Tres
aficionados representativos reflexionan sobre la actualidad de la fiesta de los
toros.
ANTONIO
LORCA
Diario EL
PAIS de Madrid
Como buenos aficionados a la fiesta de los toros,
son entendidos, críticos, pacientes y fieles. Se les nota que llevan el veneno
de la torería en la sangre, pero también el cansancio que producen unas
estructuras taurinas caducas, rancias y adormecidas de las que se escapan el
riesgo y la emoción. A pesar de todo, uno de ellos ya ha dejado escrito que sus
cenizas se esparzan en el ruedo de su ciudad, y los tres afirman sin titubeos
que, pase lo que pase, morirán como aficionados.
Roberto García Yuste es el presidente de la
Asociación El Toro de Madrid, que reúne a 146 socios, y representa el sector
más exigente (el llamado tendido 7) de la plaza de Las Ventas.
Jesús María Fernández es la voz de la Unión de
Abonados y Aficionados Taurinos de Madrid, que integra a 780 de los 15.000 con
que cuenta la plaza madrileña.
Y Javier López-Galiacho es el presidente del
Círculo Taurino Universitario Luis Mazzantini, formado por 50 aficionados, que
conceden anualmente el Premio Universitario de Tauromaquia Joaquín Vidal.
“Hay que acercar el campo a la ciudad; ya nadie
distingue un jilguero de un gorrión” (Jesús M. Fernández)
A instancias de este periódico, los tres se han
reunido a escasos metros de la plaza de Las Ventas para hacer un diagnóstico de
la tauromaquia del siglo XXI; y en el trascurso de la conversación se ha
traslucido su desencanto ante la gravedad de los problemas que aquejan a la
fiesta, sin renunciar, por ello, a la esperanza de alcanzar soluciones posibles
para que el espectáculo alcance las cotas de interés con las que sueñan los
aficionados.
El más optimista, el presidente de los abonados
madrileños, Jesús M. Fernández, está convencido de que “la fiesta tiene todo el
futuro por delante”, y que “la crisis pasará, aunque el porvenir sea distinto y
evolucionado”.
El más crítico, el portavoz de la Asociación El
Toro, quien clama por que “cada plaza cuente con una comisión de aficionados”,
se recupere “la emoción del toro encastado, bravo y fiero, y que los ganaderos
dejen de hablar de toreabilidad”, y que “las figuras compitan de verdad entre
ellas en el ruedo”.
Y el más desencantado, el presidente del Círculo
Mazzantini. “La fiesta está en caída libre, y nunca ha vivido un momento más
grave que este en toda su historia”, asegura. “Es necesaria una gran sentada de
todo el sector taurino para establecer una estrategia de anclaje de la fiesta
en el siglo XXI”. “Si no somos capaces de hacerlo, —concluye—, la fiesta se
parecerá a la orquesta del Titanic, que sigue sonando mientras el barco se
hunde”.
Jesús M. Fernández considera que “la fiesta está
en crisis, como siempre; continúan las mismas familias empresariales del siglo
pasado y permanecen inamovibles las estructuras privadas y públicas”. “Los
taurinos tienen que salir más a la calle y enseñar el campo; hay que romper la
brecha existente entre el mundo rural y la ciudad”. “Porque nadie distingue ya
entre un jilguero y un gorrión”, concluye.
De parecida opinión es López-Galiacho, persuadido
de que “son muchos los enemigos y de que se está produciendo una
destaurinización de la sociedad como no ha sucedido nunca”. “Los jóvenes
desconocen absolutamente este espectáculo y existe una intencionada opacidad en
los medios de comunicación”, añade. “Hay que abrir las puertas de la ganaderías
a las nuevas generaciones”, apostilla.
“La fiesta está en caída libre” (Javier
López-Galiacho)
Roberto García Yuste incide en que el animalismo
es una amenaza para la fiesta de los toros, (“y un ataque a nuestra
civilización”, apunta Fernández), “pero no menos que el propio sistema y los
taurinos, que son los responsables de la falta de integridad del espectáculo, y
causa de la huida de muchos aficionados”. “Los jóvenes acuden en masa a los
festejos populares porque en ellos sobresalen el riesgo y la emoción, elementos
que se están perdiendo en las corridas de toros”, añade.
El presidente de la Asociación El Toro tiene muy
claro quién manda en la fiesta actual:
“Unos pocos empresarios y unas cuantas figuras que
se lo están llevando todo. Simón Casas y la Casa Matilla son los que más daño
hacen; confeccionan carteles a su antojo, no apuestan por los jóvenes ni por
las novilladas, y siempre torean los mismos y con las mismas ganaderías”.
Jesús M. Fernández denuncia que la iniciativa
pública, propietaria de muchas plazas, se limita a obtener beneficios del
espectáculo, “sin que un solo euro revierta en la promoción de la fiesta”. “Es
inadmisible que el poder público haga negocio con el patrimonio cultural”,
tercia López-Galiacho.
—¿Qué
pintan los aficionados en la tauromaquia moderna?
“Los aficionados no pintamos nada; a los
empresarios solo les interesa que pasemos por taquilla” (Roberto García Yuste)
“Nada”, asevera García Yuste. “A los empresarios
solo les interesa que pasemos por la taquilla y que en el tendido seamos
aplaudidores y triunfalistas”.
“Es el único espectáculo que vive de espaldas al
cliente”, afirma López-Galiacho. “Cualquier empresa moderna busca métodos para
ganar la confianza de los clientes, —prosigue—, menos en los toros. En ninguna
plaza, por ejemplo, se hace una encuesta de satisfacción sobre el producto que
se ofrece a los espectadores; los toros se siguen gestionando con los mismos
modos del siglo XIX”.
Pesimistas se muestran ambos (López-Galiacho y
García Yuste) sobre el futuro. “El horizonte lo veo muy oscuro”, adelanta el
primero. “Creo que en cualquier momento nos podemos encontrar con una
prohibición legal en el Parlamento; partidos políticos muy taurinos como el
PSOE o Ciudadanos están hoy de perfil; es decir, que la fiesta puede
desaparecer como tal, lo que no impedirá que España siga siendo taurina, porque
este país tiene una actitud muy torera ante la vida”.
“El aficionado siempre ha sido pesimista, pero
creo que los toros continuarán a pesar de todo”, opina García Yuste. “Habrá
otro tipo de espectáculo, eso sí, más humanizado y con menos sangre; de hecho,
ya se han perdido los dos primeros tercios, el toro es más suave y abundan los
espectadores poco exigentes y con los pañuelos blancos en las manos”.
Jesús M. Fernández, por su parte, cree que las
figuras actuales interesan, y se inclina por Morante —“el torero más puro que
he visto”—, y Finito, “que tiene una muy buena concepción del toreo”.
El presidente de la Asociación El Toro opina que
las figuras importan al público, pero no al aficionado. “Las vemos porque están
en el abono”, explica, “pero yo no hago ni cinco kilómetros para ver a
ninguna”. Él prefiere a Paco Ureña, Antonio Ferrera y sueña con la aparición de
un tercero que “pudiera sorprendernos a todos”.
López-Galiacho explica así sus preferencias: “Si
sometiéramos la gestión de la feria de San Isidro a una escuela de negocios,
saldrían carteles como estos: un mano a mano entre El Juli y Ureña; otro, con
Ponce y Rafaelillo, y una terna formada por Juan Mora, Antonio Ferrera y
Talavante”. Y coloca sobre la mesa los nombres de dos toreros que le han
emocionado: Dámaso González e Iván Fandiño.
La tertulia toca a su fin, pero la Feria de San
Isidro acaba de ser presentada y requiere una opinión.
“Opino que la cartelería es positiva en líneas
generales”, afirma Jesús M. Fernández. Lamenta la ausencia de los toros de
Cuadri y la comparecencia ‘testimonial’ de las figuras, “aunque ello posibilita
que los más jóvenes tengan su oportunidad”. “No hay más cera que la que arde”,
termina.
“Me parecen las combinaciones más rutinarias y
aburridas de los últimos años”, afirma López-Galiacho. “Merecen un suspenso rotundo;
no contienen ni el más mínimo atisbo de rivalidad, competencia, atractivo o
innovación”.
Finalmente, Roberto García Yuste continúa por la
vía de la exigencia: “La feria no está pensada para el aficionado, muy larga y
poco atractiva, sino para un público ocasional. Nos gustaría un ciclo más
corto, con más gestas de las mal llamadas figuras y más rivalidad. Menos
cantidad y más calidad”. Valora la presencia de ganaderías toristas, echa de
menos a toreros como Juan Mora, José Tomás y Morante, y espera que la afición
sea rigurosa “para que Madrid siga siendo la plaza más importante del mundo”.
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