Notable
el torero de Arnedo con un toro complejo de Fuente Ymbro. Joselito Adame,
acoplado y seguro con el mejor toro de una corrida donde predominó la aspereza.
Diego Urdiales |
BARQUERITO
EL
PICANTE AGRESIVO de la casta lo puso el primer toro de Fuente Ymbro; la nobleza
de la bravura bien decantada, el tercero. El uno, astifino de cepa a pitón,
descarado, el más ofensivo de la corrida; el otro, pura armonía. Negro listón
el primero; castaño albardado el tercero, particularmente lustroso. Fueron los
dos únicos toros para celebrar dentro de una corrida de serio escaparate pero
conducta y hechuras muy dispares. Los cuatro que no fueron tan distintos como
los dos que sí.
La
codicia, la fijeza, el temple brioso del tercero, su ritmo tan particular. El
sorprendente son tan de menos a más del primero que llegó a la muleta sangrado
de solo un puyazo cobrado al relance y medido, pero con docena y media de
capotazos de los de darse y estirarse. Una manera de humillar, la de ese
primero, que no es común ni siquiera dentro de la sangre Jandilla, su
procedencia, y una velocidad al tomar engaño y repetir que tampoco. El ritmo
apacible del tercero, su bondad segura, sí se avino a la preceptiva del sello
Domecq.
Uno
y otro cumplieron, además, con otra seña indispensable en el toro moderno: la
duración, que no es exactamente resistencia, pues los dos toros fueron modelo
de entrega. Con su nervio vivo y hasta alguna mirada de más el primero, que se
acostó por la mano izquierda más de una vez; sin mácula alguna el tercero. El
arrastre de los dos se subrayó a modo: aplausos fuertes para el primero,
ovación cerrada para el tercero. El tiro de caballos tardó en aparecer un buen
rato y la demora hizo presentir que pudiera cundir una posible petición de
vuelta al ruedo para el toro. Pasó casi lo contrario: fue ganando cuerpo y peso
la petición de oreja para Joselito Adame.
Con
esos dos toros se vieron las dos faenas redondas de la tarde. De mérito mayor
la de Urdiales al toro que abrió corrida, abono y semana, pues, con su carga de
riesgo, el toro no consintió medias tintas ni líneas ni el menor renuncio.
Faena muy distinguida. Y larga. En la mitad del camino, al cabo de cinco
tandas, tuvo que tomar oxígeno el torero de Arnedo, que consintió los primeros
recados del toro –dos veces se le quedó debajo por la mano izquierda, otras dos
se le venció, unas cuantas escarbaduras, siempre inquietantes- pero sin sufrir
un solo enganchón de engaño a pesar de lo afilado de las dos agujas y de
traerse siempre prendido el toro sin escupirlo.
Luego
del respiro, como una pausa a mitad de faena tan intensa, Diego le pegó al toro
una monumental tanda en redondo, de cinco ligados en los medios y en
semicírculo, encaje perfecto, y un cambio de mano en el remate. Y ahí quedó
sentenciada la pelea. Por lo que fuera, a partir de entonces escoció el toro
bastante menos. Imposible mantener el aire de la tanda mágica, pero sostenida
la melodía toda del trabajo, entero en los medios, abundante, sin baches. Una
bella igualada, casi rajado el toro, una estocada sin puntilla. Y mucho antes de esa fiesta, tras cuatro lances
genuflexos de solo fijar, cinco verónicas de Urdiales de ajuste y vuelo, de las
buenas, y tres lances de brega soberbios. Paco Ureña le hizo al toro un
valeroso quite por gaoneras, el más atrevido de la tarde.
La
faena de Joselito Adame al tercero fue de signo bien distinto. Facilidad, alegría,
soltura, reuniones algo despegadas en general, la sencillez de la suerte entre
aliviada y descargada. Largo metraje, como si al torero de Aguascalientes, que
debutaba en Illumbe, le hubieran dado tanta cuerda como al toro. Pasos perdidos
cuando tocó aguantar, algún muletazo a pies juntos muy de repertorio, dos
molinetes para abrir tanda, de repertorio también. Sitio, oficio, limpieza.
Todo muy sencillo, salvo una estocada que iba a ser a recibir y acabó siendo a
toro arrancado y casi al encuentro, pero en mínima distancia. Estocada
delantera, un solo golpe con la espada de cruceta.
Y
los otros cuatro toros de Fuente Ymbro, que pesaron en la balanza más que los
dos propicios. Distraído, sin celo, parado el segundo. Y una faena machacona
sin brillo de Ureña, que salió cogido por la pantorrilla derecha pero ileso
casi al final del trabajo. Los toros de la segunda mitad de corrida fueron de
ramas y estilo varios. Hondo, corto de manos, el cuarto pegó algún tornillazo
incierto, le levantó los pies a Urdiales y le pisó una ceja al resolverse el
percance. Muchos frenazos, pelea de mansear. De fea traza el quinto,
rebrincado, de meterse mucho por el pitón izquierdo, como acusando exceso de
manejo. Tesonero Ureña en trabajo pautado en paseos. Violento y artero, apoyado
en las manos, el sexto, veleto, gruesas mazorcas, no paró de pegar cabezazos y
trallazos, o de revolverse antes de pasar. De modo que fue más que notable la
entereza de Adame para salir del paso sin volver la cara, sino todo lo
contrario, antes de agarrar un espadazo formidable.
FICHA DE LA CORRIDA
Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo).
Diego
Urdiales, oreja tras un aviso y saludos.
Paco
Ureña, silencio tras aviso y silencio.
Joselito
Adame, una oreja y palmas.
Muy ovacionados Pedro Iturralde y Óscar
Bernal, que picaron a quinto y sexto. Buena brega de Tomás López y Víctor Hugo.
Pares notables de Fernando Sánchez.
1ª de Semana Grande. 9.000 almas.
Veraniego. Semiabierta la pestaña de cubierta. Dos horas y diecisiete minutos
de función.
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