viernes, 12 de agosto de 2016

DESDE EL BARRIO: ¿Tan malo es el pliego?

PACO AGUADO

En pleno mes de agosto se ha desatado en España la polémica del invierno: con algo de retraso y dejando escaso margen de reacción a los posibles licitantes, la Comunidad de Madrid ha presentado el pliego de condiciones que regirá el arrendamiento de la determinante plaza de Las Ventas durante, al menos, los próximos cuatro años.

Y, ya para empezar, sin que pasaran ni veinticuatro horas desde la publicación del texto en el Boletín Oficial de la Comunidad, los responsables de su redacción han comenzado a recibir palos hasta en cielo de la boca, en un ataque que está siendo tan continuado, virulento y desmedido que no hace otra cosa que despertar suspicacias.

Pero lo cierto, por mucho que sus pertinaces detractores lo hayan calificado como "muy intervencionista", es que el pliego no difiere demasiado de los de anteriores concursos madrileños… A no ser que se considere "intervencionismo" el hecho incidir más en el control y la vigilancia de determinados aspectos de la gestión, que es lo que corresponde, de toda la vida, a la concesión de un servicio público por parte de una administración local.

Si acaso, la única diferencia sustancial estriba en que este nuevo texto deja margen, y puntúa con amplitud, al aumento del canon económico mínimo por parte de la empresa que lo crea conveniente, haciendo que, si somos demasiado estrictos, se pueda tomar el concurso como una subasta encubierta del coso más importante del mundo, lo que no parece probable.

Pero sea como sea, a sus críticos tanto este punto como todo el pliego en su conjunto, sin matiz alguno, les parece hasta humillante para las posibles empresas que vayan a presentarse y que probablemente serán muchas. Y es que, solos o en compañía de otros, los licitantes serán los de siempre y sin excepción, por mucho que algunos renieguen al principio de la larga partida de póker que hoy mismo comienza en la sede de la dividida ANOET.

Incluso se toma como un agravio de los políticos no la reducción del mínimo de novilladas obligatorias, que ese sí que es un punto negativo, sino que la reducción de 200 mil euros (unos 4 millones 180 mil pesos) con respecto al anterior canon deba ser revertida por la adjudicataria en el mantenimiento de la Escuela Taurina de Madrid.

En cambio, la medida parece muy inteligente pues, una vez que la Comunidad se ha hecho cargo del centro que despreció el ayuntamiento, el gobierno autonómico se pone así la venda antes que la herida frente a la oposición "podemita", que ataca sin piedad todo lo que suene a subvenciones para la tauromaquia y que, de llegar al poder, no tendrá más remedio que aceptar las condiciones del contrato así suscrito con la empresa.

La cuestión es que son tantas y tan agrias las críticas al pliego venteño que parece que algunos estuvieran más interesados en defender la salud de las arcas de la patronal taurina que de alentar las mejoras que pueden acometerse en Madrid contando con los ingentes beneficios que deja la plaza.

Y están tan errados que ni ellos mismo parecen reparar en que esos ingresos aún pueden ser mayores con una mejor gestión del coso. Sobre todo si se consigue, como parece que busca este vapuleado pliego, meter de nuevo al público en la plaza fuera de San Isidro, lo que, evidentemente, aumentaría el cargo de taquilla en un porcentaje fácilmente superable respecto a la triste situación actual.

No deja de resultar chocante que alguno de esos "talentosos" que saben de todo, y más aún de gramática parda, lleven tiempo queriendo acabar con el concepto de Las Ventas como plaza de temporada. Pero eso es exactamente lo contrario de lo que parece pretender ahora la Comunidad de Madrid al valorar muy positivamente, dentro de los exiguos márgenes que deja la puntuación sobre criterios objetivos, el aumento y la mejora de los festejos más allá de los dos grandes abonos.

Sí, es extraño que se ataque el intento de los nuevos regidores autonómicos de volver a convertir Las Ventas en una plaza viva antes y después de mayo. Y de sugerir a las empresas la recuperación de las bien pensadas y multitudinarias nocturnas del verano para acabar de una vez con la dañina y desoladora de los tendidos reconvertidos en un  tablao folklórico para mil y pico de turistas a los que se les venden las entradas más caras, lo que no deja de ser, más o menos, lo que otros hacen en Mijas.

Se trata, pues, de poner a las empresas taurinas a trabajar, de exigirles resultados acordes a sus millonarios beneficios venteños y de no dejarles encallarse en su persistente inmovilismo, ese que, por ejemplo, les ha llevado estos años a anunciar a los decepcionantes novilleros que les sugieren sus amigos comisionistas en vez de esforzarse en sondear y saber quiénes son los más capacitados para torear en Madrid.

Sin control y sin vigilancia, se ha demostrado que las grandes empresas taurinas tienden a simplificar su gestión a los mínimos, buscando el beneficio fácil y la rentabilidad sin esfuerzo. Así que es a ellos, y no a los políticos, a los que se debe exigir trabajar más de lo malacostumbrado en pos de un espectáculo que deberían ser los primeros en defender de cara al futuro.

Ante la crítica situación por la que atraviesa la tauromaquia, un escaparate como el de Las Ventas, el mejor y de mayor repercusión con el que contamos, no puede dejarse al albur de esa oxidada comodidad empresarial mientras la plaza deje beneficios suficientes para poder insistir en la promoción y en la mejora del espectáculo.

Pero si este concurso, en realidad abierto y razonable, tiene algo especialmente bueno, o al menos así lo parece, es que ahora sí se va a puntuar las ofertas de empresarios única y exclusivamente taurinos.

Una vez regenerada desde dentro la Comunidad de Madrid, la patronal del toro no tendrá que volver a buscar obligatoriamente las forzadas alianzas con Fefés, Sanromanes y demás ladrilleros y especuladores adheridos al clientelismo político. Ya sólo por eso, este concurso será el mejor, y el más limpio, de todos cuantos ha tenido Las Ventas en los últimos veinticinco años.

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