martes, 30 de mayo de 2017

LEER UNA NOTICIA - Hora Cero

CARLOS RUIZ VILLASUSO

La presentación en el Congreso de los Diputados de la Ley Cero por parte del partido animalista PACMA no es un brindis al sol. Tampoco es una búsqueda de publicidad. Entre otras cosas porque ya la tienen: cuatro mil personas en la Puerta del Sol tuvieron una cobertura nacional e internacional mil veces superior al espectáculo de 20.000 almas en Las Ventas el mismo día. El día que presentaron la propuesta, había cinco veces más medios a la entrada del Congreso que el día de la presentación de la Fundación del Toro de Lidia.

Ciertamente, una ley que ponga fin a la caza, la pesca, la Tauromaquia, los experimentos de nuevas medicinas con animales… no va a prosperar. No hoy. No en su totalidad. Pero si alguien piensa que éste es el objetivo del PACMA, rebosa de estupidez. No es ni el objetivo de PACMA, ni de Podemos, ni de cualquier partido mascotista o de izquierda de ideología posmoderna. No dejaré de insistir en lo siguiente: asistimos a un plan meditado en tiempo y espacio, de un mercado con una mercadotecnia comunicativa. Esta ha consistido en lo siguiente: el mercado de la mascota necesita para su desarrollo creciente un calado social y un convencimiento social.

El calado social no es otro que lograr que el ciudadano sienta cada día más empatía con la mascota para lograr más hogares con más mascotas. Ese objetivo ya está cubierto y es socialmente irreversible. Ahora, la estrategia pasa del calado al convencimiento social. Es decir, a que las mascotas de hoy y las que aumenten en los años próximos, alcancen tan lugar en derechos de bienestar, que sean aún un producto de consumo cada vez mayor. Lo escribí hace tiempo y el abogado Moeckel me pidió que se lo explicara mejor. “Cuanto más humano, más negocio”. Se lo dije hace cinco años. Hoy la mascota está ya a los niveles de necesidades y consumo de un ser humano. Lo supera incluso en muchos sectores poblacionales.

Y esta estrategia de mercado, que está alarmando a científicos de todo el mundo al denunciar un cambio radical global de las relaciones humanas y las sociedades, está ya en la fase de legislar. De pedir leyes. Derechos. Hacerlos más humanos. Ahora estamos en la fase de convencimiento social. Y eso significa legislar. Y la presentación de esta propuesta de Ley es el inicio. El mercado de la mascota usó al animalismo y su idea de bondad social con la acumulación de viejas técnicas discursivas: creación de un enemigo mediante la generalización (ellos y nosotros, los de la caza, el toreo…) mediante uso de epítetos (asesinos, maltratadores) creando una confusión categórica hacia la sociedad y haciendo creer que hay una lucha contra un enemigo gigantesco. Es más, ellos son David, la Tauromaquia es Goliat. Ellos son menos y nosotros más, ellos son los lastimosos y nosotros el lobby. Jamás nadie nos vendió tan poderosos, a sabiendas de que somos un sector inexistente, en quiebra económica y que sólo manda a sacrifico en público al 5% de las reses de lidia.

Nosotros sabemos mejor que nadie que no somos ese potencial, pero han logrado esa percepción de calado social. Insisto, irreversible. El resultado de este tipo de campañas es la creación de grupos poderosos sospechosos y perseguidos, que pueden incluso ser objeto de violencia legítima sin que la autoridad actúe: asaltos de plazas, manifestaciones en lugares ilegales, insultos, amenazas… Es más, logrando que el uso de esa violencia sea percibido por la sociedad como actos de lucha de David contra el malvado Goliat.

Ya somos muy poderos y muy malos. Por tanto, la ley ha de perseguirnos, prohibirnos. Es un bien social que no existamos. Los animales están más seguros si no existimos. Y para ello, inevitablemente, hay que legislar. Legislar. Y para legislar hay que proponer leyes. Y presentarlas. Como hace PACMA. Y perderlas. Y luego modificarlas y luego… ganarlas. Que alguien repita ahora lo mismo que dijo hace casi quince años, cuando se iniciaba el proceso que terminó con una Tauromaquia perseguida en todo el orbe, es una frustración y la demostración palpable de que no hay plan, no hay cordura y, seguramente, no hay talento ni hombres capaces. / Redacción Aplausos

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