Fondo y forma, bravura y categoría nada
comunes del cuarto de Alcurrucén. Una oreja, pero solo una para David Mora, más
dispuesto que inspirado. Álvaro Lorenzo firma cosas excelentes.
BARQUERITO
Foto: EFE
SERÁ MUY DIFÍCIL, si no imposible, que en las
cinco corridas pendientes de Fallas embista un toro con el fondo y las formas
del cuarto de los sólo cinco de Alcurrucén que los veterinarios de aduana
dejaron lidiar. Un toro de bandera, "Economista", número 146, 560
kilos, castaño lombardo, carifosco, de llamativa hondura y porte excepcional.
Armado por delante, ni alto ni bajo, de largo cuajo, poderosos pechos, frondoso
cuello, manos cortas. No es común casar tanta armonía con tanto cuajo o tanta
hondura. Trapío.
Una dichosa rareza verlo embestir cincuenta veces
con tan transparente estilo y tan fluido calado. ¡Qué manera de repetir, de ir
descolgando en los primeros compases antes de romper del todo y de hacerlo
clamorosamente! Cuatro o cinco muletazos por tanda y, sin embargo, se tuvo la
impresión de que podían haber sido diez o más dentro de una misma serie. El
ritmo de un purasangre, que llevaba sangrado un puyazo trasero y solo un
picotazo medido, pero bien peleado, porque en la segunda vara el toro romaneó.
Solo en banderillas echó un borrón: esperar y cortar por la mano izquierda.
Antes de banderillas, en un quite delicado y muy bien firmado de Álvaro Lorenzo
-tres verónicas y la media-, escarbó una vez. Entre el primer y el segundo
lance.
David Mora, plantado de rodillas en tablas para
una larga cambiada en el saludo, se estiró en lances de manos bajas cobrados de
dentro afuera, y entonces empezó a cantarse la gloria del toro. Después de
cerrar el tercio de banderillas Ángel Otero, con un par poderoso y rotundo, muy
de los suyos, se pasó un buen rato hasta que David Mora llegó al toro, dejado a
solas en un burladero de sol, entre capotes y la puerta de arrastre. Al cite
primero, de rayas afuera, vino de largo sin excusa. Galopando. Al cuarto viaje,
repetidos los dos previos, ya estaba rodando y pidiendo los medios, que suele
ser el terreno de los toros de bandera. En la muleta se definen esos toros
salidos del joyero. Codicia y fijeza, las dos cosas. Ni un solo renuncio.
Una prolija faena de ritmo menor y desigual
compostura de David Mora, celebrada cuando la banda se arrancó con el inefable
Nerva; de figura algo forzada, de muletazos encadenados sin entrar en honduras
porque no hubo ni que discurrir nada que no fuera dejar al toro ir y volver como
una máquina. Antes de la igualada, enfriada la cosa, una voz del tendido pidió
la vuelta para el toro. Se enroscó el palco. La muerte, tras estocada ladeada,
fue espectacular por la resistencia. Morir de pie entre las rayas, la vista
perdida, un lento viaje hacia tablas pero sin llegar a ellas. Mientras
agonizaba el toro, rompió una ovación cerrada. El toro de la feria.
Dijo el pasado invierno el José Luis Lozano
ganadero que las reatas de los músicos -Trompeta, Clarín, Gaitero y demás- no
son las de mejor nota de Alcurrucén, como se viene diciendo y repitiendo desde
que la familia Lozano se pasó al encaste Núñez, y que había otras mejores.
Pareció una profecía. Habrá que seguir la pista a las nuevas familias.
Si es que se puede, porque los veterinarios
rechazaron cuatro de los nueve toros presentados por José Luis Lozano, se
supone que igual de astifinos que los cinco vistos por la tarde. La categoría
del toro sobresaliente, y la calidad y el buen son del primero de corrida
fueron miel en los labios. El toro de El Ventorrillo que completó sexteto no
tuvo nada que ver con ninguno de los cinco alcurrucenes. Por brusco, por falto
de fijeza, por pararse y escarbar. No estando fuera de tipo -sí ofensivo,
bizco, mazorcas gruesas, palas finas- pareció feo por contraste con el bello
surtido de Alcurrucén, que dio un rollizo segundo toro tardo que pegó algún
taponazo, un tercero que quiso soltarse y un sexto altísimo, todo un mozo
castaño albardado -las albardas, jaboneras- que se fue apagando y, por alto de
agujas, no descolgó.
Álvaro Lorenzo hizo cosas exquisitas y solo
exquisitas, que no es fácil. Auténticas delicias con el capote -toreo de compás
del bueno, de alta escuela- y dos faenas de llamativa suavidad, firmeza serena,
soltura y el sello de la calidad natural. Ni la resistencia a darse del segundo
alcurrucén, que supo sujetar con maestría, ni la mala condición del toro de El
Ventorrillo lo descompusieron. Una bella manera de pisar y estar, una seguridad
sorprendente. Muy bullidor, pero demasiado célere y ligero Luis David Adame,
que está por hacerse y definirse. En el arranque, con el pastueño toro que
rompió plaza, David Mora anduvo fácil, sin apretar.
FICHA DEL FESTEJO
Miércoles, 14 de marzo de 2018. Valencia. 4ª
de Fallas. 4.000 almas. Soleado, templado. Dos horas y veinte minutos de
función.
Cinco toros de Alcurrucén (Pablo, Eduardo y José Luis Lozano) y uno -quinto- de El Ventorrillo (Fidel San Román), que
completó corrida.
David
Mora, saludos y una oreja tras un
aviso.
Álvaro
Lorenzo, saludos tras un aviso y
ovación.
Luis
David Adame, saludos y silencio.
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