El torero madrileño da la única
vuelta al ruedo con una astifinísima y desigual corrida de José Luis Pereda que
no fue tan mala como se quiso ver.
Gonzalo Caballero |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
Foto: EFE
Víctor Barrio hubiera cumplido ayer 30 años. De su última
tarde en Madrid hacía un año. Por el tiempo no cumplido, la plaza que lo
alumbró como novillero guardó un minuto de silencio sepulcral. Su retrato
ilustraba la portada del programa como una máscara mortuoria. El viento bajaba
enredando como aquel infausto 9 de julio en Teruel. Ni siquiera molestó a
Morenito de Aranda: el altísimo toro de Pereda viajaba por encima de la muleta
con una fuerza tan pobre que, aunque hubiese podido humillar, no lo habría
hecho. Morenito intentó componer en el juego de las distancias. No hubo modo de
despertar la emoción.
La mecha de las protestas siguió su curso con otro cinqueño.
Sus imponentes velas no valían a los protestantes como consolación ante su
cuerpo enfibrado y hechurado. La ruidosa manifestación por su supuesta falta de
fuerza naufragó contra la casta cierta que sostenía su movilidad. Iván Fandiño
arrancó faena de lejos. Clavado en los medios con pases cambiados. Valiente y
poco propicia la apertura, que violentó al toro. Y, sin embargo, Fandiño le
encontró luego el punto por la izquierda y por abajo, que era por donde debió
ser el inicio. Dos series encajadas de naturales de buen trazo. La vibración
del nervio de la embestida transmitía. A derechas faltó ese mismo recorrido. Un
punto más. También quizá de humillación. Y ya, acortado el espacio, se defendió
y enganchó. La despedida por ajustadísimas bernadinas volvió a levantar el
ambiente. Hasta la ovación final.
Gonzalo Caballero brindó al cielo. El reciente fallecimiento
de su padre lastraba su ánimo. Un toro negro, cuajado, engatillado,
astifinísimo como toda la corrida de José Luis Pereda, ofreció su nobleza. Su
buen embroque. De los muletazos se despedía muy abierto, como si se fuese a ir
sin irse, un tanto a su bola. Caballero se quedaba descolocado y fuera. Y
emprendía la búsqueda de sitio casi en cada pase. Toro teóricamente fácil. La
teoría siempre es fácil. Lo mató por arriba con rectitud. Se lo reconocieron
las palmas y el cariño que le empujaron al tercio.
Morenito pasó un quinario en la espera a porta gayola del
quinto. Apareció andando y distraído el pavo. Hacia otro lado. El torero
burgalés se levantó y renunció a la larga cambiada. A cambio, y en los mismos
terrenos de toriles, le puso raza a la verónica. A favor del toro de Pereda
contaron después la prontitud y la fijeza; en su contra, los finales
escasamente descolgados. La testa alta entonces, no antes. Cuando el matador de
Aranda exigió y obligó a la franca embestida en una notable tanda, desapareció
la velocidad. Muy rápido Morenito. Un bajonazo presentó su enmienda a la
totalidad.
El quinto, agalgado y de escaso perfil, más que genio
desprendía calambres. Tornillazos rebrincado. Especialmente en los remates por
alto. Iván Fandiño, que se la había jugado en la puerta de toriles con una
larga cambiada de infarto, gastó toda su valerosa voluntad en la refriega.
Un enorme toraco de 610 kilos sorteó Gonzalo Caballero. El
último de los cuatro cinqueños de Pereda. No mal tipo dentro de su gigantismo.
Ni mal fondo. La manera de colocar la cara lo delataba. A falta de romper de
verdad, se quedó ahí. Caballero volvió a matar a ley. Una gran estocada. Por
ejecución y colocación. Necesitó del verduguillo. Pero no restó para la vuelta
al ruedo.
El cartel señalado como fecha de trámite en la feria cumplió
con las expectativas... La corrida de José Luis Pereda, aun con todos sus
matices, no fue tan mala como se vio. O se quiso ver.
JOSÉ LUIS PEREDA | Morenito de Aranda, Iván Fandiño y Gonzalo
Caballero
Toros de José Luis Pereda,
cuatro cinqueños (1º, 2º, 4º y 6º), de diferentes hechuras, muy astifinos;
encastado el 2º; noble sin terminar de humillar el 5;º fácil el 3º; geniudo el
5º; tampoco valió el 1; no rompió el 6º; sin finales en su conjunto.
Morenito de Aranda, de nazareno y oro. Pinchazo y media
estocada tendida (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y bajonazo. Aviso
(saludos).
Iván Fandiño, de azul cobalto y oro. Media estocada
pasada y muy tendida y descabello (saludos). En el quinto, estocada rinconera
(silencio).
Gonzalo Caballero, de gris plomo y oro. Estocada (saludos).
En el sexto, gran estocada y descabello (leve petición y vuelta al ruedo).
Se guardó un minuto de silencio en memoria de Víctor Barrio.
Monumental de las Ventas. Lunes, 29 de mayo de 2017. Décimo novena de
feria. Casi tres cuartos de entrada.
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