Asegura
que «todos tenemos la obligación de atraer al público con el mejor espectáculo
que se pueda».
ANDRÉS
AMORÓS
Diario ABC
de Madrid
Para muchos aficionados, Diego Ventura es, ahora
mismo, el número uno de los rejoneadores. El pasado 17 de septiembre, en
Murcia, indultó al toro «Perdido», de Los Espartales: la primera vez que
conseguía eso un rejoneador, en cosos españoles. Tiene el récord de salidas a
hombros en Madrid y en Sevilla. Inicia ahora su temporada número veinte, desde
su alternativa: sorprende ver que no toreará en Castellón, Valencia ni Sevilla;
en Madrid, todavía no se sabe. Lo explica todo a los lectores de este
periódico.
—Quizá no
le han llamado para Castellón y Valencia porque en los dos festejos se lidian
toros de Bohórquez, que dijo que no quería torear.
En Castellón y Valencia no me hubiera negado. Lo
dije sólo para Sevilla y Madrid, donde el ruedo es grande, se lidia otro toro y
hay otra exigencia. Después de cuatro años matando la de Bohórquez sin suerte,
pedí otro tipo de toro. No tengo nada contra esos toros, he triunfado con ellos
varios años pero creo que, en el momento en que están, no son los más adecuados
para el espectáculo que quiero dar.
—Lo normal
es que las figuras intenten aliviarse. Usted, en cambio, pide un toro más
fuerte, con más movilidad, y se lo niegan. Suena paradójico.
Es una muestra de respeto al público y de mayor
exigencia, para mí. El rejoneo no debe ser sólo cortar orejas: con un toro que
se mueva más, yo puedo transmitir más emoción.
- Ha
abierto la Puerta del Príncipe diez veces, más que ningún otro rejoneador. ¿Qué
ha pasado, este año?
Nadie pensaba que yo no toreara en Sevilla, este año.
Pensábamos que se buscaría una solución. Propusimos dos: que hubiera dos
corridas de rejones o que interviniera yo en una mixta: ya lo hice, en el 2008,
y salí en hombros. Se negaron a las dos cosas.
—Ha
reaccionado anunciando que matará seis toros, en Espartinas. ¿Le hubiera
gustado hacerlo en Sevilla?
¡Por supuesto! Lo he hecho ya en Huelva, en Ronda
y en Sevilla, con buen resultado. Supone un gran esfuerzo, hace falta tener una
cuadra muy amplia y sentirse muy seguro.
—Ha elegido
la misma fecha en que hay corrida de rejones en Sevilla: parece una declaración
de guerra…
No quiere serlo. La Maestranza tiene su abono,
nosotros partiremos de cero, en la taquilla. Me lo han pedido muchos
partidarios míos que acuden a Sevilla, en esas fechas. El público decidirá a
qué espectáculo prefiere acudir.
—En Madrid,
donde ha abierto la Puerta Grande 14 veces, ¿qué va a pasar?
Todavía no hemos hablado. Cumplo este año veinte
de alternativa y quiero algo especial: una corrida de seis toros o un mano a
mano con Pablo Hermoso de Mendoza, la otra gran figura. Lo de los seis toros
llevo ya dos años pidiéndolo: en su primer año como empresario, Simón Casas me
dijo que no era el momento; que, en el futuro, lo podíamos hablar. Lo vuelvo a
pedir, para este año. El mano a mano con Pablo tendría mucho gancho para el
público, al que todos nos debemos.
—Si no
aceptan que mate seis toros ni un mano a mano con Hermoso de Mendoza, ¿no
vendrá a San Isidro?
Lo confirmo plenamente: si sólo me ofrecen un
cartel de tres rejoneadores, no estaré en San Isidro.
—Esa
decisión, ¿no sería muy perjudicial para usted?
¡Desde luego! También, para todos los que desean
verme, en Madrid, con la máxima exigencia.
—Su
temporada se está poniendo muy difícil
No es una novedad. Hace años que no toreo en
Zaragoza ni en Nimes (la última vez, corté un rabo). Todavía no he debutado en
Pamplona, Vitoria ni Logroño; en Bilbao, sólo he actuado una vez… El público
debe opinar si es justo.
—¿No está
exigiendo mucho?
A las figuras del toreo a pie se les tiene en
cuenta, a la hora de elegir el ganado. ¿No se merece lo mismo un rejoneador?
Sobre todo, si no busca aliviarse sino dar un espectáculo mejor.
—Mucha
gente no entiende bien qué significa la alternativa, en el rejoneo.
Como en el toreo a pie, supone matar toros, en vez
de novillos. Un matador a pie ya nunca torea novillos. Algunos rejoneadores, en
cambio, aceptan torear novillos, en plazas menos importantes. Eso no da
categoría al toreo a caballo.
—Todo lo que
tiene lo ha logrado con su esfuerzo.
Procedo de una familia muy humilde pero mi padre
siempre me ha apoyado. Al comienzo, lo pasamos fatal: no teníamos dinero para
reunir caballos, ni para comprar vacas. La profesión de rejoneador es muy
costosa.
—¿Se
considera rejoneador portugués o español?
Intento conjugar las dos cosas: nací en Portugal
pero, desde los tres meses, vivo en España, también me considero sevillano.
Antes, el rejoneo tenía más pureza en Portugal; ahora, quizá un poco más, en
España, gracias a una serie de grandes figuras.
—¿Cuáles
son sus referencias artísticas?
Joao Moura, Javier Buendía, Manuel Vidrié; los
Peralta, Álvaro Domecq; Pablo Hermoso de Mendoza, Ginés Cartagena…
—Ha
evolucionado desde la espectacularidad hacia el clasicismo.
Al comienzo, no tenía caballos de alto nivel y
necesitaba triunfar a toda costa: me entregaba por completo y eso llegaba a la
gente. Si no cortas orejas, no subes peldaños. Pero siempre tuve muy claro a
dónde quería ir y ahora lo estoy consiguiendo.
—¿Qué
significó el indulto de Murcia?
Ha sido la tarde más importante de mi carrera. No
es cierto que, en rejones, el toro no necesite humillar. Igual que a pie, ha de
tener fijeza, temple, duración. Este toro de Los Espartales tuvo todo eso.
Indultar un toro tan bravo es bueno para la ganadería y para nosotros.
—Esa tarde
también toreó a pie, como otras veces.
Me encanta, desde chico. En casa, toreo muchas
becerras. Si mi padre no hubiera sido rejoneador, quizá yo hubiera intentado
ser torero a pie.
—Suele
decirse que es mucho más arriesgado torear a pie que a caballo.
No lo creo, las dos cosas tienen su riesgo y su
gran dificultad. Algunos genios del toreo a pie, como Juan Belmonte, Carlos
Arruza y Paco Ojeda, no llegaron a esa altura, como caballeros. En los dos
terrenos, ser figura es dificilísimo, hay que saber cuándo debes arriesgar
mucho. A pie, dependes más de ti mismo; a caballo, dependes mucho de tu
montura.
—¿Cuántas
horas diarias dedica a montar?
Habitualmente, de ocho a diez; antes de las grandes
Ferias, más.
—¿No se
cansa o se aburre?
El cuerpo está acostumbrado. Peor es el cansancio
mental: a veces, a las diez de la noche, con frío, te dicen que te quedas fuera
de una Feria y te preguntas si vale la pena… Los aficionados te animan mucho,
con su apoyo. Y el toreo a caballo nunca me cansa, sigo con la misma ilusión
del primer día.
—En este
momento, ¿cuántos caballos tiene?
Preparados para torear, 25. Muchos de ellos son
nuevos, van a debutar este año. Y otros 75 más, entre yeguas y potros. Algunos
más, en América. Desde hace años, yo los preparo; casi todos, han nacido en
casa. Comienzan a actuar en público hacia los 4 años y duran hasta los 16-17.
—Todo esto
supone una organización económica importante.
Muy grande. Al personal, las instalaciones y los
transportes hay que unir las vacas, para el entrenamiento. Muchos rejoneadores
no tienen lo gastos que yo tengo. Lo compenso algo vendiendo a otros compañeros
los caballos que a mí no me sirven. Todo mi toreo depende de ellos: cada uno tiene
su personalidad, es el adecuado para un tipo de toro y para realizar una
suerte. Ahora mismo, tengo una cuadra muy completa: eso me permite ensayar
nuevas suertes y plantearme nuevos retos.
—¿Le
afectan tantas polémicas?
Personalmente, no: sé muy bien lo que puedo hacer.
Por eso me arriesgo a dar este paso: quiero torear en San Isidro mano a mano
con Hermoso de Mendoza o yo solo, seis toros. Sí me siento tocado, como
aficionado. Cuando se ataca tanto a la Fiesta, tenemos la obligación de atraer
al público con el mejor espectáculo que se pueda.
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