martes, 14 de abril de 2020

OBSERVATORIO TAURINO - Ritos aplazados y problemas candentes

Este Domingo de Resurrección sin toros –colofón a una Semana Santa sin cofradías- ha marcado el comienzo de un sin fin de costumbres taurinas pulverizadas.
ÁLVARO R. DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO DE ANDALUCÍA

Lo que no pudo ser...

A la vez que debía enfriarse la cera del paso del Resucitado en Santa Marina tenían que haberse abierto de par en par las puertas de la plaza de la Real Maestranza para dar comienzo a una nueva temporada taurina. Pero no ha sido así... no hubo himnos ni discursos en el Lope de Vega en torno a ese pregón matinal que dejó sin pronunciar el escritor y académico catalán Félix de Azúa, que tampoco fue presentado por el premio Nobel Mario Vargas Llosa. Pero más allá de esa parafernalia, el aficionado soñaba con reencontrase con la belleza inmarchitable del coso del Baratillo, que debía haber estrenado sus mejores galas en este Domingo de Resurrección que pasó como un irreconocible páramo vacío. Los nombres de Morante de la Puebla, Alejandro Talavante y Andrés Roca Rey –con los traídos y llevados toros de Garcigrande- aún cuelgan de esos carteles, convertidos en barcos fantasmas e inquietantes testigos de lo que ya no podrá ser. La lista de rutinas conocidas y esperadas que animaban la prefiera es mucho más larga pero no podrán convertirse en antesala de las ansiadas tardes de toros. Sin ir más lejos, en las agendas sigue anotado que esta tarde se entregaban los premios de la Caja Rural y se presentaba el libro ‘Maestranza’ que coordina Carlos Crivell. El martes posterior a la Semana Santa tampoco se puede entender sin el trofeo de los médicos, que en este año desolador no podrán recoger Pablo Aguado y el banderillero El Pilo. Por la tarde había anotado un ‘Mano a Mano’ de la fundación Cajasol; tampoco se entregarán los galardones que cuida con mimo Rosana González, directora del Gran Meliá Colón... La lista de efectos colaterales no ha hecho nada más que empezar.

Una pregunta con respuesta

Hay una pregunta latente que empieza a tener una temida respuesta: difícilmente podrá haber toros –ningún espectáculo de masas- en lo que queda de año, que aún es mucho. El presunto gobierno de la nación va dosificando la ampliación de los plazos de confinamiento mientras se toma conciencia –leyendo entre las farragosas líneas de los insufribles fervorines semanales del aún más insufrible Sánchez- de que tendremos que acostumbrarnos a nuevos modos de convivencia y ocio cuando pase la primera ola de la pandemia. No va a quedar otra, al menos mientras no se dé con la necesaria vacuna. En esa tesitura, a nadie en su sano juicio se le ocurrirá pensar ya en casetas o santos por la calle pero tampoco en toros. La más que previsible cancelación de la Feria de San Fermín de Pamplona podría marcar un punto de no retorno. Pero las preguntas tienen que ir más allá. Ya no se trata de dar tregua al desaliento o el pesimismo: ¿Qué pasará en 2021? Ahí es donde hay que poner ahora la atención. Las dudas empiezan a ser más que razonables.

Negocio paralizado: las cuadrillas

Ya hemos hablado en días anteriores del drama de empresas y ganaderías pero la cosa empieza a pintar tintes dramáticos para la infantería del toreo. Podemos comenzar por el complejo y desguarnecido gremio de los hombres de plata al que hay que sumar a los mozos de espada. Se cobra y se cotiza por festejo toreado... ¿quién le pone el cascabel a ese gato? Este estrato profesional –aporta EFE- ha dejado de percibir en concepto de honorarios y derechos de imagen casi dos millones de euros tras las suspensiones forzadas por el coronavirus de los 86 festejos previstos en las plazas de España y Francia entre el 9 de marzo al 10 de mayo. La lista –y la pasta- van a crecer. Esa abultada cifra -1.890.523 euros al sumar los derechos de imagen de las ferias de Sevilla y Valencia- nos lleva a otra: son los 713.623 euros en concepto de cotizaciones a la Seguridad Social, cifra correspondiente al 43% de sus honorarios y cuyo pago al estado –en la particular situación del toreo- corre a cargo, en distintos porcentajes, de la empresa contratante y del mismo trabajador.

Un panorama desolador

Ante esta situación, la Unión de Toreros y la Unión de Picadores y Banderilleros han emitido una carta a las secretarías de Empleo y Seguridad Social que sólo pretende visibilizar el problema. La singularidad de su forma de contratación deja al proletariado taurino en las orillas de las medidas adoptadas por el gobierno para proteger a los trabajadores. En esas cifras reveladas por EFE no se han incluido los honorarios de matadores de toros, novilleros y rejoneadores, quienes, aunque con unos mínimos salariales fijados por festejo, se contratan libremente con las empresas, sin que trascienda públicamente la cantidad de los ingresos que llegan a percibir y que es de muy distinto nivel. En este plano las diferencias son abismales entre el corto elenco de primeras figuras y los toreros del pelotón. Sumen a los coletudos la larga lista de oficios directos e indirectos –temporales o no- relacionados con el espectáculo taurino. La cosa está cruda para todos pero para la mayoría se trata de sobrevivir... El gobierno tiene que elegir: sectarismo o protección global a todos los trabajadores.

Adiós a Enrique Múgica

Mientras tanto, la trágica estela del covid-19 sigue ampliando la lista de sus víctimas. Las más conocidas ponen nombre y apellidos a una tragedia que trasciende de la frialdad de la estadística. Ahí está la recentísima desaparición de Enrique Múgica. Político de esa escuela antigua que ya no se estila, mostró su absoluta independencia en sus años como Defensor del Pueblo. Pero nos interesa ahora su desacomplejada afición a los toros, común a muchos camaradas de la antigua observancia del puño y la rosa. Don Enrique fue incansable seguidor del gran Paco Ojeda y también ejerció de pregonero taurino de Sevilla en 2007. Descanse en paz.

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