Recorrido
por la ruina del estamento olvidado del sector taurino a través de los hombres
de confianza de Paco Ureña y Enrique Ponce, Juanvi de la Calle y Daniel Rosado:
ellos son el rostro y la voz de 600 hombres
MARÍA
VALLEJO
@m_vallejo_
Diario EL
MUNDO de Madrid
El resultado de una tarde de toros se escribe a
veces a oscuras. Desde la soledad de una habitación de hotel. Junto al escudero
fiel, cuyas manos preparan con mimo y en silencio la silla donde se visten los
miedos. El mozo de espadas es el hombre clave del matador. Una especie de
filial de sí al otro lado de las tablas que sostiene al hombre y cuida la
puesta en escena del torero. Son, dicen, los rock manager de los matadores de
toros. Pero el backstage del toreo es terriblemente más duro: largas temporadas
fuera de casa, inviernos sin ingresos, cobro al día, salarios escasos y
difíciles prestaciones por desempleo. "Nuestro perfil no es muy distinto
al de un circense". Ahora, la pandemia del coronavirus sacude con especial
dureza a un gremio que ya vivía en el alambre. Juan Vicente de la Calle, mozo
de espadas de Ureña desde hace cinco años, ha contabilizado la catástrofe del
Covid-19: "En los festejos que hemos perdido desde que se decretó el
estado de alarma [Castellón, Valencia, Arles y Sevilla], hubieran actuado 134
mozos de espadas y 132 ayudas. Más los 200 de San Isidro. No somos conscientes
de la cantidad de profesionales que actúan en cada feria, pero hablamos del pan
de un volumen enorme de gente".
Su oficio se encuadra en el grupo siete de
profesionales taurinos, que engloba a novilleros con y sin picadores, mozos de
espadas y ayudas. "La base de cotización es tan baja que para cobrar
cuatro meses de paro tenemos que trabajar dos años. Hay un porcentaje muy
grande que ahora mismo no está recibiendo ninguna ayuda. Espero que tanto los
sindicatos mayoritarios como los del sector logren algún tipo de medida para
paliar esto porque estamos totalmente desprotegidos", afirma De la Calle
tras haber pasado casi un cuarto de siglo al frente del sindicato de mozos de
espadas y ayudas.
"Lo peor no es la falta de ingresos, sino
hasta cuándo va a durar. El espectáculo taurino depende de masas de público. Ni
siquiera es como el fútbol, que podría empezar a puerta cerrada. ¿Cuándo vamos
a poder dar espectáculos de más de 500 personas? Nadie lo sabe", dice
Daniel Rosado, mozo de espadas de Enrique Ponce. "La situación es
dantesca. Arranca la temporada, toreas una corrida y, de un miércoles a un
sábado, salta la bomba: te quedas parado y desamparado. Yo tengo la suerte de
haber hecho una campaña americana muy buena [20 corridas] y lo que he ganado
allí es lo que me voy a comer para salir de ésta. Pero a América vamos cuatro
privilegiados. El resto de compañeros llevan parados desde octubre y están
preocupadísimos. Sé de algunos que llegaron a marzo en reserva. Y en esta
situación hay que seguir manteniendo hogares, hijos, créditos, hipotecas...
Manteniendo una vida, al fin y al cabo. Porque la actividad para pero los
recibos no dejan de llegar. ¿Si se para la economía por qué no se paran también
las hipotecas, el agua, la luz y el gas para que podamos emplear lo que nos
queda en comer? El que no tenga un colchón u otra cosa... ¡Dios mío de mi
vida!".
Los salarios no ayudan a dotar reservas. "El
sueldo neto para los mozos de espadas de matadores del grupo B [por debajo de
las 36 corridas anuales] gira en torno a los 400 euros por tarde, en función de
la categoría de la plaza. En las de primera son 490. Y, si la corrida es
televisada, hay que sumar unos 140 euros de derechos de imagen. El ayuda cobra
unos 200 por tarde. Para los que cobramos al día y vivimos en el alambre, este
parón es una ruina. Creo que somos el escalón más desprotegido del toreo",
dice el mozo de espadas de Ureña. El de Ponce echa de menos el rescate estatal
y un mayor empuje por parte del sector: "Somos los grandes olvidados del
Gobierno y no veo que haya un acercamiento contundente por parte del mundo del
toro. Es increíble que, después de estar toda la vida pagando impuestos, el
Estado no te ofrezca absolutamente nada a lo que agarrarte. Odian la Fiesta y
lo tienen a huevo para dejarnos morir. Deberían ser conscientes de la riqueza
que generamos".
"He estado mucho tiempo en el grupo especial,
pero también he vivido las épocas de vacas flacas, en las que toreaba mucho
menos y tenía que buscarme la vida. Siendo un cargo de confianza, la
exclusividad y entrega al matador son absolutas. Vives para él y no es fácil
buscar otras cosas con las que ir parcheando. Es una profesión durísima. Tanto
económica como anímicamente. Quizá por eso cada vez faltan más profesionales
que se dediquen a esto", dice De la Calle.
De mirar la inclemencia a los ojos podrían ambos
escribir ríos de tinta. Juan Vicente ha recorrido un largo camino de sílex
junto a Paco Ureña, que conmemoraba en marzo el aniversario de su vuelta a los
ruedos después de la tragedia de Albacete. El toro del coronavirus le cogió
cuando iba a saborear por fin las mieles del triunfo. Anunciado con las figuras
en todas las plazas (salvo Sevilla) tras las apoteosis de Bilbao y Madrid.
"Rozar el podio de los elegidos y que se te desplome también es un golpe
moral muy duro". Ponce celebraba 30 años en la cima del toreo. En Valencia
caía la efeméride: "Un sonido de giraldas en el apoteósico aniversario del
maestro", tituló Zabala de la Serna su crónica imaginaria de aquella tarde
que no fue. El mismo escenario que vio estallar su rodilla catastrófica a
comienzos del año de la muerte y resurrección de Mariano de la Viña. "Fue
lo más fuerte que he vivido en mi vida. Lo vimos entrar muerto a la enfermería
y nadie esperaba que viviera. No hay dinero que pague esa dureza", dice
Rosado.
Ureña, cuenta su mozo de espadas, fue el primero
en tender la mano a sus hombres cuando la pandemia comenzó a arrasar la
temporada: "Fue el primero en ponerse al frente y ofrecernos su ayuda para
cualquier cosa que necesitemos. Dice que somos una familia y yo así lo siento.
Cuando te subes una furgoneta para jugarte la vida, es importante hacerlo con
buena gente". El tributo de Ponce a 30 años incombustibles era no parar.
"Quería torear muchísimo esta temporada", cuenta Rosado. "Ahora
sólo nos transmite positividad. Es otra de sus mil virtudes: jamás pierde la
calma. Dice que vamos salir de esto. Y esto claro que lo haremos. El mundo del
toro es un depredador nato y colosal, pero no olvidemos que la cornada es
gravísima y estamos en las peores manos que podíamos estar".
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