El jerezano y el mexicano cortan
las primeras orejas (a pie) de la feria; dos toros de nota, temple y calidad de
Puerto de San Lorenzo y alguno más; Juan del Álamo de vacío con el lote de
menos opciones.
Joselito Adame |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario ELMUNDO de
Madrid
Reunida la expresión de su cara en armonía, apretados en
redondas y bajas líneas sus 591 kilos, «Lechucito» (de Puerto de San Lorenzo)
sostenía en su galope el ritmo, el temple y la clase.
De su pisada voló una piedrecilla directamente al ojo de
Juan José Padilla, que hubo de refugiarse en el burladero para echarse agua
como si fuera colirio. Cuando desplegó el capote, la verónica fue clásica y
serena como la embestida. Todo siguió por los cánones de la bravura en el
caballo y en el buen tercio de banderillas que cuajó Padilla, que incluso se
recreó en la suerte a la salida del segundo par al cuarteo.
El Ciclón de Jerez lo vio claro y brindó al público la
muerte de «Lechucito», que siguió en las dobladas de apertura de faena con su
humillación preclara, especialmente por el pitón derecho. Por esa mano Padilla
erguido le hilvanó 10 derechazos de mano baja partidos en dos tandas gemelas en
la frontera de la raya de fuera. Más los obligados de pecho. No tan igual la
tercera serie diestra, que concluyó en una reolina por los costillares y con
Juan derribado por los cuartos traseros. Ahí tan adentro como quedó entonces a «Lechucito»
le tentó la querencia, le tembló el fondo cuando se le presentó la izquierda y
renunció a continuar, dejando aquellas 25 embestidas -si contasen las gastadas
en la lidia la cuenta del ábaco subía- como una clase magistral para enseñar en
las escuelas de los futuros toros. Padilla intentó unos circulares, unas
manoletinas y se le cayó la espada de la cruz como las ilusiones.
En las antípodas a «Lechucito» apareció «Violetero»,
montado, suelto, a su bola, las manos por delante, la fijeza esquiva, la
mansedumbre violenta y escupida del caballo. Joselito Adame se puso y quiso
meterlo en el canasto no sin esfuerzo. Y hubo un momento que casi lo logró.
Pero iba de mentira el toro del Puerto. Como evidenció un frenazo de seca
guasa, como demostró su incierto pitón izquierdo de francotirador.
Juan del Álamo libró una larga cambiada de rodillas a un
toro tocado arriba de pitones, serio pero con aires de embestir. Solo que su
poder se había quedado en el campo charro, y aunque lo pretendía siempre se
quedaba lastrado. Como frenado. Del Álamo le dio buen trato. Sobre todo al
natural, echándole los vuelos. En ese compromiso consigo mismo y, tal vez con
la ganadería de la tierra, derrochó paciencia. Tanta que, pese al arrimón
final, la de parte del público se resquebrajaba. De todo aquello el salmantino
sacó una ovación y un pisotón como para quedarse sin tobillo y cojo.
El volumen despampanante de los 601 kilos del cuarto se
acompañaba de una cara como de otro cuerpo. Un estrellón contra el burladero lo
dejó mogón del cuerno derecho. Juan José Padilla aprovechó su condición
boyancona y noblota y no la soltó en una faena con pases de todas las marcas,
que decían lo revisteros antiguos. Pura entrega y al lío. Juan autojaleado no
se olvidó nada en el tintero. Y, como la entrega con entrega se paga, se
embolsó la oreja que inauguraba el medallero (a pie) de las Corridas Generales.
Engatillado, largo y hondo, el quinto traía buen son. Y
humillación. Como para compensar el mal trago anterior. Joselito Adame le
recetó su propia medicina: temple. Desde el notable prólogo que alumbró un
luminoso pase del desprecio. En redondo Adame centrado y despacioso. «Cantinillito»
hacía honores a los Fraile con su obediencia de calidad. El mexicano lo toreó
por su camino. También al natural, por donde al toro le faltaba un pasito más
afinando la exigencia. Cuando se agotaba el depósito, Joselito acortó
distancias, apuró por circulares invertidos y bernadinas. Letal el espadazo al
encuentro. Rodó el tal «Cantinillito» sin puntilla como la oreja para el mayor
de los Adame.
El aleonado sexto a veces embistía como un tigre, con las
manos por delante y cierta fiereza. Más tío que ninguno quizá por su carácter
también. Dentro de la seria corrida de El Puerto. Juan del Álamo firme en
tandas cortas interrumpidas de un desarme como un cortocircuito. Como si el
toro se desengañase. Como el público con la espada de un Álamo otra vez de
largo metraje.
PUERTO DE SAN LORENZO / Padilla, Adama y Del Álamo
Toros de de Puerto de San
Lorenzo, serios y cuajados; de calidad, ritmo y temple 1º y 5 ºde contados
finales; manso y sin fijeza el 2º; sin poder en su buena condición el 3º;
boyancón y noblote el 4º; con carácter pero a menos el 6º.
Juan José Padilla, de azul marino y oro. Pinchazo y estocada
tendida y desprendida (saludos). En el cuarto, estocada y dos descabellos
(oreja).
Joselito Adame, de nazareno y oro. Pinchazo, estocada y
tres descabellos (silencio). En el quinto, estocada delantera al encuentro
(oreja y petición).
Juan del Álamo, de blanco y plata. Estocada pasada y
rinconera. Aviso (saludos). En el sexto, tres pinchazos y estocada rinconera.
Dos avisos (silencio).
Plaza de toros de Vista Alegre. Lunes, 22 de agosto de 2016. Tercera de
feria. Menos de media entrada.
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