PACO AGUADO
En pleno
mes de agosto se ha desatado en España la polémica del invierno: con algo de
retraso y dejando escaso margen de reacción a los posibles licitantes, la
Comunidad de Madrid ha presentado el pliego de condiciones que regirá el
arrendamiento de la determinante plaza de Las Ventas durante, al menos, los
próximos cuatro años.
Y, ya
para empezar, sin que pasaran ni veinticuatro horas desde la publicación del
texto en el Boletín Oficial de la Comunidad, los responsables de su redacción
han comenzado a recibir palos hasta en cielo de la boca, en un ataque que está
siendo tan continuado, virulento y desmedido que no hace otra cosa que
despertar suspicacias.
Pero lo
cierto, por mucho que sus pertinaces detractores lo hayan calificado como
"muy intervencionista", es que el pliego no difiere demasiado de los
de anteriores concursos madrileños… A no ser que se considere
"intervencionismo" el hecho incidir más en el control y la vigilancia
de determinados aspectos de la gestión, que es lo que corresponde, de toda la
vida, a la concesión de un servicio público por parte de una administración
local.
Si acaso,
la única diferencia sustancial estriba en que este nuevo texto deja margen, y
puntúa con amplitud, al aumento del canon económico mínimo por parte de la
empresa que lo crea conveniente, haciendo que, si somos demasiado estrictos, se
pueda tomar el concurso como una subasta encubierta del coso más importante del
mundo, lo que no parece probable.
Pero sea
como sea, a sus críticos tanto este punto como todo el pliego en su conjunto,
sin matiz alguno, les parece hasta humillante para las posibles empresas que
vayan a presentarse y que probablemente serán muchas. Y es que, solos o en
compañía de otros, los licitantes serán los de siempre y sin excepción, por
mucho que algunos renieguen al principio de la larga partida de póker que hoy
mismo comienza en la sede de la dividida ANOET.
Incluso
se toma como un agravio de los políticos no la reducción del mínimo de
novilladas obligatorias, que ese sí que es un punto negativo, sino que la
reducción de 200 mil euros (unos 4 millones 180 mil pesos) con respecto al
anterior canon deba ser revertida por la adjudicataria en el mantenimiento de
la Escuela Taurina de Madrid.
En
cambio, la medida parece muy inteligente pues, una vez que la Comunidad se ha
hecho cargo del centro que despreció el ayuntamiento, el gobierno autonómico se
pone así la venda antes que la herida frente a la oposición
"podemita", que ataca sin piedad todo lo que suene a subvenciones
para la tauromaquia y que, de llegar al poder, no tendrá más remedio que
aceptar las condiciones del contrato así suscrito con la empresa.
La
cuestión es que son tantas y tan agrias las críticas al pliego venteño que
parece que algunos estuvieran más interesados en defender la salud de las arcas
de la patronal taurina que de alentar las mejoras que pueden acometerse en
Madrid contando con los ingentes beneficios que deja la plaza.
Y están
tan errados que ni ellos mismo parecen reparar en que esos ingresos aún pueden
ser mayores con una mejor gestión del coso. Sobre todo si se consigue, como
parece que busca este vapuleado pliego, meter de nuevo al público en la plaza
fuera de San Isidro, lo que, evidentemente, aumentaría el cargo de taquilla en
un porcentaje fácilmente superable respecto a la triste situación actual.
No deja
de resultar chocante que alguno de esos "talentosos" que saben de
todo, y más aún de gramática parda, lleven tiempo queriendo acabar con el
concepto de Las Ventas como plaza de temporada. Pero eso es exactamente lo
contrario de lo que parece pretender ahora la Comunidad de Madrid al valorar
muy positivamente, dentro de los exiguos márgenes que deja la puntuación sobre
criterios objetivos, el aumento y la mejora de los festejos más allá de los dos
grandes abonos.
Sí, es
extraño que se ataque el intento de los nuevos regidores autonómicos de volver
a convertir Las Ventas en una plaza viva antes y después de mayo. Y de sugerir
a las empresas la recuperación de las bien pensadas y multitudinarias nocturnas
del verano para acabar de una vez con la dañina y desoladora de los tendidos
reconvertidos en un tablao folklórico
para mil y pico de turistas a los que se les venden las entradas más caras, lo
que no deja de ser, más o menos, lo que otros hacen en Mijas.
Se trata,
pues, de poner a las empresas taurinas a trabajar, de exigirles resultados
acordes a sus millonarios beneficios venteños y de no dejarles encallarse en su
persistente inmovilismo, ese que, por ejemplo, les ha llevado estos años a
anunciar a los decepcionantes novilleros que les sugieren sus amigos
comisionistas en vez de esforzarse en sondear y saber quiénes son los más
capacitados para torear en Madrid.
Sin
control y sin vigilancia, se ha demostrado que las grandes empresas taurinas
tienden a simplificar su gestión a los mínimos, buscando el beneficio fácil y
la rentabilidad sin esfuerzo. Así que es a ellos, y no a los políticos, a los
que se debe exigir trabajar más de lo malacostumbrado en pos de un espectáculo
que deberían ser los primeros en defender de cara al futuro.
Ante la
crítica situación por la que atraviesa la tauromaquia, un escaparate como el de
Las Ventas, el mejor y de mayor repercusión con el que contamos, no puede
dejarse al albur de esa oxidada comodidad empresarial mientras la plaza deje
beneficios suficientes para poder insistir en la promoción y en la mejora del
espectáculo.
Pero si
este concurso, en realidad abierto y razonable, tiene algo especialmente bueno,
o al menos así lo parece, es que ahora sí se va a puntuar las ofertas de empresarios
única y exclusivamente taurinos.
Una vez
regenerada desde dentro la Comunidad de Madrid, la patronal del toro no tendrá
que volver a buscar obligatoriamente las forzadas alianzas con Fefés,
Sanromanes y demás ladrilleros y especuladores adheridos al clientelismo
político. Ya sólo por eso, este concurso será el mejor, y el más limpio, de
todos cuantos ha tenido Las Ventas en los últimos veinticinco años.
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