'Confinados'
en la dehesa, su día a día transcurre entre las corridas que no se lidian. Los
mayorales de los ganaderos de Baltasar Ibán, Jandilla, y Alcurrucén son
conscientes de la gravedad de la situación: "En los tiempos malos hay que
trabajar el doble".
GONZALO I.
BIENVENIDA
@GonIzdoBienve
@GonIzdoBienve
Diario EL
MUNDO de Madrid
Su día a día se desarrolla habitualmente en el
aislamiento. Darían su vida por los animales que cuidan y por la familia que
mantienen. Suelen vivir en el campo, al pie del cañón, sin conocer horarios. Su
forma de trabajar es ajena a la prisa del asfalto. Buscan la eficacia en la
faena campera pese al riesgo que entraña bregar con toros bravos. Son la
excepción del país paralizado por el coronavirus.
Sus labores no les permiten quedarse en casa sin
atender a los animales: "El toro no tiene la culpa. Estamos preocupados,
pero intentamos que el día a día sea como antes", asegura Domingo
González, mayoral de Baltasar Ibán. Lleva 30 años en el Cortijo Wellington, en
la sierra madrileña. Su instinto curtido por el tiempo le llevó a hacer un buen
aprovisionamiento: "Lo primero que hice fue encargar para un mes entero
pienso y paja. Sé que no hay problemas de transporte cuando está justificado
pero así evitamos la entrada continua de personal ajeno a la finca en estas
circunstancias".
La función del mayoral consiste en llevar la
máxima responsabilidad de la camada. Cuando la ganadería lidia una corrida, el
mayoral debe viajar con ella a la plaza de destino y no separarse hasta que se
lidie. Algunas plazas de toros tienen dependencias para que pernocten los
conocedores -como se les denomina en el Sur- hasta que se lidie la corrida.
Ángel Pérez habría viajado ya a la Feria de Fallas
con la novillada de Jandilla. El virus se ha llevado a un señor del campo
bravo, a Borja Domecq, mucho más que un jefe para él: "Estoy viviendo dos
crisis en una. He perdido a mi maestro, a quién nunca olvidaré por todo lo que
me ha enseñado. En el campo, estamos tristes. Los días se hacen largos. Estamos
consternados". La ganadería debe seguir su curso, ahora en manos de Borja
hijo que ya la dirigía desde hace tres años. La camada cuenta con unos 80 toros
de saca, su destino ahora es una incógnita por el mazazo de esta crisis al
sector taurino, pero Ángel y su equipo no escatiman esfuerzos por los animales:
"Mi manera de pensar es que cuando las cosas van mal, hay que esforzarse
el doble que cuando van bien. Si algún toro se pone malo, o se dan alguna
cornada, nosotros mismos les curamos porque tenemos experiencia, aunque si
ocurriera algo grave podemos llamar a los veterinarios que están activos".
Las dos corridas de Alcurrucén preparadas para San
Isidro continúan en El Cortijillo cuajando su seriedad para mayo. Teo González
es consciente de la delicada situación: "El futuro es oscuro, nosotros
mantenemos los toros porque no sabemos qué va a pasar pero lo que está claro es
que no se van a lidiar pronto". Las medidas de precaución para evitar
contagios también están instauradas en el campo: "Por estar en el campo no
estamos exentos de coger este virus aunque tenemos menos probabilidad de contagio
aun así mantenemos las reglas de distancia, parece que estamos todos reñíos
-bromea- y de material como guantes y mascarillas". La logística de los
Lozano parece ideada para el propio abastecimiento: "Hacemos el pienso y
la paja nosotros mismos, estamos menos limitados que en otras fincas",
concluye Teo que suma dos décadas al frente de la vacada.
De la nueva generación de mayorales, algunos
tienen una importante presencia en las redes sociales. Uno de ellos es Ángel
Sánchez que a través de su cuenta de Twitter (@SanMayoral) hace una gran labor
ya que muestra las labores de campo, en este momento en la ganadería salmantina
de Gómez de Morales. Así relata su día a día: "Anímicamente afecta mucho
saber lo que está pasando ahí fuera. Nuestro trabajo es de riesgo, a la hora de
montarte a un caballo si puedes evitar una situación complicada tratamos de
evitarla porque sabemos que los hospitales están llenos". La cruda
realidad que vive el campo, al que la crisis económica golpeará con fuerza:
"Si el ganadero no factura, ¿cómo va a mantener todo esto?". La
pregunta retórica hace eco en el campo charro. Mientras tanto, estos hombres
entregan su vida al toro bravo.
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