En el
siglo XVIII
En el
XIX, “Paquiro” introduce las “luces” en el terno a través de las lentejuelas,
junto con los alamares o botones de adorno
ADIEL
ARMANDO BOLIO
Especial para
VUELTA AL RUEDO
Como ya lo hemos visto, según los historiadores,
antes del XVII el toreo no era considerado como una profesión y los lidiadores
vestían con su ropa habitual, es decir, la que les correspondiera según su
situación social, la de caballeros o pajes. El toreo a caballo, pues el de a
pie todavía no era relevante, era entonces considerado más un deporte que un
espectáculo, donde los caballeros eran ayudados desde la arena por los pajes.
Ya ubicados en el siglo XVII, se dice que los
primeros trajes de toreros de a pie datan de tal centuria, cuando los
lidiadores profesionales navarros y andaluces junto con sus cuadrillas acudían
a las fiestas con indumentarias específicas para la actuación, circunstancia
que identificada al grupo como bandas de toreros.
De acuerdo con el reconocido escritor
vallisoletano don José María de Cossío y Martínez Fortún, existen dos fechas
claves en el tema:
Una, en el libro de Noticias Particulares del
Archivo Municipal de Madrid, donde se manifiesta que el 7 de agosto de 1619 se
celebró una fiesta en la recién reedificada Plaza Mayor de Madrid donde los
toreros salieron “tocados con monteras”.
Y la otra, un año más tarde, se acota en el mismo
libro que el 3 de agosto de 1620, en la Plaza Mayor de Madrid, “salieron de las
cuatro esquinas gentes para correrlos, todos con bandas de colores que dio la
Villa para este efecto” y añade el escrito que ello “fue cosa admirable”. En
sus inicios las bandas de colores eran suministradas por el ayuntamiento
contratista de los servicios.
En el siglo XVIII en un dibujo que hizo el artista
Miranda al torero Francisco Romero, se describe perfectamente lo que fueron los
inicios del traje de torero. Por primera vez en la historia de la Tauromaquia,
se dice, un torero se enfrentaba a los toros con estoque y muleta, vistiendo
calzón, coleto de ante negro, mangas acolchadas con terciopelo negro y cinturón
bien ceñido.
El coleto era una vestidura hecha de piel por lo
común de ante, sin mangas, abierta por delante. Por su flexibilidad y dureza,
el ante era el material preferido en aquella época para confeccionar los trajes
de toreros. Sus cualidades permitían la libertad de movimiento con una cierta
protección frente a los posibles rasguños ocasionados por los pitones de los
toros.
En tal época, como ya lo hemos expuesto, el toreo
a pie competía con el de a caballo, de ahí que entonces se inventara la muleta
y se introdujera la suerte de matar al toro cara a cara a pie.
El poeta, prosista, dramaturgo y escritor
madrileño don Nicolás Fernández de Moratín, uno de los intelectuales del siglo
XVIII interesados en la tauromaquia, afirmaba que los toreros participaban de
una ceremonia al usar “calzón y coleto de ante, correón ceñido y mangas
atacadas de terciopelo negro, para resistir las cornadas”.
También reza la historia que en 1730, la Real
Maestranza de Sevilla se encargaba de vestir a los toreadores contratados con
vestidos de color grana con galón blanco, lo que acabó siendo el uniforme
oficial de la Maestranza. Este encarnado y blanco se mantuvo durante más de 60
años como uniforme oficial. Fuera de Sevilla, como en Madrid, Granada y
Aranjuez, los toreros tenían cierta libertad en los colores y adornos de sus
trajes, siempre que fueran sobrios.
En 1793 a petición del espada sevillano Joaquín
Rodríguez “Costillares”, los toreros de a pie usan galón de plata, siendo
“Costillares” el introductor de más adornos colgando botones y bordados en los
galones. Existe igualmente el registro de que en 1787 se celebró una corrida en
Madrid, actuando como matadores Joaquín Rodríguez “Costillares” y José Delgado
“Pepe Hillo”. La cuadrilla de “Costillares” llevaba tela de gusanillo verde
celedón y el maestro llevaba vestido guarnecido de galón de plata brillante,
ancho, con hojuela de plata por las costuras y rapacejo de plata por los
cantos. Más adelante se cambió el ante por la seda, adoptándose el traje de
majo, que ha llegado hasta nuestros días.
Con “Costillares” tuvo lugar la revolución en el
diseño del traje de torear. Juan de la Cruz, pinta al torero andaluz con un
traje de los manolos del siglo XVIII, chaqueta media larga, cuerpo de seda y
muchos adornos, ondas y botones con filigranas. Hombreras y charreteras anchas
de cinta de seda. Mangas estrechas con ojales y botoneras, resaltando la gran
faja de seda roja lazada al lado izquierdo. Calzón ancho con botonaduras en los
laterales y cerrado por debajo de la rodilla. Medias claras de seda y zapatos
bajos con lazos de adorno. Este último detalle se mantiene en los trajes
actuales. Curioso es el color de la muleta.
En todos los cuadros del célebre pintor zaragozano
don Francisco José de Goya y Lucientes representa al torero con un tocado en la
cabeza y el pelo recogido en una redecilla negra, igual que en el cuadro de
Juan de la Cruz a “Costillares”. La larga coleta y la forma de recogerlo,
posiblemente se justificaba para proteger la cabeza en caso de golpe por caída.
En muchos casos la redecilla negra quedaba rematada por un lazo de seda negro en
lo más alto de la cabeza.
Con el tiempo al irse suprimiendo la redecilla,
aparece la montera en el siglo XIX, cuando el matador chiclanero Francisco
Montes “Paquiro” surge como un gran innovador en el toreo y también en el
diseño de los trajes de faena, siendo entre 1830 y 1835 cuando se presenta sin
la típica redecilla y aparece con la montera. Las primeras monteras eran de
gran tamaño y más altas que las actuales, realizadas en astracán y adornadas
con borlas en los laterales.
“Paquiro” introduce las “luces” en el traje a
través de las lentejuelas, que es lo más novedoso en el terno, junto con los
alamares o botones de adorno. Los machos se introducen en el diseño original
para apretar y asegurar la posición de la taleguilla y de la chaquetilla. Las hombreras
crecen en tamaño y la chaquetilla o casaquilla se acorta eliminándose los
faldones dejando lucir la faja. El material más utilizado para la taleguilla o
calzón es la seda torzal para que se acoplen perfectamente a la pierna.
La chaquetilla o casaquilla se hace más ancha,
abriéndose por las sisas, para facilitar la libertad de movimiento de los
brazos, además de aparecer los bolsillos rematados con pañuelos y la espalda
está bordada y con cordones.
Con la utilización de la montera, la larga coleta
se sujetaba en una moña de gran tamaño. Posiblemente este sea el origen de la
actual coleta o castañeta postiza que hecha de cordón de seda negro, siguen
utilizando los toreros actuales sujetándola con un pasador por la ausencia de la
coleta.
La camisa típica, de color blanco, tenía dobles
ojales en el cuello con cuatro botones. La corbata era ancha y se denominaba
pañueleta, debía ser de igual color que el de la faja. En la actualidad la
corbata ha sido reducida a la mínima expresión y se denomina corbatín.
Después de los cambios introducidos por “Paquiro”,
el traje de luces actual difiere más bien poco del utilizado en el siglo XIX.
Los han ido confeccionando en la línea de la comodidad y la sencillez.
La taleguilla y la chaquetilla o casaquilla siguen
estando bordadas en seda. El chaleco se borda a mano sólo por su parte
delantera con lentejuelas y canutillo de oro y plata normalmente. La taleguilla
va muy pegada al cuerpo para evitar enganchones, se sujeta con tirantes unidos
a ella con cierres de cuero. Debajo de la taleguilla el torero se pone otro
calzón y unas medias blancas que van debajo de las rosas.
La chaquetilla o casaquilla tiene aspecto de
coraza y lleva muchas capas de entretela con el objeto de proteger en algo el
cuerpo del espada de las cornadas. Las zapatillas o manoletinas son flexibles y
en algunas ocasiones llevan tacos como el calzado de futbol.
DATO
En el siglo XVIII, Joaquín Rodríguez “Costillares” y, en el
XIX, Francisco Montes “Paquiro”, fueron fundamentales en el proceso de
evolución del traje de luces
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