Triunfo relevante del joven
torero limeño en su estreno en Illumbe. Protagonista por el valor más que por
la temeridad, espada extraordinaria. Tarde brillante y suficiente de Talavante
entre clásico y heterodoxo.
Roca Rey |
BARQUERITO
Fotos: EFE
Fotos: EFE
TRES DE LOS SEIS toros de Zalduendo lucían pavoroso velamen.
Se abrieron en lotes distintos. Un primero cornalón, bizco; un segundo
descarado pero el de más armónica armadura dentro del trío de artillería; y un
sexto que no solo cornalón, sino ligeramente cornipaso también y, además, corto
de cuello, cuello poderoso, lo cual acentuaba su aire ofensivo.
El primero galopó, cobró mínimos en varas y, noble de
verdad, embistió con ganas y por derecho. La calidad decantada. Muy ovacionado
en el arrastre. El segundo se blandeó en el caballo –cabezazos contra el peto,
dolerse- pero rompió a embestir después de banderillas, y a embestir muy
despacito. Fue toro de particular fijeza. El sexto hizo amago de fugarse antes
de varas. Habría sacado astillas de un burladero que zurció en dos trallazos,
si los burladeros de Illumbe no estuviera blindados. Picado sin fortuna –un
primer puyazo muy delantero y un segundo muy trasero, y aquí no cabe la ley de
las compensaciones-, vino a violentarse en cuanto tropezó engaño. Al
violentarse, se enteró como suelen los toros listos y pegó derrotes arteros.
Castella toreó casi a placer al gran primero. Bello el
arranque de toreo andado con pases de las flores librados por los dos pitones,
cosidos suavemente, y el toro en la mano,
pero sin abundar por la izquierda. Como pasa en tantas faenas sencillas,
de no obligar, el toro se fue apagando.
Talavante anduvo a su antojo con el segundo, que pareció
saborear como una golosina. Una faena de ricas y muchas variaciones, de
seguridad casi insolente, y adornada con guindas muy de la casa: los molinetes
mexicanos antes de entrar en honduras, el cite de largo con la zurda sin
tomarse ventaja, el toreo de frente pero ligado, una candente tanda en redondo
al ralentí, cambios de mano inopinados, roscas, una arrucina intercalada en una
temeraria penúltima serie entre pitones, graciosos muletazos a pies juntos, y
dos desplantes muy teatrales, el segundo de ellos, de frente, despojado de
espada y muleta antes de salir del trance como quien se va de paseo. Lo más
llamativo del trabajo fue no tanto como su facilidad como su firmeza.
Cuando saltó el sexto y se dejó ver su aspereza –las
hechuras no suelen engañar, era el toro feo de la corrida-, parecía sentenciada
la cosa. Castella no había rematado con la espada su pequeño concierto. El
cuarto, rajado y claudicante, llegó a derrumbarse y Castella se puso machacón y
terco. Talavante acertó con la espada, pero de estocada trasera y apurada. El
propio Talavante se entretuvo más de la cuenta con el quinto Zalduendo, que
protestó en varas pero sacó de banderillas en adelante son del bueno. Una faena
barroca, con muletazos extraordinarios cuando enroscados y a cámara lenta, o
improvisados –rizos floreados, las mondeñinas mirando al tendido previas a la
igualada-, y siempre embraguetados. A pesar de lo cual, o por eso mismo, fue
faena sin rumbo fijo ni idea determinada. Dos pinchazos, media caída, un
descabello.
Sentenciada la cosa, pero con un protagonista más o menos
inesperado: Roca Rey, que debutaba en Illumbe. Parece especialidad del joven
torero peruano eso de romper el fuego en una corrida y abrir hostilidades. En
su quite de turno con el primer toro de Talavante ya había hecho ruido con un
quite en los medios de notable aplomo. Cuando llegó su primera baza –un tercer
toro corretón que compensaba en cuajo y cara las dimensiones del sexto-, Roca
se dejó ver en el saludo con tijerillas de sorpresa y lances seguidos que
acabaron con el toro encelado y fijado en los medios. Ligero y bonito negocio.
Tras la segunda vara –dolido el toro- salió a quitar Castella en los medios por
tafalleras, templadas pero despegadas, tres, y media. Y entonces decidió Roca
Rey replicar. Fue el momento clave de la corrida.
A los medios Roca, el capote a la espalda antes de que el
toro estuviera con él y en seguida la reunión; saltillera, tres gaoneras
acopladísimas, la revolera y la larga. La tarjeta de visita. El aquí estoy yo
que viene proclamando por todas las ferias desde que arrancó el año. Con el eco
vivo de esa réplica tan feliz, Roca abrió faena de largo en loe medios con una
de sus jugadas favoritas: el cambiado por la espalda apurado lo imposible, y
dos más casi seguidos en viajes bruscos del toro, y la arrucina, el natural y
el de pecho ligados en la misma serie. Un lío. ¡Música! La gente enredada sin
respiro a lo largo de una faena que, con sus carencias de torero nuevo, fue de mucho vibrar, tanto en el toreo de ajuste
como en el más artificioso de los cambios. Todo en los medios, ritmo sostenido
y un final de sobresaliente descaro: entre pitones, y aquí no pasa nada, ni un
respingo, ni un paso atrás, circulares cambiados, un abanico y, según
costumbre, una estocada entrando en corto que hizo rodar al toro a sus pies
casi de golpe.
Más miedo hizo pasar Roca Rey con el brusco sexto, que en
cortó pegó derrotes de genio, y en uno de ellos prendió al torero por la faja o
el chaleco y lo tuvo casi colgado de un pitón. La serena manera de descolgarse
Roca y de volver al toro, y a la misma mano, como si no hubiera pasado nada fue
casi una provocación. Se oyó un grito solitario: “¡Vale ya!”. O sea, no nos
hagas sufrir tanto, Ni caso. En distancia sofocante, se estuvo quieto Roca,
sueltos los brazos, aplomo insuperable. Hasta dejar reducido el toro, que se
quedaba debajo por sistema. Y, en fin, una estocada monumental. Pasando sin
soltar engaño y dejando la espada en ese sitio que hacer rodar sin puntilla a
cualquier fiera.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- Dos días sin pesca fresca en el Antiguo. Mañana llegará el
aroma de merluza a los escaparates de la calle Matía. Estaba cerrado en Irún el
bar del Real Unión, pura casta. Hendaya es una playa distinta. Para ver España
de lejos y de cerca pero desde a otra orilla. Hendaya es una de las ciudades
más vascas de la Vasconia del otro lado del Bidasoa. Ya no hay faisanes en la
famosa Isla de ellos. Hay en el San Telmo una exposición de paces y treguas,
Tantas guerras. Los cercanías, vacíos, El topo hasta Hendaya, también, Pero no
de Hendaya a Irún, Conviene sacar el billete al llegar. La gente monta las
bicis en el tren. No se cabe. Nadie sabe vivir sin ruedas.
FICHA DEL FESTEJO
Lunes, 15 de agosto de 2016. San Sebastián. 3ª de Semana Grande. 11.000
almas. No hay billetes. Bochorno. Semiabierta la pestaña de cubierta. Dos horas
y cuarto de función.
La infanta Elena, con sus hijos Felipe y Victoria, en un burladero de
callejón. Castella y Roca Rey le brindaron los toros primero y sexto.
Seis toros de Zalduendo
(Alberto Baillères).
Sebastián Castella, saludos y palmas.
Alejandro Talavante, una oreja y saludos tras un aviso.
Roca Rey, una oreja en cada toro.
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