martes, 14 de abril de 2020

Luto y pesar en lugar de gloria

La Maestranza mantiene el cierre en el emblemático Domingo de Resurrección
JOSÉ LUIS BENLLOCH
Redacción APLAUSOS

Este Domingo de Resurrección (taurinamente) no ha sido tal. Velos de incertidumbre cubren arenas y palcos. Nubes negras en el horizonte. Candados en las puertas de chiqueros. No hay toros. Los miedos los traen otros vientos y los sueños... los sueños, sueños son. Hay luto y pesar en lugar de gloria. Pasadas las Fallas y la Magdalena, las ferias de la apertura grande de la temporada, hoy tocaba la gran gala de la Maestranza de Sevilla. El Domingo de Resurrección es Sevilla, no hacen falta más apelativos. Tiene difícil, imposible, comparación y también vocación de apertura oficial impulsada por la magia del escenario, gran teatro, eso, más que plaza teatro, y por ese sentido patrio de los sevillanos que tanto admiro y tanto echo a faltar demasiadas veces en mi Valencia.

La del Domingo de Resurrección no es ningún año una corrida de toros más desde que Diodoro y Curro, empresario poco apegado a los dividendos y por tanto rara avis entre los de su oficio, y torero en este caso no menos singular en su gremio, decidieron que ese era su día y su creación, su legado a mucha honra y ya nadie ha querido apearse de ese altar costase lo que costase, que había años que costaba lo suyo sin que pareciese importar, lo que sale por lo que entra y lo que entraba era mucho para la ciudad, para la categoría de la plaza, para las biografías de ambos y para el toreo en general. Hoy, maldito virus, las puertas de la Maestranza, lo mismo que ha ocurrido a lo largo de la Semana Santa con la capilla del Baratillo, la de los Marineros, la basílica del Cachorro y la de tantos otros templos religiosos de la ciudad, permanecerán cerradas a cal y canto y no habrá divinidades paganas que portear por su glorioso pórtico ni vanidades que pasear en sus aledaños.

"Velos de incertidumbre cubren arenas y palcos. Nubes negras en el horizonte. Candados en las puertas de chiqueros. No hay toros. Los miedos los traen otros vientos y los sueños... los sueños, sueños son"

No ocurría nada parecido, ni siquiera los años de la guerra en los que no hubo feria aunque sí toros en abril. Algo parecido a lo que sucedió en Valencia con las Fallas, que desde que las fiestas josefinas son feria solo se dejaron de dar los tres años de la Guerra Civil aunque sí se dieron toros durante la temporada -salvo en 1938-. Es evidente, o eso me temo, que esta no es menos guerra, al menos en lo que se presume que va a ser la salida, que ya muchos llaman posguerra. Así que esta mañana soleada en el Arenal, cuando ya han desaparecido túnicas y capirotes de los balcones, qué remedio, los blazer azules, las corbatas primaverales, las rayas bien hechas y la gomina de los jovencitos y menos jovencitos con las que todos los años vestían las vísperas feriales, tendrán que esperar. ¿Hasta San Miguel?... Y lo dicho de Sevilla sirve para Madrid, para Arles, para Málaga… para todas las plazas que celebraban con toros la salida de la Cuaresma.

LA ILUSIÓN DE SAN MIGUEL

Yo firmaría ya mismo que por septiembre hubiese que engrasar los goznes de los chiqueros y los de la Puerta del Príncipe para que entrasen los aficionados y para que saliesen los matadores. Soñar es bonito y también difícil porque hay que ver lo que estamos pasando con este toro marrajo por incierto y traicionero que se nos ha venido encima y también, sin que suene a política, por la impericia de los peones y lidiadores en los que confiamos la brega, que no aciertan a sujetarle ni mucho menos a dominarle.

"Hoy era la vuelta de Talavante en España, que ayer debía haber toreado en Arles, ciudad camarguesa que anda queriéndole quitar la capitalidad taurina a Nimes"

El cartel de hoy estaba cargado de interés. Tenía de todo, incluido polémica, más interesada, digamos pasional, que argumentada, que tampoco está mal. Debía abrir terna Morante, cada día más heredero del padre Curro en cuanto a pasiones y singularidad. Morante es Morante. A saber qué vestido habría preparado para la ocasión, él, tan dado a la originalidad indumentaria y tan atrevido, tendría preparada su sorpresa o no sería Morante. Y a partir de ahí lo seguro es que nos habremos perdido cuanto menos un mazo de verónicas mecidas, muy reunido, muy acompañadas de la pasión de los tendidos, que esperan lo sublime y lo contrario para enaltecer lo primero y abroncar lo segundo, sin ira naturalmente y sin que nunca se pierda la esperanza de que en el siguiente cambien la tornas y venga a visitarle la santa inspiración y entonces... Son los privilegios de determinados artistas. Claro que para tenerlos hay que ser muy artista.

Hubiésemos visto a Talavante en su vuelta en España, porque ayer debía haber toreado en Arles, ciudad camarguesa que anda queriéndole quitar la capitalidad taurina a Nimes. Las competencias en buena lid nunca fueron malas. Una de las desgracias que ha traído el virus ha sido ponerle sordina a la vuelta del extremeño, uno de los toreros con más misterio de los últimos años y en estos momentos más necesario. Difícil de encajar en ningún apartado que no sea el talavantismo. Rara avis en la plaza y en la calle. Con el secreto inescrutable de las emociones...

"Yo firmaría ya mismo que por septiembre hubiese que engrasar los goznes de los chiqueros y los de la Puerta del Príncipe para que entrasen los aficionados y para que saliesen los matadores. Soñar es bonito..."

Y hubiese estado Roca Rey, al que ya apuntan los rifles de la oposición, duro privilegio de los líderes pero privilegio al fin y al cabo. Que hablen de uno aunque… pues eso. Dicen que ha impuesto la ganadería, sería el primero que mandando en las taquillas no impusiese ganadería a su gusto y si esta es la triunfadora de los últimos años cabe poco que objetar. Y en este caso los toros debían haber sido de Garcigrande, divisa a la que pertenecía el famoso toro Orgullito indultado en esa misma plaza en la feria de 2018.

Ahora, es evidente, lo primero es lo primero, toca esperar a descorchar tantas ilusiones. Quizás en septiembre, por San Miguel… Ojalá.

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