sábado, 11 de abril de 2020

Toros y coronavirus

Lo que conviene aprender de una crisis
El COVID-19 afecta a todos los sectores y el toreo no iba a ser una excepción. El problema es el cómo y el cuánto. El cómo es "de lleno". Los más afectados: como siempre, son los más débiles, los menos protagonistas. El cuánto: es "todo lo posible"; porque viendo tambalearse con la crisis a sectores robustos, ¿qué podemos esperar de un negocio cogido con alfileres? Son criterios muy oportunos, que Juan Sánchez Sánchez-Ocaña analiza con acierto en este artículo.

JUAN SÁNCHEZ SÁNCHEZ-OCAÑA

Vaya por delante que, con la gente luchando por su vida, el toreo no está en un segundo plano, está del septuagésimo quinto para arriba. Aunque es algo obvio, conviene aclararlo porque siempre hay alguien detrás de la mata. Pero resulta que taurologia.com está dedicado a los toros y es de lo que a mí me gusta perpetrar estos artículos. Al lío.

El COVID-19 afecta a todos los sectores y el toreo no iba a ser una excepción. El problema es el cómo y el cuánto.

El cómo es “de lleno”. Los más afectados, como siempre, son los más débiles, los menos protagonistas y, también, los que menos culpa tienen (no del virus, claro, de la medida de las consecuencias en el sector). El de las almohadillas, el portero, el de las cocacolas, el chófer, el ayuda, el torero modesto que con dos o tres corridas junta lo justo para no tener que depender de nadie para pasar el año…

Los ganaderos, con toros cinqueños que se van a quedar sin lidiar, con toros a los que echar de comer sin saber cuándo van a salir. Los empresarios independientes, que alguno habrá, los apoderados sin respaldo de las casas oficiales. Las figuras también, ojo, que cada uno firma la hipoteca acorde a lo que ingresa. Las cuatro familias que manejan el cotarro. E, indirectamente, unos cuantos también. ¿Cuántos trajes se han dejado de recoger? ¿Trastos? ¿Y los fotógrafos? (Aquí algunos van a tener más suerte, los que disparan en modo ráfaga por un pase en el callejón, no van a notar diferencia). Los del canal temático casi tampoco, repeticiones pueden seguir poniendo.

El cuánto es “todo lo posible”. Porque viendo tambalearse con la crisis a sectores robustos, ¿qué podemos esperar de un negocio cogido con alfileres? El desastre, con un poco de suerte. No hay colchón del que tirar, llevan años (décadas) viviendo al día. El toreo está en el alambre económicamente y el coronavirus puede ser el catalizador perfecto para que implosione (lean este artículo de Zabala y Madueño).

Todo el mundo en el sector (los empresarios por delante, pero todo el mundo en mayor o menor medida) llevan rebañando más tiempo del que aconseja la prudencia, no dejando ni las migas. Cero visión de futuro, ningún trabajo por el conjunto del sector. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo y para mí.

No hay ingresos atípicos (y cuando los hay ya nos encargamos los aficionados de saltar al cuello, que esa es otra…), la publicidad no puede ser más endogámica. Tanto que ahora no hay nada que publicitar. Y no hablamos de los que están deseando meterle mano a la tauromaquia y van a encontrar en este parón un gran aliado.

Y como único y pequeño oasis, porque tampoco somos capaces de ponernos de acuerdo en eso, la Fundación del Toro de Lidia. Con sus carencias y sus errores, pero dando la cara y tomando la iniciativa.

Cuando pase, que pasará, a ver qué medidas se toman, qué cintura muestran, qué apertura de miras. Si hay alguien que mire por todos y no (sólo) por sí mismo, me doy con un canto en los dientes.

Por cierto, con todo, escuchar que el atraso es que los toros no se pueden dar a puerta cerrada es un poco ridículo. Ni siendo el sector más fuerte del país, con mucha publicidad y la tele pegándose por retransmitir, los toros tienen ningún sentido a puerta cerrada. Si no, llevarían retrasmitiendo tentaderos desde hace años.

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