Su
beneficio ha sido la comodidad que ha consolidado ferias como la del Pilar,
pero ha sido difícil sacar las corridas de sus fechas tradicionales
ÁNGEL G.
ABAD
@ANGONZAB
Diario ABC
de Madrid
La dramática situación sanitaria y su terrible
derivada económica afecta con crudeza a España, a todos sus sectores económicos
y por ende al sector taurino, en el que las ganaderías son el punto más débil,
debido a los altos costes de producción frente a la paralización total de
festejos. Con el horizonte fundido en negro, cualquier idea que ofrezca una
mínima luz se contempla con esperanza.
En este sentido, algunas voces hacen hincapié en
que las plazas cubiertas existentes en España podrían celebrar festejos fuera
de temporada para intentar paliar la hecatombe que se cierne sobre el sector.
Ante estas iniciativas está la realidad de que los cosos cubiertos -nuevos y
remodelados- que están en funcionamiento desde finales de la década de los
ochenta han servido más para consolidar las fechas y ferias tradicionales que
para ampliar el calendario de festejos taurinos.
De ellos, el ejemplo más claro está en la
Misericordia de Zaragoza, cuya cubierta se instaló en 1988, lo que con el
tiempo ha demostrado que fue fundamental para consolidar la Feria del Pilar,
tantas veces azotada por el frío, el viento y el agua. Los espectadores y los
toreros encontraron unas condiciones de buena confortabilidad que supuso desde
el primer momento el mejor aval para la programación de los festejos de
octubre.
Sin embargo, todas las experiencias que se han
hecho para tratar de afianzar nuevas fechas en el calendario taurino zaragozano
no han tenido continuidad. En 1991 se programó un festejo la víspera de Reyes a
favor de los abonados, y en la festividad de los niños un espectáculo
cómico-taurino; en 1995, en febrero, comenzó un certamen de novilladas picadas,
y en diversas temporadas se celebraron en los meses de invierno algunos
festivales benéficos.
Si ponemos la vista en la nueva plaza de Illumbe
de San Sebastián, nos encontramos con algo parecido, al margen de los años de
paralización por decisión política. Desde su inaguración en 1998, la feria de
agosto mantiene su rumbo, lo que no sucedió con los ciclos de novilladas que se
organizaron hasta en siete ocasiones bajo el nombre de Encuentro Mundial de
Novilleros, que se daban durante los meses de febrero y marzo.
Por su parte, el Palacio Vistalegre de Madrid,
renacido sobre la vieja plaza de Carabanchel, también ha tenido desde su
inauguración en 2000 diversas iniciativas que han salpicado de festejos las
diferentes temporadas. Tras su apertura se celebraron nuevos certámenes de
novilleros en recuerdo de la mítica Oportunidad de los sesenta, también
festivales plagados de figuras, y hasta la encerrona de Joselito para abrir
temporada en marzo de 2001. Últimamente se está en el intento de consolidar una
Feria de Invierno.
Todo esto viene a demostrar que los festejos
taurinos tienen un lugar determinado en el calendario, por lo que crear nuevas
tradiciones ha sido siempre una tarea como mínimo complicada.
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