En el marco de la Feria de Tovar 2016
Esaú Fernández, espigado sevillano que el año pasado fue protagonista de una gran tarde al lado de Orellana. Se ven de nuevo las cara, mano a mano. Foto: EFE |
RUBÉN DARÍO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Es la Feria de Tovar, que anualmente desde hace 173 años se
lleva en honor a la Virgen de Regla, una de las citas de referencia de la
temporada taurina venezolana. Desde hace varios años viene a ser el pistoletazo
que anuncia el arranque de aquel periplo que le seguían citas como Valencia y Maracaibo
(de las cuales poco o nada se sabe su inmediato y triste futuro). De todas
estas, incluyendo las rimbombantes de Mérida y San Cristóbal es la que tiene
mayor arraigo, tradición y peso en el pueblo que anualmente se reine en torno a
ella y su influjo.
Este año nuevamente Tovar cobra protagonismo en virtud del
abono que desde hace varias semanas se anunció con carteles donde priva la juventud
y ansias de triunfos por parte de los toreros que la conforman. Otro caso lo
será el tipo de toro que se lidie, pues atento estaremos a lo que los tres
hierros más representativos de nuestra limitada cabaña brava nacional.
Y a todas estas tenemos un cartel (tres corridas y una
novillada) que nos llena de ilusión y marca un punto y aparte de lo que en el
ruedo del Coliseo El Llano estaremos viendo. Lo es el cartel del mano a mano de
triunfadores que tiene como nombres al ya curtido diestro local Rafael
Orellana, y el sevillano Esaú Fernández, dos toreros de concepto distinto pero
con la “hierba en la boca” para dirimir el sitial de privilegio ante una afición
que les ha visto triunfar en los últimos par de años. Razones se tienen ambos, cuando
se juega además el encender la chispa de una rivalidad que es elemento
fundamental en este lio del toro.
Será la tarde de cierre, domingo 11 de septiembre, ante
toros que ojala y sean eso, toros con todo el sentido estricto de la palabra, que
reúnan el trapío y bravura que bien lo sabe el elocuente ganadero tovareño
Ricardo Ramírez debe de llevarse a Tovar, la plaza que su padre, el recordado
Don Cheo, hizo andar sus primeros capítulos de historia por allá un ya lejano
1992, como empresa y ganadero.
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