Este
Domingo de Resurrección sin toros –colofón a una Semana Santa sin cofradías- ha
marcado el comienzo de un sin fin de costumbres taurinas pulverizadas.
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
Lo que no pudo ser...
A la vez que debía enfriarse la cera del paso del
Resucitado en Santa Marina tenían que haberse abierto de par en par las puertas
de la plaza de la Real Maestranza para dar comienzo a una nueva temporada
taurina. Pero no ha sido así... no hubo himnos ni discursos en el Lope de Vega
en torno a ese pregón matinal que dejó sin pronunciar el escritor y académico
catalán Félix de Azúa, que tampoco fue presentado por el premio Nobel Mario
Vargas Llosa. Pero más allá de esa parafernalia, el aficionado soñaba con
reencontrase con la belleza inmarchitable del coso del Baratillo, que debía
haber estrenado sus mejores galas en este Domingo de Resurrección que pasó como
un irreconocible páramo vacío. Los nombres de Morante de la Puebla, Alejandro
Talavante y Andrés Roca Rey –con los traídos y llevados toros de Garcigrande-
aún cuelgan de esos carteles, convertidos en barcos fantasmas e inquietantes
testigos de lo que ya no podrá ser. La lista de rutinas conocidas y esperadas
que animaban la prefiera es mucho más larga pero no podrán convertirse en
antesala de las ansiadas tardes de toros. Sin ir más lejos, en las agendas
sigue anotado que esta tarde se entregaban los premios de la Caja Rural y se
presentaba el libro ‘Maestranza’ que coordina Carlos Crivell. El martes
posterior a la Semana Santa tampoco se puede entender sin el trofeo de los
médicos, que en este año desolador no podrán recoger Pablo Aguado y el
banderillero El Pilo. Por la tarde había anotado un ‘Mano a Mano’ de la
fundación Cajasol; tampoco se entregarán los galardones que cuida con mimo
Rosana González, directora del Gran Meliá Colón... La lista de efectos
colaterales no ha hecho nada más que empezar.
Una pregunta con respuesta
Hay una pregunta latente que empieza a tener una
temida respuesta: difícilmente podrá haber toros –ningún espectáculo de masas-
en lo que queda de año, que aún es mucho. El presunto gobierno de la nación va
dosificando la ampliación de los plazos de confinamiento mientras se toma
conciencia –leyendo entre las farragosas líneas de los insufribles fervorines
semanales del aún más insufrible Sánchez- de que tendremos que acostumbrarnos a
nuevos modos de convivencia y ocio cuando pase la primera ola de la pandemia.
No va a quedar otra, al menos mientras no se dé con la necesaria vacuna. En esa
tesitura, a nadie en su sano juicio se le ocurrirá pensar ya en casetas o
santos por la calle pero tampoco en toros. La más que previsible cancelación de
la Feria de San Fermín de Pamplona podría marcar un punto de no retorno. Pero
las preguntas tienen que ir más allá. Ya no se trata de dar tregua al
desaliento o el pesimismo: ¿Qué pasará en 2021? Ahí es donde hay que poner
ahora la atención. Las dudas empiezan a ser más que razonables.
Negocio paralizado: las cuadrillas
Ya hemos hablado en días anteriores del drama de
empresas y ganaderías pero la cosa empieza a pintar tintes dramáticos para la
infantería del toreo. Podemos comenzar por el complejo y desguarnecido gremio
de los hombres de plata al que hay que sumar a los mozos de espada. Se cobra y
se cotiza por festejo toreado... ¿quién le pone el cascabel a ese gato? Este
estrato profesional –aporta EFE- ha dejado de percibir en concepto de
honorarios y derechos de imagen casi dos millones de euros tras las
suspensiones forzadas por el coronavirus de los 86 festejos previstos en las
plazas de España y Francia entre el 9 de marzo al 10 de mayo. La lista –y la
pasta- van a crecer. Esa abultada cifra -1.890.523 euros al sumar los derechos
de imagen de las ferias de Sevilla y Valencia- nos lleva a otra: son los
713.623 euros en concepto de cotizaciones a la Seguridad Social, cifra
correspondiente al 43% de sus honorarios y cuyo pago al estado –en la
particular situación del toreo- corre a cargo, en distintos porcentajes, de la
empresa contratante y del mismo trabajador.
Un panorama desolador
Ante esta situación, la Unión de Toreros y la
Unión de Picadores y Banderilleros han emitido una carta a las secretarías de
Empleo y Seguridad Social que sólo pretende visibilizar el problema. La
singularidad de su forma de contratación deja al proletariado taurino en las
orillas de las medidas adoptadas por el gobierno para proteger a los
trabajadores. En esas cifras reveladas por EFE no se han incluido los
honorarios de matadores de toros, novilleros y rejoneadores, quienes, aunque
con unos mínimos salariales fijados por festejo, se contratan libremente con
las empresas, sin que trascienda públicamente la cantidad de los ingresos que
llegan a percibir y que es de muy distinto nivel. En este plano las diferencias
son abismales entre el corto elenco de primeras figuras y los toreros del
pelotón. Sumen a los coletudos la larga lista de oficios directos e indirectos
–temporales o no- relacionados con el espectáculo taurino. La cosa está cruda
para todos pero para la mayoría se trata de sobrevivir... El gobierno tiene que
elegir: sectarismo o protección global a todos los trabajadores.
Adiós a Enrique Múgica
Mientras tanto, la trágica estela del covid-19
sigue ampliando la lista de sus víctimas. Las más conocidas ponen nombre y
apellidos a una tragedia que trasciende de la frialdad de la estadística. Ahí
está la recentísima desaparición de Enrique Múgica. Político de esa escuela
antigua que ya no se estila, mostró su absoluta independencia en sus años como
Defensor del Pueblo. Pero nos interesa ahora su desacomplejada afición a los
toros, común a muchos camaradas de la antigua observancia del puño y la rosa.
Don Enrique fue incansable seguidor del gran Paco Ojeda y también ejerció de
pregonero taurino de Sevilla en 2007. Descanse en paz.
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