Esta
tarde no se abrirán las puertas de la plaza de la Maestranza pero merece la
pena recordar la rica historia taurina de una jornada que no siempre fue como
hoy la entendemos
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario
CORREO DE ANDALUCÍA
No podrá ser. La corrida –con toda su polémica se
ha quedado en los papeles. Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Andrés
Roca Rey no podrán despachar esta tarde la traída y llevada corrida de
Garcigrande que sirvió de comidilla en la gestación de los carteles. No habrá
toros en esta tarde del Domingo de Resurrección; tampoco se ha celebrado el
pregón matinal que tenía que haber pronunciado el escritor y académico catalán
Félix de Azúa; ni habrá Feria... y tal y como de desarrollan los efectos de
esta nefasta pandemia cada vez cobra más fuerza una triste certeza: 2020 se quedará sin toros...
Nadie vivo recordaba una Semana Santa sin cofradías; tampoco conocemos ningún
aficionado contemporáneo que pueda fijar una tarde de Resurrección con la plaza
de la Maestranza cerrada a cal y canto. Llegados a este punto merece la pena
hacer un ejercicio de memoria para poner en pie la variada historia taurina de
una jornada que no siempre brilló como hoy la conocemos...
Un vistazo al último siglo largo del hoy lujoso
festejo pascual revela distintas épocas y orientaciones hasta que la cita se
acabó convirtiendo en el ‘meeting’ glamuroso que hoy entendemos. Para ello,
tuvo mucho que ver la definitiva forja del currismo, perfectamente enhebrada
con la visión del recordado empresario Diodoro Canorea, que transformó un
festejo de circunstancias en un escaparate de lujo. El centenario de la trágica
muerte de Joselito el Gallo nos puede servir de punto de arranque y es que la
Edad de Oro del toreo dejó su impronta en la corrida del Domingo de
Resurrección. Marcaremos el inicio en 1913, primer año completo de matador de
Joselito y temporada de la alternativa de Belmonte. Pero fue El Gallo, mano a
mano con Bombita, el que actuó en Pascua. Juan Belmonte se asomó al cartel en
1914 y repitió en 1916, mano a mano con Joselito. Volverían a actuar juntos de
nuevo en 1920 para despachar ocho toros de González Nandín en unión de Ignacio
Sánchez Mejías y Chicuelo. Mes y medio más tarde –la corrida de Pascua fue un 4
de abril- se cerraba toda una época del toreo con la muerte de José en Talavera
de la Reina...
De la Edad de Plata a la posguerra
La caída del coloso de Gelves abrió la puerta de
la fecunda –y sangrienta- Edad de Plata. Chicuelo actuó como único espada en
1921. El diestro de la Alameda de Hércules se convertiría en actor habitual en
estos años junto a toreros como Varelito, Marcial Lalanda, Manolo Litri,
Algabeño, Posada, el Niño de la Palma... Ese tono medio se mantiene en la
década siguiente aunque hay que anotar -además de alguna novillada- el rabo que
cortó Pepe Bienvenida en 1939 alternando con Cagancho y el infortunado Pascual
Márquez, que había revolucionado el cotarro algunos años antes como novillero.
Los primeros cuarenta son los años de Manolete y
Pepe Luis que, aunque se prodigan en la plaza de la Maestranza, no aparecen en
los carteles pascuales. La corrida de Resurrección mantiene el pulso gracias a
toreros como Pepe Bienvenida o el mimo Pascual Márquez, que otorgan la
alternativa a José Ignacio Sánchez Mejías el Domingo de Resurrección de 1941.
En el terreno anecdótico podemos reseñar la corrida de 1944: El Estudiante y
Mario Cabré caen heridos y dejan a Cagancho, el gitano de los ojos verdes, con
cuatro toros para él solito. Podemos anotar a toreros como Manuel Martín
Vázquez, Gallito, El Calesero, Albaicín, la alternativa de El Yoni... la década
no da para más.
Se llora a Manolete, caído en Linares en 1947, y
llegan los 50. Pero el lujo de hoy seguía quedando muy lejos. Ángel Peralta
comenzó a asomarse a unos carteles en los que se podía destacar la presencia de
toreros como el viejo Chicuelo, Gitanillo de Triana, Rafael Ortega, Cagancho,
Cayetano Ordóñez, Antonio Bienvenida... Gregorio Sánchez, que cayó herido, tomó
la alternativa en 1956 y un juvenil Antonio Ordóñez se anunció junto a Manolo
Vázquez en 1958 para darle la alternativa a Rafaelito Chicuelo, hijo del genio
de La Alameda. El mismo tándem repetiría en el 59 para doctorar a Mondeño,
aquel torero místico –figura indiscutible del momento- que pasaría por un
convento dominico.
De la Edad de Platino a los años de
plomo
La década prodigiosa, los felices 60 de la Edad de
Platino del toreo, tampoco tuvo reflejo en la programación del Domingo de
Resurrección. Es frecuente la presencia de los hermanos Peralta a caballo para
abrir un cartel en el que desfilan toreros de segunda fila. José Julio, Dámaso
Gómez, Corpas, Limeño, Oliva, Zurito o Palmeño, entre otros, marcan el tono
discreto de esta década. Ni rastro de Camino, Puerta, El Viti, Ordóñez, El
Cordobés...
Curro Romero se anunció por primera vez en
Resurrección en 1969. Lo volvería a hacer cuatro años más en ese período pero
la corrida es aún un festejo de circunstancias en el que no aparecen las
figuras del momento.
Hay que advertir que el Faraón de Camas –torero de
culto y fieles partidarios- tampoco era aún el fenómeno sociológico que
llegaría a ser algunos lustros después. En esos años podemos recordar los
nombres de Pepe Limeño, Barea, Riverita, Rafael Torres, Palmeño, Marismeño,
José Antonio Campuzano, Currillo... No faltan las alternativas. Son las de
Rafaelito Torres en 1970; Marcelino en 1971; la de Antonio Alfonso Martín en el
78 o la del bravo artista ecijano Pepe Luis Vargas, que llega en 1979. En 1980,
con Ostos, Ángel Teruel y Manolo Cortés se eleva el tono y se da cierre a una
época.
Vuelve Manolo Vázquez
Pero es, definitivamente, la reaparición de Manolo
Vázquez la que abre un nuevo tiempo que no se puede entender sin la presencia,
prácticamente ininterrumpida, de Curro Romero en perfecta simbiosis con Diodoro
Canorea. Los dos viejos amigos terminarían de dar carácter al festejo pascual
pero la fecha de partida es 1981: Manolo Vázquez le dio la alternativa a su
sobrino Pepe Luis en presencia de Romero, que alternó con Paula y Manzanares al
año siguiente, el de los Mundiales de Fútbol. En 1983 compareció de nuevo el
nombre de Manolo Vázquez, que se retiraría triunfalmente ese otoño alternando
con Antoñete. Su compañero en Resurreción había sido Curro. Y el tercero, otro
toricantano: el extremeño Juan Mora.
Paquirri se anunció en Resurrección por única vez
en 1984. Algunos meses más tarde pasaría a la inmortalidad en Pozoblanco. Curro
y Galloso completaban la terna. Pero es que Curro no se apeó ya del cartel
hasta 1992 aunque ese año -el de las desmesuras de la Expo- sí se anunció en el
lujoso festejo del Lunes de Pascua. El camero alternó con Paula en 1985 para
darle la alternativa a Lucio Sandín, que había perdido el ojo el año anterior
toreando en Sevilla. En 1986 aparecieron los nombres de Rafael de Paula y
Espartaco, que en esa misma feria forjaría su propio despegue hacia la cima del
toreo con el célebre toro ‘Facultades’ de Manolo González. Curro vuelve a
preceder a José Antonio Campuzano y Pepe Luis Vázquez en 1987. Ese bajón
argumental se recupera en el 88, con Paula y Espartaco de nuevo en un cartel en
el que también será fijo hasta 1995, año de la lesión que le apartó del toreo.
Curro y Espartaco alternaron con Joselito en el 89. En el 90 le dan la
alternativa a Julio Aparicio y en el 91, a Martín Pareja Obregón. En el 92
cedieron la fecha a Ortega Cano, César Rincón y el propio Aparicio para retomar
su sitio natural en 1993, fecha de la alternativa de Manuel Díaz ‘El Cordobés’,
que hizo el paseíllo embutido en capote de paseo con el escudo de la Legión.
Finito debutó en Pascua junto al equipo habitual en el 94 y en el 95, lo hizo
Pedrito de Portugal a lomos de su efímera fama.
Cambio generacional
En el 96 hubo un nuevo cambio de rumbo. Toreros
como Emilio Muñoz, Rivera Ordóñez, Enrique Ponce, Joselito y hasta José Tomás
-que actuó en 1999- serían los nuevos compañeros del camero, que volvió a
alternar con su compañero de tantas tardes, Espartaco, en 1999. Era el año de
su reaparición después de superar la gravísima lesión de rodilla que cerró su
reinado. En el 2000 cumpliría su penúltimo Domingo de Resurrección anunciado
con Ponce y Morante, que debutaba en una fecha que, a partir de ese momento iba
a variar por completo su argumento.
La primera década del siglo XXI, en cualquier
caso, consagró al Domingo de Resurrección como acontecimiento de la temporada.
En 2001 -con el rey Juan Carlos en el Palco- se abrió la Puerta del Príncipe
para sacar a hombros a José Tomás. En 2002 reapareció Paco Ojeda, repitió Tomás
y cerró El Juli; Ponce cortó la única oreja de 2003 y repitió en 2004, año en
el que cumplió su única comparecencia en Resurrección Eduardo Dávila Miura
aunque el único trofeo se lo llevó El Juli. En 2005 se abrió la Puerta del
Príncipe para sacar a hombros por primera vez a El Cid en sus días más felices.
En 2006 encabezó el cartel César Rincón y
reaparece el nombre de Morante. Cerraba El Cid y los toros eran de Cuvillo pero
todos se marcharon de vacío. En 2007 y 2008 la única oreja se la llevaría el de
Salteras emparedado entre Ponce y Castella el primer año y con Ponce y
Talavante en el otro. Morante no se libró de los pitos en 2009 en una tarde que
también pasó en blanco para El Cid y Manzanares.
En 2010, con una floja corrida de Daniel Ruiz,
Manzanares y Morante salvaron la tarde al cortar sendas orejas y revelar sus
mejores registros artísticos. El tercero era Perera, que había sido incluido en
el cartel después de su polémica ausencia del año anterior. El festejo de 2011
subió de tono a pesar de la copiosa lluvia que amenazó su celebración: El Juli
cortó dos orejas a otro ejemplar de Daniel Ruiz –ese mismo año abriría la
Puerta del Príncipe- en presencia de Morante y Manzanares que unos días después
indultaría a ‘Arrojado’, el célebre ejemplar de Núñez del Cuvillo. Daniel Luque
–que lo bordó con el capote iba a cerrar el cartel de 2012 con los
imprescindibles Morante y Manzanares que también estuvieron muy por encima de
una decepcionante corrida de Juan Pedro Domecq. En 2013 se mantiene el mismo
guión: Morante, El Juli y Manzanares se anunciaron para despachar una corrida
de Garcigrande remendada con un ejemplar de Parladé. Pero fue el madrileño,
rotundo y poderoso, el que acabó con el cuadro al abrir la Puerta del Príncipe
con autoridad de primerísima figura. Aún no se intuían los acontecimientos que
estaban por llegar...
De la rebelión a la normalidad
Al año siguiente, 2014, llegó la rebelión de las
primeras figuras. Fueron dos largas y tristes temporadas alejados de la plaza
de la Maestranza a raíz de las famosas declaraciones de Eduardo Canorea. Pero
había otras guerras secretas... El caso es que el cartel de aquel año se
solventó trasladando la corrida de Miura –que había lidiado un gran encierro el
año anterior- hasta el mismísimo Domingo de Resurrección. Escribano y Daniel
Luque, que actuaron mano a mano, solventaron la papeleta con profesionalidad
pero sin demasiadas opciones de triunfo. En 2015 seguían las hostilidades pero
Espartaco, reaparecido puntualmente para la ocasión, se echó la tarde –y hasta
la propia Feria- a la espalda para darle la alternativa a su joven paisano
Borja Jiménez en presencia de Manzanares, única figura reconciliada en ese
momento con los Pagés. Juan Antonio Ruiz Román entró en la historia, abrió la
Puerta del Príncipe y dio una lección inolvidable que crece con el tiempo.
Llegó la reconciliación
Encaramos el último lustro con la normalidad
recuperada en 2016, año de la definitiva reconciliación con las primeras
figuras. Fue una tarde de contrastes en la que Morante de la Puebla viajó del
éxtasis al tormento después de escuchar los tres avisos en el toro que había
cuajado y Talavante –que se ha quedado sin reaparecer en 2020- mostró su mejor
versión.
En la larguísima y espesa corrida de 2017 –con un
desigual envío de Cuvillo- los momentos de mayor calado artístico iba a ser
firmados por Morante. También hay que anotar la estimable faena de Manzanares
al quinto y la falta de opciones de Roca Rey que sí sería el primer actor de la
edición de 2018. El peruano cortó dos orejas rotundas en una tarde en la que
caló la versión manierista de Ferrera y sorprendió el tono gris de Manzanares,
que tampoco tuvo toros.
La última corrida de Resurrección fue en 2019:
Manzanares se llevó el único trofeo del mejor toro del declinante envío de
Victoriano del Río; Roca Rey puso el valor y la entrega y el mejor toreo de
aquella tarde iba a salir de las manos de El Juli.
Ya queda menos para 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario