JORGE ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
Si como
aseguran los arqueólogos, las edades de la humanidad se pueden clasificar por
los materiales con que cada una se ha construido a sí misma: de piedra, de bronce,
de hierro… la nuestra bien podría llamarse la edad virtual.
Más acá
de la pintura, la escultura, el teatro, el toreo; artes icónicas limitadas en
principio al ámbito de los observadores presenciales; la imprenta, la
fotografía, el cine, la televisión, el Internet, han mediatizado multiplicado y
universalizado a tal punto las representaciones y potenciado su capacidad de
sugestión que cada vez resulta más difícil diferenciar lo ficticio de lo real; saber a qué lado de la imagen
estamos, o asegurar que no seamos nada más que partes de un sueño soñado por
otro, como imaginaba Borges.
No el
objeto, su imagen es ahora el asunto. No lo que se es, sino lo que se
representa. Esta virtualidad rige hoy por igual para el comercio, el arte, la
política y hasta la ciencia. La publicidad prestidigita, fabrica y
"posiciona"; fija en la mente del público la imagen del artículo, la
obra, la teoría, el personaje a conveniencia del cliente. Se trata más que de
ser, parecerlo.
La
propaganda se ha hecho parte del ambiente. Insoslayable, abrumadora. Se dice, y
lo consignan los museos, que imágenes tan comerciales, como las de: Sopa
Campbell, los arcos dorados de McDonald o la botella de Cocacola, son
"iconos universales" entronizados profundamente a nuestra cultura.
Y su frecuencia
en la comunicación masiva (raiting) indica cuanto trascienden, cuanto influyen.
Al respecto, el Instituto Cervantes de Madrid, publicó hace algunos años una
encuesta sobre la presencia de iconos culturales en el Internet hispano:
Mikey
Mouse resultó primero, mientras Mozart quedó 42 y Cervantes 80. Ya La Fontaine
había escrito tres siglos antes: “Toda la inteligencia del mundo es impotente
frente a cualquier estupidez que esté de moda”.
Bien,
quizá esto explique la inexplicable conducta de los públicos modernos en las
taquillas, pero más en los tendidos cuando alucinan tomando lo bufo por épico y
viceversa.
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