El público toma partido
injustamente por el único toro que se movió con poderío pero sin entrega frente
a un Curro Díaz que cortó la faena en el momento justo. *** Ureña no despega
con un victorino de dormida nobleza en un conjunto desrazado.
Paco Ureña |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de
Madrid
El infierno subió a Bilbao con su boca de fuego. Un horno
crematorio. Irrespirable el aire. Curro Díaz cruzó el ruedo desmonterado. No
por el bochornazo de cuarenta grados y pico, claro. Debutaba en Vista Alegre a
sus casi 20 años de alternativa. La sustitución de Manuel Escribano como puerta
trasera de entrada. Ausente pero presente en el callejón, Escribano sintió el
cariño y el respeto del brindis de Curro.
Pronto y en la mano, la muleta en la izquierda. El victorino
ya había apuntado que todo fuese apuradito, que de poder y fondo la bodega
venía escasa. El jiennense le dio media distancia, le echó los vuelos y le
dibujó una primorosa serie de naturales. Largo el trazo y generoso el sitio.
Fueron cuatro tandas con los mismos argumentos toreros con un toro cada vez a
menos. De no terminar de humillar en el muletazo a desentenderse fue su
involución. Hasta acabar mirando a las musarañas. La medida faena concluyó en
su justo momento. No sin antes probar en vano el pitón derecho.
A Paco Ureña se le durmieron los brazos a la verónica. Bajas
las manos, arrastrado el lance. El toro de la A coronada colocó la cara en los
vuelos. Hasta una media suave. Ureña galleó por chicuelinas y lo cuidó en el
caballo. De tracción contada el victorino. Sacó Paco a Escribano y Díaz para un
brindis íntimo. Y casi sin probaturas desmayó el muletazo en redondo entre las
rayas. Un trío de oles se oyeron hasta cerrar el póquer con un largo pase de
pecho. Esa era la mano del noble cárdeno, y por ahí el matador murciano se
asentó. Las esperanzas iniciales y los pases largos pasaron a acusar la
dormidera de la embestida; el tercero ya lo seguía aburrido, cansino, contando
ovejas. La música que algunos reclamaban había que habérsela descargado al toro
en modo de corriente alterna. Un AC/CD en los riñones. El presidente Matías
hacía la siesta. Ofrecida la zurda ni humillación ni viaje. Agua en la sangre.
La sensación sesteante fue in crescendo.
Pese a las vivas puntas del tercero, que pesaría en hueso
sus 562 kilos de la tablilla, digo. Agalgado, degolladito y con su guasita
escondida. En el quite de Ureña por gaoneras ya le buscó las corvas por el
derecho. La veteranía de Curro Díaz activó el sónar. Le propuso la izquierda
pero abriéndolo mucho. No descolgaba además. Cuando remató con un obligado por
el pitón chungo, Díaz oyó silbar las balas por encima de los machos. Por
compromiso tendió la mano derecha, ay, que tardeaba el victorino con fino
instinto agazapado.
Una cosita recortada y pobre se antojaba el cuarto. Paco
Ureña se emperró con él como si llevase algo dentro. Movimientos
desacompasados, malos embroques, desagradecidas salidas. Mucho tiempo gastado,
un minutaje inútil, un plomazo.
Subió el trapío el quinto, musculado, apretado, ciertamente
basto. Sería que como aquello venía siendo un bluf y se movió fuerte el
victorino, el personal tomó partido por el toro. Quizá Curro Díaz había hecho
parecer lo que no eran aquellas embestidas brutas, la escasa humillación, ese
apoyarse en las manos para no rebosarse en los finales de muletazo. Curro lo
toreó como si el victorino derrochase clase. Otras veces con la técnica curtida
de los años. Una sola prueba al natural quizá le echaron en cara. Cortar en el
momento oportuno en una época de faenas interminables. No había más.
Ovacionaron al cárdeno como estúpido castigo a Díaz, que había sentado al
muerto de un espadazo rinconero. O porque de verdad les puso el toro. Joder qué
tropa, Romanones dixit.
Infumable de todas todas y como guinda el moruchote último.
Como remate a una victorianada que cargó más mármol en esta losa de tres días.
Paco Ureña lo mató. No se puede decir más.
VICTORINO MARTÍN | Curro Díaz y Paco Ureña
Toros de Victorino Martín,
de diferentes hechuras y seriedades, bajaron 3º y 4º; sin fondo y distraído el
1º; noble pero dormido el 2º; embistió fuerte, sin humillar y sin entrega el
5º; infumable el 6º; orientado el 3º; de mal estilo el 4º; desrazado conjunto.
Curro Díaz, de rosa palo y oro. Pinchazo hondo
(saludos). En el tercero, dos pinchazos, otro hondo y tres descabellos
(silencio). En el quinto, estocada desprendida (división de opiniones).
Paco Ureña, de verde hoja y oro. Estocada atravesada y
trasera y descabello (saludos). En el cuarto, pinchazo, media estocada tendida
y varios descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada
desprendida (silencio).
Plaza de toros de Vista Alegre. Jueves, 25 de agosto de 2016. Sexta de
feria. Media entrada.
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