ANTONIO
LORCA
Diario EL
PAÍS de Madrid
“La crisis ha llegado en el peor momento para las
ganaderías de toros bravos. Nuestro sector es estacional y el invierno es una
época de resistencia. Esperábamos los primeros ingresos económicos de la
primavera, pero todo se ha paralizado. No sabemos qué va a pasar, pero vamos a
ser muy damnificados”.
Victorino Martín, uno de los ganaderos más
prestigiosos, y presidente de la Fundación del Toro de Lidia, habla desde la
dehesa cacereña de Coria, donde pastan sus toros. Comenta las dificultades a
las que se enfrentan los criadores, y espera la llamada del ministro de Cultura
para negociar medidas que mitiguen las graves consecuencias de la crisis para
todos los estamentos profesionales taurinos.
“Es lógico, por otra parte, que lo último que se
permita sean las grandes concentraciones de público, lo que nos lleva a pensar
que la crisis nos coge de lleno y por todas partes. De todos modos, soy
optimista y espero que todo haya cambiado para el verano; debo serlo, porque,
de lo contrario, perdería el sosiego”.
Martín no quiere pensar que no se celebren
festejos taurinos durante toda la temporada de 2020. “No puedo planteármelo
porque un año y medio sin ingresos llevaría a la ruina a muchos ganaderos, y
sufrirían otros sectores económicos, como la hostelería, la restauración o el
transporte. La tauromaquia no es solo una fuente de riqueza en sí misma, sino
que genera una gran actividad paralela”.
“El precio medio de un toro bravo para el matadero es de 700
euros”
—¿Está
diciendo que desaparecerían ganaderías?
“Por supuesto. De hecho, ya hay ganaderos que
están mandando toros y vacas al matadero”.
Victorino Martín cuenta que su camada para este
año es de 100 toros, y si no lidia “habrá una parte de esos animales que se
perderá, tendría que reducir los gastos de explotación [la plantilla de la
empresa la forman 18 personas] y pedir financiación externa; los toros que
tienen cinco años no se podrían lidiar el año próximo y habría que buscarles
otra salida”.
—¿Se
refiere al matadero?
“Es una de ellas, y, en función del peso, el
precio medio de un toro bravo para el matadero es de 700 euros”.
La crianza de un animal para la lidia —el dato lo
aporta el ganadero— supera los 5.000 euros a lo largo de su vida; y un toro
adulto consume siete kilos de pienso diarios, lo que supone casi tres euros.
“Solo en alimentación”, aclara Victorino Martín, “sin incluir mano de obra ni
cuidados sanitarios”.
El ganadero rechaza, además, una hipotética
modificación reglamentaria que permitiera la lidia de un toro con seis años.
“No es una buena solución. Provocaría un sobrante
de animales que habría que sumar a los que ya están elegidos para la lidia. Son
toros fuera del mercado. Y no hay que olvidar el coste de su alimentación y
cuidado durante un año más”.
—Pero
siempre se ha dicho que una ganadería brava no es negocio…
“En líneas generales, no, y suele estar apoyada en
otras actividades, como la agricultura, el ganado manso, el cerdo… La ganadería
brava no suele ser la actividad principal porque no suele funcionar como
negocio”.
—¿Ha
llegado, pues, el momento de la reconversión?
“Es verdad que más de 1.000 ganaderías bravas son
muchas, pero algunas son testimoniales; otras, muy pequeñas y muchas que no
lidian más que a puerta cerrada. No obstante, ha llegado el momento de la
reconversión de toda la sociedad en general, y la ganadería brava no será una
excepción”.
“El ministro de Cultura ha sido muy claro: atenderá a la
tauromaquia”
Por otra parte, Victorino Martín, presidente de la
Fundación del Toro de Lidia, espera que se concrete próximamente la prometida
reunión con el ministro de Cultura para analizar la situación del sector y
obtener ayudas del Gobierno.
“El ministro nos llamó por teléfono y estamos
seguros de que nos atenderá”, explica. “Es el momento de la sensatez, de la
lealtad y de esperar. [José Manuel] Rodríguez Uribes ha sido muy claro. Ha
dicho que tiene que cumplir la ley y atenderá a la tauromaquia. Nosotros no
queremos precipitarnos, y no tomaremos ninguna medida si no se nos discrimina”.
El sector taurino solicita al Gobierno dos bloques
de medidas. El primero, un plan de mejoras a los decretos ya publicados sobre
la economía en general para que recojan la especificidad de la tauromaquia; y
el otro, un conjunto de 17 apartados sobre problemáticas concretas del mundo
taurino, tales como una reducción del IVA, la revisión de los criterios de
cotización de los profesionales, impulsar líneas de financiación, exención de
cargas fiscales, etcétera.
—¿Cree
usted que los taurinos están unidos para afrontar una negociación de este tipo?
“Creo que sí. La carta que presentamos al
ministerio fue consensuada por todos los sectores. Además, es el momento del
cambio. Vienen tiempos difíciles para todos”.
El virus arruina al ganadero y condena al toro: el matadero,
último destino
Rafael Cabrera,
aficionado, una voz crítica y reconocida de la tauromaquia
—También
deberá cambiar la fiesta…
“Sin duda. Pero hay que partir de que es el único
patrimonio cultural que no solo no recibe subvenciones de los Presupuestos
Generales, sino que paga cifras astronómicas por alquilar recintos estatales; y
que los medios de comunicación públicos lo ignoran a pesar de que es el segundo
espectáculo de masas del país. Está claro que habrá un antes y un después de
esta pandemia, y el mundo del toro deberá adaptarse a los cambios si no quiere
desaparecer”.
—Y todo
ello, a pesar de la corriente antitaurina…
“Ya hemos dicho que el frente antitaurino es una
industria muy potente, con unos presupuestos brutales, pero se debe imponer la
lógica, y esta dice que mientras los españoles quieran toros, habrá que
respetarlos. Si algún día se prohíbe la fiesta, será la sociedad la que deberá
reflexionar si acepta la censura y el pensamiento único, y que alguien nos diga
cómo tenemos que vivir, pensar y disfrutar del ocio. Pero, por el momento, solo
nos queda esperar la llamada del ministro”.
Victorino Martín está convencido de que la fiesta
de los toros saldrá adelante. De momento, guarda la cuarentena en sus fincas de
Coria, pendiente de los efectos de la pandemia y del teléfono con el prefijo
del Ministerio de Cultura.
“En fin, mi estado de ánimo es de una profunda
inquietud por la situación del país, por las personas que están muriendo o que
lo están pasando mal”, termina; “yo mismo tengo en casa familiares de riesgo,
como mi madre, que tiene 91 años, o mi esposa, que ha sufrido una grave
enfermedad hace poco, pero también necesitamos calma para adoptar las
decisiones más acertadas en estos momentos tan difíciles”.
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