El
veterano maestro de Chiva y el joven aspirante de Perú se reparten seis orejas
y salen a hombros en la última de La Magdalena.
ZABALA DE
LA SERNA
Diario EL
MUNDO de Madrid
Foto: EFE
El desgarrador asesinato de Gabriel motivó un
negro minuto de silencio. Un viento desolador batía las esclavinas de los
capotes de paseo de los toreros desmonterados. Enrique Ponce vestía de blanco.
Como cuando debutó con caballos hace 30 años en esta misma plaza. Oro en lugar
de la plata de entonces.
Salió de chiqueros un castaño de Juan Pedro ya con
el poder contado. Ponce aplicó suavidad a las verónicas. Y también en el mecido
quite abrochado con una acolchada larga cordobesa. El santo fondito del toro se
hacía mínimo y el brindis, máximo: Vargas Llosa agarró la montera al vuelo. La
faena, condicionada por el airazo, se desarrolló mimosa y cerrada entre las
rayas. A su altura todo. Las pausas también. La fase zurda fue una pelea contra
Eolo. La plasticidad mediterránea de EP vistió el pulcro andamiaje a pulso. La
efectividad de media estocada entregó la oreja.
La cabeza de Enrique Ponce funcionó con el
privilegio de siempre. Para andar y perderle pasos a aquel cuarto que
aparentaba más y que se quedaba cortito sin sifón. ¡Qué habilidad! ¡Qué don! El
Sabio de Chiva metió a la plaza en el canasto definitivamente en las poncinas.
Y en el enrazado colofón de rodillas. Desplante incluido. Como si empezase.
Hace 30 años ya. El espadazo fulminante en el rincón rondeño volteó los
tendidos. Dos orejas del tirón. Y si el presidente no frena, el rabo pedían. Un
delirio.
"Señor" se llamaba el toro de José María
Manzanares. Más bien señorito de hechuras. Sus trémulos apoyos sostenían a
duras penas su recortado porte. Tan lindo que parecía que el vendaval lo
volatizaría en cualquier momento. Perdía las manos en las de Manzanares. Que
peleó densamente por encontrar el temple. Entre el punteo de la embestida
sonámbula y los mordiscos de los tornados. Lo mató de un metisaca en los
sótanos.
Empujó con bravura el quinto en el caballo. Cuando
ya había subido un punto el volumen de la corrida. José María Manzanares brindó
a Ponce y aprovechó la buena condición del juampedro por la mano derecha. Sin
terminar de humillar pero con continuada nobleza. El bello empaque, algo
encorsetado, de la pieza y un estoconazo caído desataron la pañolada hasta la
oreja. A la espera de su más engranada versión.
Otro brío parecía traer el tercero, un zapato de
la talla 35. Más para venirse que para irse finalmente. Roca Rey dio una
llamada de atención en el quite por chicuelinas. No le importó tampoco salirse
a los medios con la muleta. Como si el viento se hubiera amansado. Y no. Las
resoluciones de las series inconclusas por circulares invertidos levantaron
clamores. Y fueron muchas. O muchos. Las resoluciones y los circulares, digo.
Tanto efecto tuvieron que lo premiaron. Por el descaro y el deseo sostenido del
peruano.
A tumba abierta atacó Roca Rey en el sexto. Desde
las largas cambiadas de rodillas a la apertura de péndulos de la faena. Como
ninguno se movió el juampedro. De viaje y repetición generosos. Motor y
duración. Con el matiz del soltar la cara a últimas. La emotividad de la obra,
la largura del trazo por las dos manos, la ligazón y los golpes de arrebato
-espaldinas y arrucinas- pusieron al gentío a mil por hora. Tal era el ritmo.
Un cañonazo descerrajó la puerta grande. Y por ella se fue con el incombustible
sabio.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Juan Pedro Domecq, terciados, de mayor presencia los tres últimos;
bajos de casta, de contado poder y manejables; de mucho motor y movilidad el
6º.
Enrique
Ponce, de blanco y oro. Media
estocada (oreja). En el cuarto, estocada fulminante y rinconera (dos orejas y
petición de rabo).
José
María Manzanares, de sangre de
toro y oro. Metisaca en los bajos y pinchazo (silencio). En el quinto, estocada
caída (oreja y petición).
Roca
Rey, de gris plomo y plata.
Pinchazo hondo y descabello (oreja). En el sexto, estocada (dos orejas). Salió
a hombros con Ponce.
Plaza de Castellón. Domingo, 11 de marzo de
2018. Última de feria. Lleno.
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