El
hijo del rey de Atenas dio muerte al Minotauro y logró salir vivo del imposible
laberinto de Creta
ROSARIO
PÉREZ
@CharoABCToros
Diario ABC
de Madrid
«Teseo, primer matador de toros, según la
mitología griega». Así figura en «El Cossío», en su tomo sobre la Fiesta. Y es
que según la mitología Teseo, hijo clandestino de Egeo, rey de Atenas, dio
muerte a ese Minotauro nacido del romance entre Pasífae y el Toro de Creta. La
venganza de Poseidón llegaría pronto y, aquel ser, mitad animal, mitad hombre,
solo comía carne humana.
Semejante bestia fue encerrada en un laberinto que
construyó el artesano Dédalo, un laberinto del que todo aquel que entraba nunca
salía. Era devorado por el Minotauro con el que el rey Minos de Creta «tenía
tan aterrorizados a sus vecinos que todos los años le pagaban un tributo para
que los dejara en paz». Así comienza el capítulo «Teseo y el Minotauro» del
libro «Mitos Griegos» (Anaya), de Geraldine McCaughrean y Emma Chichester
Clark, con traducción de Jaime Valero.
Tal y como contamos en ABC.es en un artículo el
pasado año, mientras el Minotauro vagaba por el laberinto del palacio de Creta,
ocurrió una desgracia: Andrógeno, hijo del rey Minos, fue asesinado tras ganar
una olimpiada y su padre declaró la guerra a Atenas, que acabó rindiéndose. La
rendición tuvo un precio: entregar siete hombres y siete mujeres al terrible
laberinto. Y así lo hacía el rey de Atenas, Egeo.
Harto de tal salvajada, su hijo Teseo se
envalentonó y zarpó junto a otros trece jóvenes para Creta mientras su padre le
pedía que si lograba su propósito alzara una vela blanca en su embarcación; de
lo contrario, desplegaría una de color negro.
Ovillo de hilo
Aunque son muchas las versiones -alguna dice que
el propio Minos exigió el sacrificio de Teseo-, según se relata en «Mitos
griegos», el príncipe de Atenas dio un paso al frente y se ofreció el primero
para adentrarse en el laberinto. Estaba muy oscuro y no sabía qué camino
tomar... Cada paso conducía a una muerte segura.
Pero el héroe recibió la ayuda de Ariadna, la hija
del rey Minos enamorada del joven. Le dio un ovillo de hilo (un rollo de
cuerda, dice el citado libro) para saber por dónde regresar en caso de acabar
con el Minotauro.
«Teseo avanzó a tientas en la oscuridad -relata
"Mitos Griegos"-. Era cierto: sin la cuerda, no habría tardado en
perderse sin remedio en aquel laberinto de pasadizos sinuosos. De pronto, sus
dedos rozaron una mata de pelo áspero y cálido, después la curvatura huesuda de
un cuerno. El Minotauro rugió junto a su oído y derribó a Teseo de un empujón.
Lo pisoteó con sus pezuñas afiladas. Le propinó un golpe que le obligó a soltar
la cuerda. Pelearon completamente a oscuras. El monstruo, mitad hombre, mitad
toro, le estrujó entre sus brazos peludos y le azotó con su cola. Pero Teseo le
agarró por los cuernos y los giró primero hacia un lado, después hace el otro.
Le pateó, le embistió, forcejeó con él, y finalmente la bestia profirió un
balbuceo y cayó muerta».
Son muchas las versiones sobre cómo murió el
Minotauro: unos dicen que Teseo lo mató a puñetazos, otros que le clavó su
propio cuerno y algunos que llevaba una espada entregada por Ariadna.
La cuestión es que el valiente Teseo pudo salir
sano y salvo de aquel laberinto. Ariadna se marchó con él. Pero no hubo final
de vino y rosas. Según explica Carlos García Gual en «Diccionario de Mitos»,
«Dionisio, enamorado de Ariadna, la raptó y se la llevó a Lemnos, donde yació
con ella y engrendó a Toante, Estáfilo, Enopión y Parapeto». Y a Teseo se le
olvidó cambiar la vela negra por la blanca, por lo que su padre, al ver desde
la Acrópolis la tela azabache, pensó que su hijo había sido devorado por el
Minotauro, se arrojó al vacío. Cuenta la leyenda que de ahí el bautismo del Mar
Egeo.
Según se cuenta en «El Cossío», Teseo no solo mató
al Minotauro, sino también al toro de Maratón. Y añade: «A la muerte de Egeo,
subió al trono de Atenas, tomó pate en la guerra de los centauros, en la
conquista del vellocino de oro y en la caza del monstruoso jabalí de
Calidonia». De ahí, la conclusión inicial: «Teseo, primer matador de toros».
(Nota: un estudio realizado por Antonis Kotsonas y
publicado en «American Journal of Archaeology», apunta a que el laberinto nunca
existió. Este especialista ha llevado a cabo una profunda investigación a
través de referencias literarias y materiales relacionadas con el mito a través
de varios milenios. Su conclusión es que la mítica construcción que alojaba al
Minotauro solo es una «memoria abstracta» de tiempos ancestrales y que no está
relacionado con un monumento real).
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