni Paulita ni Morenito de Aranda, conceptuados
como artistas, se descompusieron lo más
mínimo. Y tampoco Sebastian Ritter, herrado con el fuego de la
valentía, que sufrió un volteretón del tercero. Ritter se levantó sin
mirarse del paletazo que le había tirado el
morucho de Fornilhos
cuando lo toreaba por la mano derecha. Como en dos tiempos, el toro empaló al
torero impasible colombiano, de tal modo que el puntazo se dibujó en la parte
de atrás de la taleguilla. A saltos embestía la prenda portuguesa con carácter 'mourinhista', y atacaba al palillo de la muleta y por dentro
por el pitón izquierdo. El chaval se demoró con la espada, que parece su flanco
débil. El terrorífico arrimón que se pegó con un cinqueño pasado de Gerardo Ortega -al menos con
apariencia de toro, muy armado por cierto- lo lastró también el puñetero acero.
Los pitones astifinísimos daban en los bordados de la banda de la taleguilla
como el filo de una navaja amenazante. Ni pestañeó un muslo el colombianito de
frío valor castellista para inventarse y extraer todo de aquellos parcos y parados
viajes. La ovación de despedida se lo agradeció. Ahora a ver si su apoderado
Juan Cubero, último responsable en el toro de Taurodelta, centro neurálgico de
todos los conocedores del campo, tiene un poquito de ojo para la próxima. O de
buen gusto no más.
Morenito de Aranda componía el tío la verónica y el animal de medio pelo pasaba por
allí desentendiéndose del capote; la
media de brazos caídos despertó oles y aclamaciones varias. Pero en el quite en el que intervino Ritter
quedó muy claro ya cómo toparía el
morucho. Apretó una barbaridad en banderillas hacia los adentros y
también en el prólogo de Morenito con las tablas a la
espalda... ¡Qué pitonazo se llevó cuando
le ofreció la izquierda! La clave
fue esconderle casi la muleta de mitad de viaje hacia delante y matar el muletazo
de golpe para que el empellón pasará al menos sin enganchar.
Durante la lidia del grandón y viejo buey quinto (610 kilos), que cerraba
más la cara, pasó de todo: saltó un espontáneo con más ganas de que lo trincasen
que de pegar pases, en la grada del «8»
se zurraron dos aficionados y en el ruedo Luis Carlos Aranda clavó
un soberbio par en terrenos de
chiqueros. Morenito de ídem
aprovechó que el manso humillaba como
jamás pensó ninguno de sus hermanos, y el burgalés lo tocaba por abajo muy
firme y centrado. Mas no debió prolongar tanto el esfuerzo, que al encasquillarse
la espada bordeó el tercer aviso.
Paulita, inédito con un toro de piedra de Ortega, no se arredró nunca
con un cuarto de Morucho de Fornilhos, igual de feo que segundo
y tercero pero con 565 kilos en cuesta
arriba. Engallado esperaba siempre. Ni los toreros doblones lo
corrigieron. «¡Qué asco de ganadería!», gritó el Rosco. Todavía el tal 'Embaixador' le pegó un arreón al fino
torero aragonés como para arrancarle el
brazo. Acometía con la cabeza torcida. Como si le pesaran las malas ideas.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental de las Ventas. Domingo, 18 de mayo de 2014. Décima de feria.
Menos de tres cuartos de entrada. Toros de Couto de Fornilhos, una escalera
impresentable de moruchos malos; y dos de Gerardo Ortega (un 1º
cinqueño, bajo, serio y parado y cinqueño 6º muy armado y también frenado.
Paulita, de grana y oro. Pinchazo, media estocada tendida y tres descabellos
(silencio). En el cuarto, estocada corta
(saludos)
Morenito de Aranda, de verde oliva y oro. Estocada corta tendida y descabello. Aviso (palmas). En el quinto, tres pinchazos y
media estocada y tres descabellos. Dos avisos
(silencio).
Sebastián Ritter, de blanco y oro. Tres pinchazos y estocada pasada (silencio). En el
sexto, pinchazo y estocada baja (ovación
de despedida).
Sebastián Ritter, todo valor, ante mulos de nula condición para el lucimiento |
Morenito de Aranda |
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