El
torero de Almazora corta la única oreja en el aguado regreso de los toros de la
A coronada a su feudo de Castellón.
ZABALA DE
LA SERNA
Diario EL
MUNDO de Castellón
Foto: EFE
Entre la tromba de agua, el arreglo del ruedo y el
homenaje a Victorino por su regreso a Castellón -menos mal que el tributo fue
previo-, el inicio de la corrida se demoró. La lluvia gris y la oscuridad de la
tarde no impidieron una magnífica entrada.
Cuando en el ecuador amainó la tempestad
intermitente, ya había titulares en disputa: los tres avisos que oyó Sebastián
Castella frente a la soberbia izquierda de Varea. A Castella se le atragantó un
victorino que picaba como una avispa cojonera. Chiquito pero matón. Muy vivo y
pronto. Que se puso imposible, perdida la vista pero no la pérfida intención.
Un par de series se tragó. Ni una más. Finas las puntas y afilado el aguijón de
Hebijón. El galo entró a matar con la fe abandonada; el toro esperaba con la
guardia alta. Rajado y en fuga. Cazó el matador, que no lo fue, una estocada
muy trasera. Insuficiente. SC, descabello en ristre, encontraba a Hebijón
tapado y con la escopeta cargada. El dedo presto en el gatillo del arreón. Las
luces para haber vuelto a agarrar la espada se apagaron. Tiempo hubo. Y el
tiempo pasó.
Varea no sólo manejó su zurda con primor. También
el capote. La mano de fuera alta en la verónica traía cierto sabor antiguo. La
media del quite fue superior. Por la cadencia y el desmayo de los brazos. El
victorino embestía de forma diametralmente opuesta por uno y otro pitón.
Desabrido y por arriba por el derecho y entregado y humillado por el izquierdo.
El torero de Almazora dibujó el toreo al natural. Con un embroque y una
profundidad bellísimos. Curvilíneo el trazo que moría detrás de la cadera. Un
cambio de mano fue un cartel de Ruano. La estocada defectuosa en el segundo
viaje le entregó una oreja.
Fandi atravesó el camino de su primera victorinada
sin pena ni gloria. Una ronda de naturales al toro de su estreno quedó como
nota de mayor calado. La obediencia caminadora, pegajosa y sin terminar ni de
irse ni de humillar puso al gentío de parte del animal. El gentío que,
obviamente, sólo percibió la bondad.
Luego, ante el inválido cuarto no hubo caso ni
causa. Ni la facilidad rehiletera se valoró en la escombrera.
Castella no pudo desquitarse con un quinto
larguísimo que se dormía en su vaciedad. Una cosa insulsa que tampoco
descolgaba. Ausente el sello de la A coronada. Huérfana de todos los rasgos de
la casa.
Cuando el último cartucho de Victorino enseñó
también su pólvora mojada, el recuerdo de aquellos gloriosos y encastados
cierres de La Magdalena cobró aún más fuerza. Tan lejos de esta vuelta. Varea
no perdió la dignidad con el manso.
VICTORINO / El Fandi, Castella y Varea
Toros de Victorino Martín, muy desiguales de presentación; pobres de casta y
bravura.
El
Fandi, de nazareno y oro. Media
estocada tendida (silencio). En el cuarto, pinchazo y media estocada
(silencio).
Sebastián
Castella, de grana y oro. Cuatro
pinchazos, estocada trasera y desprendida y varios descabellos. Tres avisos
(pitos). En el quinto, pinchazo y estocada desprendida. Aviso (silencio).
Varea, de verde botella y oro. Pinchazo y
estocada casi entera contraria y tendida (oreja). En el sexto, estocada
atravesada y descabello (silencio).
Plaza de Castellón. Sábado, 10 de marzo de 2018.
Penúltima de feria. Casi lleno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario