Puerta grande para el torero de
Arnedo y vuelta al ruedo para el toro de Alcurrucén, que reeditan el triunfo de
2015 pero no lo empatan pese a la ayuda del presidente. *** Morante desata una
bronca monumental con la complicada mansedumbre del cuarto. *** Ginés Marín se
gana una vuelta al ruedo de peso con su brava apuesta.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de
Madrid
Foto: Arjona
El alma de Diego Urdiales se insufló de vida. Una sonrisa
interior que inflamó su pecho torero con la ovación. Vista Alegre recordaba
como si fuera ayer su faena inolvidable al inolvidado toro «Favorito» de
Alcurrucén. Flotaba en el aire la gloria presentida. Ni siquiera había
comenzado la corrida. «Atrevido» no se parecía en nada a su "hermano"
consagrado. Berrendo en colorao, careto, calcetero, cerrado de cuerna, casi
cubeto, un tanto bizco, una bella pintura lejana a aquellas redondeces de
apretada perfección. Otra armonía de hechuras.
Sus embestida también fue otra. De salida sin terminar de
humillar. Urdiales por delantales conjugó los brazos y la cintura acompañando
con el cuerpo. Hasta la media arrebujada a pies juntos. Cobró sus puyazos el
alcurrucén en orden y fijeza en el peto. Ginés Marín se apretó en el quite por
chicuelinas como carta de presentación en Bilbao. «Atrevido» pasó a su altura,
obediente al cambio, al remate de la media verónica. Diego Urdiales brindó con
fe a la plaza que tanto le ha dado. Como ninguna otra. Y tanteó el fondo de «Atrevido»
mientras caminaba hacia los medios. Ofrecida la mano derecha, la nobleza siguió
la ruta de torería. El clasicismo de Urdiales empataba con su inteligencia para
no apretar la embestida y dejarla concluir al aire que su naturaleza pedía. Tan
buena y sin ese punto de humillación final que conquista la excelencia. Tres
series como tres pizarras de una escuela perdida. Tan fácil Urdiales como el
toro se lo hacía. Los detalles salpicaban como pinceladas impresionistas el
lienzo.
Pero «Atrevido» reservaba una profundidad mayor al natural y
Diego, el embroque. Y esa manera de colocarse que no se ve. Los tendidos
coreaban con ronca voz. Los muletazos morían donde el pulso de la muñeca los
dormía. A veces ayudados, siempre a compás. La penúltima salida de la cara del
toro se antojó pura orfebrería. Los detalles del cierre, aquel cambio de mano,
aquella trincherilla, este cambio de mano que te vuelve del revés. Cuando ya
empuñó la espada de verdad, se enfrontiló a pies juntos Diego Urdiales, la
muleta en la izquierda, tan Manolo Vázquez que el corazón de los nostálgicos se
volteó. Qué puñado de naturales. Qué belleza. Y qué forma de tomarlos el toro.
Definitivamente el izquierdo había sido el pitón. Diego hundió la espada con el
corazón. La plaza se desató en una berraquera de pañuelos y voces. Y el
presidente Matías se calentó de tal modo que sacó los suyos a la vez. Y
seguidamente el azul de la vuelta al ruedo para «Atrevido».
De repente el fantasma del toro y la faena de 2015 regresó
de su limbo para reivindicar lo que era suyo por contraste... La sonrisa de
Diego Urdiales alzando las orejas se cruzó con la de José Luis Lozano de oreja
a oreja. Y ese momento ya no se lo quita nadie. A fin de cuentas para malos
ratos quedaría el resto de la corrida.
La devolución del quinto y el juego manso y frenado del
sobrero; las ganas de Diego abortadas por aquellas medias embestidas que
revoloteaban por debajo.
A Morante desde que se le emplazó el acucharado cinqueño de
apertura se le atravesó la tarde. Carretero tomó los mandos de la lidia de la
mansedumbre. No habrá otro que toree por el palo de los grandes nombres de
plata. El alcurrucén se escupió del caballo, se dejó pegar en un segundo puyazo
de salida tapada y pasó de perfil en el tercer refilonazo de por si acaso. Pero
no había fondo ni voluntad en el toro. Un apagón total en la muleta. José
Antonio de La Puebla hizo el último mohín antes de perfilarse con la espada.
Esa que ya llevó montada cuando principió la faena al cuarto
de cables cruzados. Desde que intentó saltar al callejón. Manso de aristas
cortantes. Un desarme de viaje torcido en el capote, otro en la muleta con
mirada desparramada. La brevedad de Morante y la bronca monumental. Amplificada
en cada pinchazo. Otro atasco sin pasar.
Si Ginés ya había justificado el porqué de ser llamado para
sustituir a Roca Rey con el descastado tercero, que se venía andando y remoloneaba
en las suertes con ojito de tiburón, ante el cinqueño sexto dio una dimensión
más allá de su brava actitud. Aguantó Marín a puro huevo el desafío de tirar
del renuente manso. Desde la espaldina con la que captó la atención de la plaza
entera, nunca un paso atrás. Siempre rompiendo el toro hacia delante. Las
zapatillas asentadas en tierra de fuego. De cada pase de pecho trepaba una
emoción contenida. Un pinchazo hondo y un descabello redujeron la cosa a una
vuelta al ruedo. Pero de esas que vienen con la llave de Bilbao.
Flotaba a hombros Diego Urdiales. Un final feliz para aquel
naufragio de mansos ariscos. Con perdón de «Atrevido» y su pañuelo azul.
Postdata: La inclusión de Ginés Marín por Roca Rey en Bilbao
junto a Morante de la Puebla y Diego Urdiales convirtió el cartel del 66,666
por ciento FIT en 100 por 100 FIT. La Fusión Internacional de Tauromaquia de
Alberto Baillères apodera a los tres matadores. Un acto de justicia derivó en
una casualidad para el anecdotario de las Corridas Generales.
Para quienes crean en las casualidades también se daba que
ayer en Almería, otra plaza de la Casa Chopera, se lidiaba una corrida de
Zalduendo, propiedad también de Baillères. Como el concurso por Las Ventas se
encuentra a la vuelta de la esquina de septiembre y la rumorología alguna vez
ha perfilado a los Chopera y al magnate mexicano como aliados por la primera
plaza del mundo, ahí queda el hilván de coincidencias para alimentarla.
ALCURRUCÉN | Morante de la Puebla, Diego Urdiales y Ginés Marín
Toros de Alcurrucén,
incluido el sobrero (5º bis); serios, 1º y 2º cerraban más la cara; el 2º
premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; conjunto manso, frenado,
complicado en conjunto.
Morante de la Puebla, de verde botella y oro. Tres pinchazos y
otro hondo (silencio). En el cuarto, dos pinchazos y pinchazo hondo (bronca).
Diego Urdiales, de berenjena y oro. Estocada (dos orejas).
En el quinto, pinchazo, pinchazo hondo y tres descabellos (silencio). Salió a
hombros.
Ginés Marín, de celeste y oro. Pinchazo hondo y
estocada corta (saludos). En el sexto, pinchazo hondo y descabello (vuelta al
ruedo).
Plaza de toros de Vista Alegre. Miércoles, 24 de agosto de 2016. Quinta
de feria.
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