martes, 28 de abril de 2020

San Mateo y Torrecilla, dehesas de alto nivel

En la familia Llaguno
El 5 de febrero de 1946, con ganado de San Mateo, “El Soldado”, “Manolete” y Procuna inauguraron la Plaza México / ADARBO
Los triunfos siguieron a San Mateo cuando lidiaba, pero por desgracia don Antonio, afectado de salud, dejó de existir el 15 de enero de 1953

ADIEL ARMANDO BOLIO
Especial para VUELTA AL RUEDO

Continuamos con la narrativa histórica del colega y amigo Eduardo Castillo García, en su obra “Nuestro Toro”, sobre la célebre familia Llaguno y sus dehesas, San Mateo y Torrecilla, una de las cuatro que han dado soporte a la crianza de las reses bravas en toda la geografía taurina del país.

“En 1937, el incomparable diestro Luis Castro ‘El Soldado’ le cortó el rabo al toro ‘Pajarito’ en el coso capitalino El Toreo de la Condesa. El año de 1938 fue extraordinario para la mancuerna formada por Llaguno-Garza, pues el 6 de febrero Lorenzo se encierra con seis toros en el mismo ruedo cortando siete orejas y tres rabos: las dos y el rabo de ‘Desertor’, las dos y el rabo de ‘Peregrino’, una oreja de ‘Campanillero’, dando varias vueltas al ruedo, una de ellas con don Antonio Llaguno y las dos y el rabo de ‘Príncipe Azul’ para salir en hombros junto con el ganadero.

En 1941 correspondió el triunfo al ‘Faraón de Texcoco’ Silverio Pérez, en el mismo escenario, con ‘Cantinero’ y en 1942 al diestro David Liceaga tras estoquear a ‘Zamorano’. En 1946, Luis Procuna corta el último rabo de un San Mateo, a ‘Currito’, en El Toreo de la Condesa. Ese mismo año tuvo el honor de presentar los toros para la corrida inaugural de la Monumental Plaza México, la tarde histórica del martes 5 de febrero en que partieron plaza Luis Castro ‘El Soldado’, el cordobés Manuel Rodríguez ‘Manolete’ y Luis Procuna, siendo el toro ‘Jardinero’, marcado con el número 33, el primero en saltar a la arena del nuevo coso. Los demás astados fueron, por orden de salida: ‘Fresnillo’, número 3, al que ‘Manolete’ le cortó una oreja, la primera en la historia del coso de Insurgentes; ‘Gavioto’, número 55, al que Procuna le ‘tumbó’ una oreja, la primera para un torero mexicano en tal ruedo; ‘Gallito’, número 14; ‘Peregrino’, número 10, que fue sustituido por ‘Monterillo’, número 13 y ‘Limonero’, marcado con el número 82.

Los triunfos siguieron dándose cuando San Mateo se lidiaba, haciéndole honor a su afamada divisa en rosa y blanco, pero por desgracia don Antonio se encontraba muy afectado de salud y ya no pudo disfrutarlos, así que después de incontables vueltas al ruedo, deja de existir el 15 de enero de 1953 y vistió de luto la Fiesta de Toros en México, pero dejando el gran legado y las grandes esperanzas de un México Taurino que cada tarde de toros en silencio le rinde un homenaje a uno de los más grandes ganaderos mexicanos.

Al mirar al pasado podemos ver nuestro origen, quienes y porque somos los que somos, al hablar de la crianza de toros bravos en México, es hablar de una de las raíces fundamentales que han hecho posible el milagro del toro bravo mexicano, de aquellos hermanos de origen zacatecano que, al igual que el poeta sevillano Antonio Machado, con fe ciega siguieron el ‘caminante no hay camino, se hace camino al andar’, dejando a su paso una honda huella como estelas en la mar que guían y vigilan el andar del campo bravo nacional.

En el año de 1932, fundó don Julián Llaguno la no menos célebre casa ganadera de Torrecilla, la cual tomó el nombre de los terrenos de su propiedad de San Antonio de la Torrecilla, llevando el ganado a la Hacienda de El Sauz. En la antigua casa se conserva un viejo mapa donde se aprecia con detalle como estaban los terrenos donde se asentó la ganadería.

Don Julián fue siempre un hombre de campo, donde dejó su entrega y afición pues la mayoría del tiempo lo pasaba recorriendo sus potreros y trabajando de sol a sol, meticuloso y detallado en la forma de llevar sus libros, realizando sus empadres con gran cuidado y conocimiento, logrando así, en muy poco tiempo, poner en el más alto nivel los colores verde y blanco de su divisa”.

Cabe señalar que al fallecer don Julián en 1956, la dehesa pasó a manos de sus hijos Ana María, José Antonio y José Julián, siendo pero José Antonio quien conservó el nombre y el hierro hasta que murió en 1990, por lo que sus hijos José Antonio, María del Carmen y María del Rosario Llaguno Sesma, ante la falta de atención no lograron mantener el nivel de la ganadería y la dejaron caer.

Entonces, fue en 2004 cuando don José Luis Bonilla Lizalde se echó a cuestas la nada difícil tarea de continuar con la historia de esta ganadería adquiriendo la Hacienda de El Sauz, con vacas y sementales de Torrecilla.

Sin duda, el señor Bonilla se ha esmerado en su labor al frente de esta casa ganadera, pero al final de cuentas decidió acabar con su historia y la rebautizó con el nombre de Luis Bonilla, pero conservando la afamada divisa en verde y blanco. En nuestra siguiente entrega abordaremos el tema sobre la cuarta familia, la de los Madrazo, estirpe que fue básica en la crianza del ganado bravo mexicano.

DATO
En 1932 fundó don Julián Llaguno la no menos célebre casa ganadera de Torrecilla, tomando el nombre de su propiedad, San Antonio de la Torrecilla

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