El torero de los Palacios, a punto
de abrir la Puerta del Príncipe. *** Buena corrida de Miura con un gran toro
llamado 'Amapolo'.
CARLOS CRIVELL
@carloscrivell
Diario EL MUNDO de Sevilla
Foto: EFE
Hace tres años en la fecha del Corpus, Pepe Moral se subió
al tren con un toro del Conde de la Maza. Todavía se recuerdan los naturales
enormes del palaciego al toro 'Farrucoso'. Nadie sabe muy bien por qué se bajó,
o le bajaron, del mismo. Lo cierto es que volvió a la oscura senda del
ostracismo y al trabajo sin fecha fija para ponerse el traje de luces.
En la Feria del año pasado cortó una oreja. Este año, sin
corridas de preferia para los sevillanos, Pepe Moral aceptó la de Miura. Y otra
vez se ha subido al tren. Y de nuevo lo ha hecho al natural. Y de nuevo un toro
queda ya ligado para siempre a su vida torera: 'Amapolo', el quinto de Miura,
un pedazo de toro, que le ha devuelto otra vez la ilusión; un toro que debe
abrirle la luz por los caminos perdidos; un triunfo, en suma, que debe suponer
un nuevo punto de partida de un torero que sabe torear muy bien. Lo ha
demostrado muchas veces. Esperemos que eso tan funesto y dañino que llaman el
sistema lo acoja en su seno para que las plazas del mundo puedan disfrutar del
toreo al natural de este matador de toros.
La de Miura comenzó peligrosamente. El primero, más
terciado, no podía con su alma. El segundo mejoró en la faena, aunque nunca se
entregó. El tercero cogió a Esaú en la puerta de chiqueros y luego se inutilizó
al romperse la pezuña. A esas alturas de la tarde era una de Miura deslucida.
En la segunda parte salieron tres cinqueños.
Con el cuarto cambió la decoración. Aunque tardo, metió la
cara con claridad. El quinto fue el mencionado Amapolo, bravo en el caballo y
noble en la muleta. Un toro de bandera. Y el sexto no quiso ser menos y se
dejó, si bien con menos clase que su hermano quinto. Los cinqueños le dieron
brillo a la divisa.
Pepe Moral fue el torero de la corrida. Al primero de su
lote le arrancó la oreja por bemoles. Lo recibió con buenos lances de capa y se
gustó en los recortes abelmontados para llevarlo al caballo. El toro quería
mano derecha y por ese lado insistió Moral que tuvo paciencia con el de Miura
para robarle los pases, algunos más largos y logrados, otros más cortos. En un
alarde final, cuando ya antes había comprobado que la izquierda era un dilema,
lo volvió a citar para llevarlo en algunos naturales de mérito. La estocada
tendida fue suficiente y llegó la oreja. La pidió la plaza y se le concedió.
'Amapolo' era un cinqueño cárdeno con todas señas de
identidad de los toros criados en Zahariche. Otra vez hubo lances y un galleo
de frente por detrás airoso. 'Amapolo' empujó al caballo y a la muleta. Pepe
Moral lo crujió en naturales de trazo perfecto. Otra vez la izquierda a flote.
No lo exprimió del todo por ese pitón. Alternó con la derecha, por donde no
quería fiesta. La tanda final fue de categoría, como una trincherilla como
firma gloriosa de una faena muy buena. La estocada cayó baja. El palco solo
concedió una oreja. Debió valorar la colocación de la espada. Lo que nadie
ponía en duda que el de Los Palacios había redondeado una tarde completa y que
se sube de nuevo al tren. Que no lo bajen, por favor. Y que no se baje el
propio espada.
Antonio Nazaré pechó con el primero, flojísimo, que no le
dejó rematar ningún muletazo. Además, se enredó con el descabello. El cuarto le
permitió mostrar sus cualidades toreras. Este torero también estuvo montado en
el tren. Llegó a torear con la figuras en una tarde de orejas y de olvido. Con
este cuarto se cruzó, expuso y estuvo más que digno. A veces, incluso airoso
con su muletita tan pequeña. Dos muletas de Nazaré juntas son más chicas que
las alguna figura que ha pasado por la Feria. A pesar de todo, el esfuerzo le
puede servir pero hay que seguir en la lucha.
Esaú fue arrollado en la portagayola del tercero.
Conmocionado y con la taleguilla destrozada se lo llevaron a la enfermería.
Salió a toda carrera antes de que Nazaré tomara los trastos. Para tomarle el
pulso al toro quitó por chicuelinas. No tenía buenas intenciones, como pudo
comprobar Curro Robles, atropellado en banderillas. Toda la ilusión del camero
se rompió con la pezuña del toro.
El sexto se dejó a medias. Quedó mermado en una costalada
dolorosa. Esaú se lo brindó a Emilio Muñoz. El animal quería, parecía noble,
pero se rebrincó mucho por sus mermadas fuerzas. Citó Esaú con la izquierda y
gritó: ¡por Triana y por Emilio Muñoz! Los naturales se sucedieron sin
ligazón. Seguro que Emilio entendió que era casi imposible.
A Pepe Moral se lo llevaron a hombros por la puerta
principal. Antes de cruzarla, con un gesto contrariado miró atrás y observó la
del Príncipe. Y de camino, miró al palco. No debe enfadarse con la autoridad.
Lo fundamental es que sigue toreando de forma maravillosa al natural.
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