Una faena ambiciosa, rotunda y
poderosa, de son creciente y cautivador. Dos orejas. José Tomás se hace admirar
en una grave versión de sí mismo. Ninguna de sus dos faenas tiene remate a
espada.
BARQUERITO
Fotos. EFE
NI ERA NI FUE un mano a mano de José Tomás y El Juli. Solo
que las circunstancias, incluso con la presencia de Pablo Hermoso, hicieron de
la cosa la corrida del año. Por el dónde, el cuándo y el cómo. El dónde: San Sebastián, donde está pendiente
un proyecto de consulta plebiscitaria que pretende la interdicción de los
toros. El cuándo: la fecha mayor del verano, el segundo domingo de agosto. El
cómo: la cuarta de las solo seis comparecencias de José Tomás para esta
temporada, que podría ser la de su despedida y, al lado, El Juli en año de
plenitud, uno más, uno nuevo. El ambiente echaba humo.
De las cuatro citas de José Tomás, esta fue la mayor: plaza
de primera y, por tanto, más toro que en Alicante, Jerez o Huelva. Para El
Juli, ninguna novedad. Su ganadería predilecta. Los juampedros de Domingo
Hernández y Justo Garcigrande. Tres de Domingo y uno de Garcigrande en el
reparto titular. Solo que el segundo de los tres de Domingo, al salir de la
primera vara, se tronchó por la funda un pitón sin llegar a perderla pero sí a
sangrar, y, claudicante en ese puyazo, desfondado también, llegó a sentarse
tras un segundo picotazo y fue devuelto. Entró en liza un sobrero de
Garcigrande. Los dos garcigrandes en el lote de El Juli. Los dos de Domingo, en
el de José Tomás.
No contó el último garcigrande. Por remolón, rebrincado,
pegajoso, flojito y frágil. De los lances de saludo, manos bajas y a cuerpo
vencido, salió el toro ya batido. A los diez viajes de muleta, tomada en corto,
claudicó asfixiado. El toro devuelto había galopado de salida con estilo de
purasangre. Pareció un contratiempo imprevisto la devolución.
El sobrero, bizco y veleto, apenas 500 kilos, astifino,
corto y bajo de agujas, trapío suficiente, vino a ser el toro que El Juli
estaría esperando para dar la talla y la medida, y romperse como tantas veces,
si no más, en una faena rotunda y rampante, y extraordinariamente iluminada
porque, tras solo una breve tregua primera, fue un chorro de ideas.
La elección intencionada de terrenos: todo en los medios
hasta la hora de irse a cambiar de espada. Las alturas: no forzar por abajo al
toro hasta que no lo vio asentado, y entonces sí, ni tregua ni nada. El orden
mismo de las cosas: las pausas, los cambios de pitón, los cambios de mano en
los remates de tanda, que sorprendían tanto al toro como a la gente. La banda
se arrancó con una brillante versión del Cielo Andaluz, de Marquina.
Con ese fondo, la gran explosión de toreo de júbilo a partir
de un raro detalle: Julián perdió la ayuda de madera y entonces toreó sin ella,
más despacio que antes, con mayor ajuste todavía, con más cara firmeza, en puro
abandono a la hora de trenzar hasta dos tandas cambiadas de mano en el mismo
platillo sin rectificar ni en una sola baza y enroscándose el toro sin sufrir.
Un final apoteósico: el molinete cosido con el ayudado por alto y un péndulo,
cuatro medios circulares cambiados, que son bastante más bellos que los enteros
y da al toro ventaja. Y una estocada con vómito y sin puntilla. Dos orejas.
A sus dos toros les dio José Tomás cumplida fiesta. Dos
faenas de su firma y su rigor. El temple, el ajuste, el valor. Su grave
presencia inimitable. Su expresión abismada de siempre. Dos toros diferentes:
del uno hubo que tirar echando el engaño al hocico mismo de mitad de faena en
adelante porque antes de ese momento amenazó con venirse abajo. Bellos de ver
los tiempos, las salidas de la cara del toro, las llegadas también. Se oyeron
¡bravos! como en las funciones de ópera. Una delicia el final a pies juntos, un
recorte, un desplante, las trincheras. El todo y las partes, con un punto
mayor: una tanda con la diestra de largura excepcional.
Un recital de capa con el quinto de corrida: cuatro lances
genuflexos en el recibo, seis delantales muy revolados ganando terreno para
acabar en los medios, y su remate de dos medias y una larga. Y un quite por
gaoneras, cuatro, después de la primera vara. Brillantes no tanto por el vuelo
como por el encaje. El Juli se atrevió a dar la réplica por tres lances del
Zapopán, el tercero, muy envuelto. Y, en fin, una prolija faena de dominar y
aguantar, de ofrecerse imperturbable en todas las distancias y terrenos, de
levantar a la gente de los asientos después de una cogida en un pase de pecho
codillero. Tras la cogida, una tanda de ocho, nueve y diez. De los de rendir al
toro. Un escalofrío. Otra vez el primor del final a pies junto. No entró la
espada en el primer turno. Solo al segundo intento en el segundo, castigado con
un aviso.
De los dos toros de Bohórquez salió especialmente bueno el
segundo de los dos. Hermoso toreó de maravilla pero estuvo desafortunado al
clavar. El primero no tuvo fuerza ni gas, se aplomó. Y entonces se le atascó a
Pablo el rejón de muerte.
POSTDATA PARA LOS
ÍNTIMOS.- El Antiguo y Ondarreta. Otro mundo.
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Garcigrande/Domingo
Hernández – el 3º, sobrero- y dos -1º y 4º- de Fermín Bohórquez, despuntados para rejones.
Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y saludos.
José Tomás, saludos y oreja tras un aviso.
El Juli, dos orejas y silencio.
Notables en brega y banderillas Miguel
Ángel Sánchez, Miguel Martín, Álvaro
Montes y José María Soler.
Domingo, 14 de agosto de 2016. San Sebastián. 2ª de la Semana Grande.
11.000 almas. No hay billetes. Muy caluroso. Dos horas y dieciocho minutos de
función. El Rey Juan Carlos,
acompañado de la infanta Elena y de
sus nietos Felipe y Victoria, en un burladero de callejón. El Juli le brindó la muerte del tercer
toro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario