Francisco de Manuel cortaría una discutida oreja en su regreso a Las Ventas. Foto: EFE |
JAVIER
LÓPEZ
@Javierlopez01
Dos orejas, una para Pablo Mora y otra para
Francisco de Manuel, fue el balance del primer festejo de la feria de la
Comunidad de Madrid celebrado este martes en Las Ventas, una tarde amable y
triunfalista en el que ninguno de los trofeos cortados tuvo apenas peso.
Con incredulidad, tristeza e, incluso, enfado
salieron los pocos que quedan de la vieja guardia de Las Ventas, aquellos que
siguen tratando de salvaguardar la exigencia de una plaza totalmente a la
deriva, convertida ahora en una más del circuito en la que se regalan orejas y
se aplaude cualquier cosa. El supuesto templo de la tauromaquia ha perdido
definitivamente el norte y, por supuesto, su estatus de primera del mundo. Está
visto que cortar orejas en Madrid es igual de fácil que hacerlo en cualquier
pueblo de España. Y nadie se ha parado a pensar que si Madrid claudica, la fiesta
se va al garete también.
Y todo esto viene a cuento por el triste y
triunfalista espectáculo vivido, en el que se cortaron dos orejas que, en otros
tiempos, hubieran sido como mucho sendas ovaciones con saludos, ni siquiera una
vuelta al ruedo. Pero se cortaron gracias a un público en las antípodas del
otrora aficionado venteño, convertido ahora en una parroquia de aplausos fáciles
y de olés sin ton ni son, de esos que celebran la aparición de los
alguacilillos antes del paseíllo o cuando los mulilleros se hacen también
presentes en el ruedo antes de cada arrastre. Los mismos que solo protestan
cuando el animal pasa por el caballo -le den fuerte o no- y los que siguen
pidiendo la música en una plaza donde no suena un pasodoble durante una faena
desde que acabó la Guerra Civil, o, lo que es lo mismo, desde 1939, lo que
quiere decir que ya han pasado años suficientes para informarse. Así está el panorama.
Lo dicho, la verbena de la Paloma.
La primera orejita la cortó el debutante Pablo
Mora al segundo, un novillo manso y sin fuerzas, cuyo paso por el caballo fue
mero trámite, y que, como no podía ser de otra forma, no sirvió para la muleta,
demasiado agarrado al piso y a la defensiva. Y la faena del madrileño no pasó
de los simples detalles, algunos muy buenos como dos o tres naturales de
excelente trazo, y, sobre todo, un soberbio espadazo, quizás a lo que se agarró
el presidente para hacer valer el viejo dicho de "una oreja por una estocada" y conceder así un trofeo de
lo más barato a tenor de los méritos de la faena, quede dicho que por falta de
enemigo.
Si llega a meterle la espada al noble y apagado
cuarto seguro que le hubieran pedido otro trofeo por otra faena de fogonazos
aislados. En su favor hay que decir que no tiene mal corte este novillero,
habría que verle con oponentes más propicios.
Viendo como estaba el panorama, el otro debutante
de la tarde, Francisco de Manuel, cuyo padre fue matador de toros venezolano
alternativa en la Feria de San Sebastian en 1986, de nombre Manolo Fuentes, sabía
que con poquito que hiciera se podía llevar también el gato al agua. Como así
fue. Cortó la oreja del tercero por una labor voluntariosa, animosa, de las de
estar "en novillero",
aunque en lo artístico poco o nada pudiera resolver. No hubo ni una serie
compacta, todo demasiado tropezado -desarmes incluidos- y faltaron más sosiego
y menos prisas. Pero dio igual, incluso que la espada se le fuera una cuarta
abajo. La gente ya había entrado en el bucle del todo vale, y así cayó el
trofeo. El público volvió a ponerse como loco con él tanto en el tercio de
banderillas como en un eléctrico inicio de hinojos. Pero en lo fundamental se
le ve que le falta rodaje, aunque, eso sí, a voluntad y entrega no le gana
nadie.
Y, para rematar la tarde, casi corta otra oreja
con una estocada de cualquier manera y dos descabellos en el que cerró plaza.
El peor parado de la tarde fue Amor Rodríguez. El
torrejonero diseñó una labor tan correcta desde el punto de vista técnico como
fría e insulsa al noble y desrazado primero; pero peor fue lo del cuarto, un
animal bruto y sin clase con el que le entró la congoja a raíz de un susto
mediada la faena, librándose después de milagro del tercer aviso. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Novillos de Antonio López Gibaja, desiguales de presentación y juego.
Destacaron tercero y sexto. Noble y sin raza, el primero; flojo y la defensiva,
el segundo; bruto y sin clase, el cuarto; noble y apagado, el quinto.
Amor
Rodríguez, de tabaco y oro:
estocada desprendida (ovación); dos pinchazos, estocada habilidosa, dos
descabellos y el novillo se echa (silencio tras dos avisos).
Pablo
Mora, de verde oliva y oro: gran
estocada (oreja); pinchazo y estocada honda delanterilla y atravesada (palmas).
Francisco
de Manuel, de turquesa y oro:
estocada trasera y desprendida (oreja); casi entera atravesada y dos
descabellos (aviso y vuelta al ruedo tras petición).
La plaza registró casi un tercio de entrada
(7.789 espectadores según la empresa) en tarde soleada y agradable.
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