Claro que me alegra que la nueva empresa de mi
tierra, Castellón, haya levantado el interés de la Magdalena. Otra cosa es que
avanzara en la recuperación de un espectáculo global; donde los tres tercios
tuvieran su fundamento y su brillo. La empresa la forman Manuel Chopera, el
hijo de José Antonio (para mí, junto a José Luis Lozano y Pablo Lozano forman
el trío de grandes hombres vivos de la Fiesta, con sus errores, como todo el
mundo, pero con su saber y conocimiento y visión del espectáculo) y Toño
Matilla. El que apenas se deja ver pero que está en casi todas partes. Le ves
de uvas a peras, su nombre no figura en docenas y docenas de carteles que firma
otro pero que hace posible Matilla. Al trío empresarial de Castellón hay que
añadir a Alberto Ramírez como gerente. Alberto fue matador de toros y un hombre
culto, hijo de Pepe Luis Ramírez, uno de los primeros toreros que yo vi en
Castellón en mi tiempo de estudiante interno en los Escolapios.
Han hecho carteles atractivos, han hecho una
magnífica publicidad y han logrado que la plaza casi se llenara, como pocas
veces, muchas tardes.
Ese es el camino. Ahora solo falta un poco más de
toro; y pedirle a los actuantes que recuperen el tercio de varas y el tercio de
quites. Y esto no es un capricho. Si esto se cumple el cliente está deseando
volver. Porque sale más satisfecho como aficionado.
En Castellón han pasado cosas llamativas. La casta
de dos figuras veteranas: Juli, en arrebato de entrega y defendiendo su lugar y
categoría. Ponce, que cada día parece que descumple, y esta temporada, que es
la vigésimo novena -¡vaya tela!- como matador de toros, ya veis cómo ha estado
en Castellón. Ha vuelto al blanco y oro y a empatar con tres trofeos con Roca
Rey. Ponce aumenta en su talento y torería y descumple en años. Ya es historia.
Y posiblemente ya nadie, nunca, superará sus récords, sus números. Me gustó
Talavante, entre otros. Y ese Varea, Dios mío, tan desigual: toca techo o toca
suelo. Pero está a tiempo y deben de dejarle un hueco. Con el capote tiene un
vuelo torero y especial; y con la muleta en la mano izquierda tiene lo único
que no venden en El Corte Inglés: torería. Manzanares está en el rodaje de la
nueva temporada y Talavante me gustó mucho. Torero creativo y nunca repetitivo.
Y en mi tierra, un escalón más en el año del adiós de Juan José Padilla, un ser
humano excepcional. ¿Como torero? Como tú quieras catalogarlo. Yo te digo que
tiene mucho mérito con todo lo que lleva encima. Y un corazón como una catedral.
Y no dará un paso atrás hasta el último toro, del último día, del último año,
de su carrera.
EN SEVILLA IMPORTAN LAS FIGURAS Y EN
MADRID ES EL TORO
De la digestión de la feria de Valencia hablaremos
la semana próxima. Pero rápidamente llegará la feria de Sevilla. Es curioso y
creo que el empresario Ramón Valencia tiene razón: “El cliente de la Maestranza
solo acepta carteles de figuras, al menos en una mayoría evidente en la feria”.
Es su concepto. En Sevilla importan las figuras. Y en Madrid lo primero que
importa es el toro. Por eso la feria maestrante necesita carteles caros y
cargados de nombres sonantes; y la de Madrid pide por encima de todo
pluralidad: “Más toro y más emoción y mezclar figuras con novedades y aceptando
con gusto lo que podríamos llamar clase media”. Me refiero a los que visten de
luces. Por eso son tan diferentes los carteles de una y otra feria.
La historia a veces da la sensación de repetirse.
Ramón Valencia hace una feria muy del estilo de don Diodoro; y Simón Casas hace
una feria muy en la línea de José Luis Lozano. El pasado siempre retorna. Al
menos en la esencia. En Sevilla están casi todas las figuras; y en Madrid casi
todos los encastes. Dato: hay dieciocho festejos en Las Ventas que lo que sale
por chiqueros no es encaste Domecq. Y esa pluralidad la quiere y la pide la
afición de Madrid. Simón Casas, Rafael García Garrido, director general de
Nautalia, y su gerente, Nacho Lloret, están planteando el futuro de la fiesta
de los toros más cerca de la realidad que de los sueños. Y eso no es malo
porque el mundillo taurino o ha sido manirroto o cicatero; y tal vez han
faltado gestores que planteen su labor a plazo más largo.
VA A SER UNA TEMPORADA CLAVE PARA LA
CAMADA DE JÓVENES
Y esta temporada tiene por los ruedos un gallo
bravo llamado Pepín Liria. Ha triunfado y se ha ganado el respeto con señoras
corridas de toros. Vuelve para una temporada muy corta, media docena más o
menos, pero no viene a pasearse porque va a estar en esa arena dura de Pamplona
donde ha matado “el toro de la carretera”, cuando se referían al de Osborne que
te saludaba por las carreteras. Ahora ya los que quedan en los márgenes de las
autovías ni tienen nombre ni su propietario es siquiera de este país. Suerte
Liria. Casta.
Va a ser un año clave para la camada joven: Ginés
Marín, Juan del Álamo, Garrido, Luis David Adame, Román, Álvaro Lorenzo, López
Simón, Colombo, Galdós, etc. Ahí se cuece parte del futuro. En la feria de
Madrid están casi todos; y tres generaciones unidas desde Ferrera, Curro Díaz,
etcétera, a las figuras (Juli entró y es bueno), a toreros muy “madrileños”
como Paco Ureña (la ausencia doliente de Sevilla) y tal vez Urdiales sea la
ausencia doble; aunque en Madrid declinó la oferta. Faltan algunos, claro, el
que más se echa en falta tal vez sea Miguel Abellán. Pero decían los taurinos
antiguos algo real: “Las ferias las contratan unos y, a veces, las torean
otros”. Mejor que no, aunque históricamente era así, con muchas bajas en la
temporada. Otros tiempos. / Redacción APLAUSOS
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