Alejandro Marcos, Pablo Aguado y
Luis David Adame echan por tierra lo conseguido entre la mansedumbre de Rafael
Cruz Iribarren por el mal uso de los aceros.
Luis David Adame |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de
Madrid
El azul droma, si la droma existiese como flor, de los
tendidos desnudos de Vista Alegre contrastaba con el gris volcánico de la
arena, y sobre la arena el abanico de colores verde manzana, grosella y el
grana de los vestidos de los novilleros.
Pues así destellaban bajo el sol Alejandro Marcos, Pablo
Aguado y Luis David Adame. Las voces del ruedo resonaban con eco de plaza
vacía. El novillo de Cruz altito de ídem, estrecho de sienes y castaño de pinta
que abría la tarde embestía por paradinhas. Sin maldad pero haciendo una
paradita siempre en el muletazo. Alejandro Marcos, tan suelto con el capote a
pies juntos y en un galleo por chicuelinas, toreó con aplomo. Firme y enfibrado
para transmitir a la muleta el toque justo que continuase el pase. Al utrero le
habían tirado los adentros en la lidia y ahora le pesaban los terrenos de
fuera. Marcos alternó las manos con aplomo, cerró con unos finos ayudados por
alto y acabó con una estocada involuntariamente infame por los bajos.
Tocado arriba de pitones apareció el siguiente utrero, como
si fuese prendido en unas catenarias inexistentes. Pablo Aguado sintió pronto
en su capote que no había agarre a ningún sitio y que el novillo blandeaba. En
el quite de Luis David Adame directamente rodó de costado en una caleserina de
broche a las ajustadas gaoneras. Aguado esbozó su clase y su buen corte en una
faena apuntada; las humilladas embestidas carecían de aliento para seguir los
vuelos. Después la espada cegó todo.
El presidente Matías devolvió al colorado tercero, que no se
sostenía. Entre inválido y descoordinado. El negro y basto sobrero amagó pronto
con desentenderse de capotes y voces. Como en huida casi arrolla a Luis David
Adame en el quite. Pero su movilidad la aprovechó el hidrocálido para empaparlo
en la muleta, constantemente presentada por delante, siempre ofrecida, siempre
puesta. A partir de los tres pases cambiados de apertura, los derechazos
trazaron largo el viaje sin permitir que se pensase la querencia como una vez
sucedió. Alejado de ella, la izquierda ya se intuyó en un cambio de mano
anterior y siguió en las mejores series de la faena.
A veces se oían los mugidos sobre la seca voz de Adame, que
se despidió por circulares invertidos y unas bernadinas. Las gentes también se
habían entregado como el novillo de José Cruz. A Adame sólo se le apagó la
inteligencia al quererlo matar en la suerte natural. Hay quienes dicen que son
teorías caducas. Pero cuando atacó en la contraria se llevó el acero puesto.
Perdido el trofeo. Sangraba la mano cortada en los adornos
de Bernadó, el joven mexicano agradeció una ovación y se fue hacia la
enfermería por el ruedo. Como si fuese a dar la vuelta y algún silbido le
negase la mayor.
Apretó en banderillas hacia tablas el castaño cuarto, de
montadas hechuras e ideas de tablas. La desordenada lidia no ayudó. Un jaleo de
carreras y capotazos. Poca vida en el novillo; poca alegría en Alejandro
Marcos. La sobriedad salmantina será. Mató ahora por derecho.
Pablo Aguado esperó al quinto clavado de rodillas sobre la
misma boca de riego. Pero el negro novillo pasó de largo y Pablo hubo de
buscarlo en el tercio para soplarle cinco o seis faroles penitentes y
chicuelinas en pie. Galleó de frente por detrás para colocarlo en el caballo
que no quería, se peleó para taparle las fugas y le brindó al ganadero, Rafael
Cruz Iribarren. Seguía cabeceando el torete y se volvía al revés en el prólogo
de faena. Aguado anduvo generoso para jugar con las inercias y la movilidad
aquella. Más clase en los naturales del sevillano que en las embestidas. Hasta
que ni siquiera las inercias sirvieron. Pablo se volcó en el volapié. Del
embroque salió con la taleguilla destrozada y una estocada de libro.
Increíblemente no había muerte en semejante espadazo; el descabello desbarató
el sueño de la oreja presentida.
Luis David Adame regresó de la enfermería con tres dedos de
la mano zurda zurcidos. Asomó el último de una novillada altona que alguien
definió como "del gusto de Bilbao"... Adame vio como el enemigo se le
volvía pronto al revés. Bregó con cabeza y quitó por zapopinas. Un revuelo de
oles y polvo en suspensión. Por estatuarios emprendió el camino. Tampoco
hubiera humillado si le hace las cosas por bajo, pero... Su embestir en la
media altura acabó siendo un completo desentendimiento.
Luis David Adame, que volvió a eternirzarse con la espada,
ya sufrió el pobre otra novillada de José Cruz en Santander. Como Alejandro
Marcos. Aquella tal vez fuese peor. Más allá de lo manso, mala. En cualquier
caso para el olvido.
FICHA DEL FESTEJO
Novillos de José Cruz,
incluido el sobrero (3º bis), que se movió sin clase; altones, serios; mansos,
todos apretaron hacia los adentros, rajados; algunos sin fuerza ni poder.
Alejandro Marcos, de verde manzana y oro. Bajonazo
(saludos). En el cuarto, estocada (saludos).
Pablo Aguado, de grosella y oro. Tres pinchazos y
descabello (silencio). En el quinto, estoconazo y varios descabellos. Aviso
(saludos).
Luis David Adame, de grana y oro. Dos pinchazos y estocada
(saludos). En el sexto, dos pinchazos, otro hondo y un descabello. Aviso
(silencio).
Plaza de toros de Vista Alegre. Domingo, 21 de agosto de 2016. Segunda
de feria. Menos de media entrada.
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