Gracias a “Paquiro”
Actualmente las moteras están hechas de
astracán, morilla o materiales sintéticos, pero antiguamente se hacían de piel
de cordero negro recién nacido
ADIEL
ARMANDO BOLIO
Especial para
VUELTA AL RUEDO
Uno de los elementos más bonitos y elegantes del
atuendo de un torero es, sin duda, la montera (sombrero, tocado o gorra), con
la que se cubren la cabeza durante los dos primeros tercios de la corrida,
aunque la pueden usar durante toda ella. Tradicionalmente, antes de tomar la
muleta y empezar a oficiar con ella, el torero brinda el toro a alguien en el
tendido de la plaza lanzándole la montera en prenda o en ocasiones la deposita
en el ruedo tras brindarle el toro a toda la concurrencia en el coso.
Según reza la historia, la montera fue usada por
primera vez por el espada chiclanero Francisco Montes “Paquiro” en 1835. Una
interesante teoría acerca de los orígenes de la montera es aquella según la
cual ésta tenía una doble función: Una, la de ser una especie de peluca que
destacara un cierto aspecto femenino del torero y, otra, que tenía la función
de disfraz para que el torero se asemejase a su bestial adversario.
Actualmente las moteras están hechas de astracán,
morilla o materiales sintéticos, pero antiguamente se hacían de piel de cordero
negro recién nacido y en su interior cubierta con tafetán, es decir, tela de
seda. Por ello, al hacer el paseíllo los toreros parecen una manada de reses
que se mueven de un modo organizado.
Se cuenta que erróneamente hay quien cree que el
motivo por el que a ese tipo de gorra se le llama montera es debido a que era
usado por los toreros para cubrirse la cabeza cuando iban a capear al monte.
En realidad la denominación se deriva del apellido
del torero Francisco Montes “Paquiro”, quien fue una de las grandes figuras de
la tauromaquia durante la primera mitad del siglo XIX.
“Paquiro”, registra la historia del toreo, además
de ser un matador entregado a su oficio en cada una de las corridas de toros en
las que participó (dando lugar a que también fuera conocido con el sobrenombre
de el “Napoleón de los toreros”, fue también uno de los que más cambios y
mejoras aportó al mundo del toreo, entre ellos la modificación del traje de
luces, con lentejuelas y alamares, para buscar esa vistosidad y elegancia que
él pretendía y, el uso de la mencionada gorra de astracán, que acabó llamándose
montera en honor a él.
Francisco de Paula José Joaquín Juan Montes Reina,
mejor conocido como Francisco Montes “Paquiro” fue un torero originario de
Chiclana de la Frontera (Cádiz), España, nacido el 13 de enero de 1805.
Innovador en su momento, algunos entendidos lo consideran un puntal sobre el
que se ha apoyado el toreo en su evolución a lo largo de las décadas. Llegó a
escribir un libro en 1836 sobre la tauromaquia y estableció algunos aspectos
estéticos que se mantienen desde entonces.
Se dice de “Paquiro” que toreando en Bilbao en una
ocasión echó el resto para aprovechar lo poco que tenía aprovechable un toro
que le tocó en suerte. Al finalizar la faena los subalternos le animaron
diciendo que se había pasado de honrado, que allí nadie sabía de toros y que
bastante había hecho. A ello, “Paquiro” contestó que entre tanta gente seguro
que en la plaza de Bilbao aquella tarde había algún entendido, a lo que los
otros no tuvieron más remedio que contestar: ‘sí, alguno habrá’. Y entonces el
maestro apuntilló: “para ese he toreado yo”.
Capaz de lo mejor y de lo peor, se argumenta que
volvió a los ruedos para conseguir dinero tras pasar un tiempo retirado, como
ha ocurrido con otras muchas figuras del toreo, aunque ya no estaba en
condiciones óptimas. Y así en 1850 un toro de nombre “Rumbón” lo hirió en una
pierna y acabó con su carrera y meses después con su vida a causa de los
problemas de aquella grave cogida.
“Paquiro” al imponer la montera, provocó que en
definitiva se abandonara la redecilla en el pelo que se usaba hasta entonces.
Las primeras monteras no eran como las actuales, eran más grandes y altas y con
borlas en los laterales, pero ese fue su origen.
DATO
Francisco Montes “Paquiro” es considerado como un puntal
sobre el que se ha apoyado el toreo en su evolución a lo largo de las décadas
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