El
genio sevillano reflexiona sobre la situación de España y la Fiesta: «Los toros
volverán cuando la gente recupere su alegría»
ROSARIO
PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC
de Madrid
El arte volverá a hacernos libres. A su tiempo,
cuando todo pase, cuando los abrazos pierdan el miedo. Se destapará entonces el
misterio sin versos sueltos ni nueve metros cuadrados de por medio, la torería
de José Antonio Morante (La Puebla del Río, 1979) saldrá de la fragua y una
verónica servirá para soñar en la soledad del confinamiento.
—¿Volverán
los toros?
Por supuesto, cuando la salud de todos mejore,
cuando la ciencia encuentre una vacuna y la gente recupere su alegría y el
acercamiento social. Para qué quieren que haya toros ahora, si hay miedo y
cuando una persona ve a otra se cambia de acera para no cruzarse. ¿Cómo les vas
a vender una entrada entonces para una corrida? Hay una psicosis con
fundamento. La gente va a tardar un tiempo en coger confianza, en ir a fiestas,
en relacionarse.
—Los toros
se han incluido en la fase 3 de la desescalada cultural, siempre que haya nueve
metros cuadrados por espectador. ¿Cómo ve la medida?
Eso son pamplinas. Todo una ruina, pero, aunque no
sea factible dar toros así, es un pasito más.
«No estoy de acuerdo en dar toros sin público, parte
fundamental del propio acontecimiento»
—Se habla
de la posibilidad de televisar corridas sin público. ¿Qué opina?
No estoy de acuerdo. El toreo es cultura, una
fiesta donde el público forma parte fundamental del propio acontecimiento. Frente
a esta crisis que nadie podía esperar, todos intentan aportar ideas, unos dicen
una cosa y otros, otra. Puede que yo no tenga razón, pero al ver que esa idea
de televisar toros va hacia delante, me he preocupado. Para mí entraña un
peligro grande: cuando las cosas se manipulan es posible que luego no regresen
a la normalidad de antes. A Romero le decía Rafael de Paula que había que saber
esperar en las tardes malas. Y en este tiempo malo, en estas tardes malas, hay
que saber esperar. Esto no es un deporte, donde además la tele tiene muchos
patrocinios y se puede mantener de otra forma. El toro no los tiene y el dinero
que las televisiones dan por corrida es ridículo.
«Yo intento ser guardián y vigía para mantener la tradición;
cuanto más antigua, mejor; cuanto más esencia, mejor»
—¿Esos
euros no son clave para mantener ciertas ferias y honorarios?
Es un dinero ridículo. Por tema económico no tiene
ningún sentido. Pero a veces se pone en una balanza si interesa que todos
puedan ver las corridas.
—¿Y si
peligrase la plataforma y la conexión con los aficionados?
El canal Toros de Movistar+ puede hacer infinidad
de reportajes para mantener a los abonados activos y contentos. Y no tiene por
qué ser dar una corrida sin público, que es un sacrilegio. Tampoco se puede
repetir mil veces una corrida. Hay mucho que hacer: reportajes de la
naturaleza, los pájaros, el agua, la lluvia... O un tentadero, que es de las
cosas más íntimas y apreciables que se pueden retransmitir, para que los
aficionados conozcan cómo tienta cada ganadero, qué tipo de secretos utilizan,
su estilo, la forma de embestir. Todo eso está ahí. Hay que sacar las cámaras
al campo. Que no haya toros este año tampoco es el fin del mundo, que algunos
hablan como si se fuera a acabar. Aunque no podemos compararnos a un deporte
mundial, si no se dan partidos, ¿se va a acabar el fútbol? Imagínese una feria
con sus casetas vacías. ¿Qué sentido tiene? No debemos caer en eso.
—¿Estaría
dispuesto Morante a dejarse televisar en un tentadero?
Sí, siempre que se mantenga el misterio, lo
permitiría. Sería imprescindible vivir la esencia, con mucho respeto y atento a
la voz del ganadero. Lo que no me gusta es que se esté comentando todo el
tiempo.
—¿Ve a la
televisión pública dando un paso al frente?
La cadena pública debería tomar conciencia de
volver a retransmitir toros cuando se recupere la vida normal, pero con este
Gobierno, nada partidario, habrá que esperar.
—Se respira
un ambiente de división de opiniones con el asunto televisivo. ¿Cuál es el
sentir de sus compañeros?
Hablo poco con ellos. Como muchos piensan lo que
piensan, al obtener mi negativa con las corridas televisadas sin público, ya no
me llaman más. Mi deber es decir que no estoy de acuerdo.
«No confío nada en este Gobierno, redirigido por Pablo
Iglesias, reacio al mundo del toro»
—¿Dónde
queda eso de renovarse o morir?
Si se reinventa algo, ¿cómo le das la vuelta
luego? Yo intento ser guardián y vigía para mantener la tradición; cuanto más
antigua, mejor; cuanto más esencia, mejor. Con tantas penurias de la gente, con
tantas personas que lo están pasando muy mal, lo de menos es celebrar. Y los
toros son celebración.
—¿Cómo está
afectando esta crisis al sector taurino?
Los ganaderos son los que más sufren. Alimentan a
los toros de su bolsillo. Los empresarios han hecho ya una inversión en
Valencia, Castellón, Sevilla... Han gastado su dinero en publicidad.
Verdaderamente, tienen un panorama inmediato dramático. Todos estamos
perjudicados, pero al igual que los otros sectores del mundo cultural. Y como
somos cultura, el rito de la lidia y muerte no lo podemos hacer por algo
económico. La cultura es algo más profundo.
—Esta
temporada no parece fácil que vayan a sonar los clarines.
A ver qué pasa a partir de agosto. Si no hubiese
este año, esperemos que sí haya el próximo. Es cuestión de saber sufrir, para
empezar otra vez, a lo Unamuno: «Decíamos ayer...» Me da mucho miedo que el
mundo del toro caiga en un mundo de espectáculos deportivos y se trunque la
relación con los pueblos. García-Trevijano decía que cuando los pueblos dejan
de comunicarse, la cultura deja de existir. El público es imprescindible. Hay
que saber esperar.
«Hago de albañil, de pintor, de carpintero, quito y pongo
cuadros, hago de fontanero, de electricista, ordeño cabras...»
—Estará
loco por volver a torear.
No tengo ningunas ganas. Ningunas. Le mentiría si
dijera lo contrario.
—¿Y a qué
se dedica durante el confinamiento?
Me cuido, intento mantenerme delgadito y
fuertecito. Hago de albañil, de pintor, de carpintero, quito y pongo cuadros,
arreglo un suelo, hago de fontanero, de electricista, ordeño cabras... Siempre
muy pendiente de la actualidad política y sanitaria. Admiro mucho a los
sanitarios y a nuestras fuerzas del orden, pero lo que no salgo es a aplaudir a
las ocho de la tarde. No me apetece.
Guarda silencio. Piensa el sentimiento, siente el
pensamiento morantista. La voz callada da paso a una reflexión: «Me preocupa el
tema de las puyas, actualmente se usa una excesiva. Prefiero una menor, con las
cuerdas de antiguamente y ese tope de antaño. Así el toro iría muchas más veces
al caballo porque el torero lo pondría más. Fíjese que lo que digo va en contra
de mi acomodo, pero sé que es fundamental para recuperar la suerte de varas.
Ahora, antes de que llegue el toro, ya estamos diciendo al picador que levante
el palo. “¿Para esto te he traído yo tan lejos?”, le digo cuando estamos en
América. Quiero recuperar este tercio con la puya más pequeña».
«Quiero
recuperar la suerte con una puya con el tope de antaño. El toro iría más veces
al caballo»
—¿Algún
puyazo al Gobierno?
Creo que la crisis se ha atajado demasiado tarde y
tampoco la Unión Europea, que no me gusta con tanta burocracia, ha sido
estricta. Cuando se comparten culpas, todo queda en agua de borrajas. Aunque me
siento muy orgulloso de ser andaluz, tampoco soy partidario del tema de las
autonomías. Crean patrias chicas y separatismos como los que sufre España. En
lo taurino, los empresarios no pueden tener una carga tan fuerte. Hay que
reducir costes. Las plazas públicas no pueden convertir los concursos en una
subasta económica, que es lo que han sido hasta ahora.
—¿Qué
impresión le causa el trato del Ministerio de Cultura a la Fiesta?
No sabemos si hablan de verdad o de mentira, pero
no puedo decir nada en contra del ministro. En quien no confío es en el
Gobierno, redirigido por Pablo Iglesias, reacio al mundo del toro, y con Pedro
Sánchez de presidente, que dijo que nunca le verían en una plaza.
—¿Dormiría
usted tranquilo con Iglesias en su cuadrilla?
Habría que preguntarle a Pedro Sánchez qué tal las
noches con Pablo.
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