Puede que sólo sea una impresión
personal más que una certeza palpable, pero, a tenor de ciertos indicios de los
últimos meses, da la impresión de que la moda del antitaurinismo, la fiebre
abolicionista de esta falsa progresía que padecemos en España, se está pasando
de moda.
PACO AGUADO
No hay hechos evidentes ni tampoco datos fehacientes -o
puede que sí- que corroboren esta intuición, más que nada porque los
animalistas siguen gozando todavía de su bien pagado bastión mediático, esa
mayoría de medios generalistas que no informan sino que deforman la realidad
sin rubor alguno para magnificar todo lo referente a su cruzada.
Pero parece, ya digo, que algo está cediendo, que empieza a
producirse cierto hastío de las gentes por la cansina e insistente monomanía de
tanto trastornado. Y que, de una vez, nos vamos dando cuenta de la realidad que
subyace tras las demenciales campañas de quienes quieren hacer valer los
derechos de sus perritos capados sobre el sentido común.
Porque, en realidad, sí hay datos. Son pocos pero muy
significativos, tales que dos de los más recientes. Por ejemplo, se sabe que a
la "gran manifestación antitaurina" de Sevilla, convocada para el 23
de abril por decenas de colectivos del ramo de toda Andalucía, acudió la
"ingente" cantidad de ¡350 personas!, según la Delegación del
Gobierno, cuyos funcionarios casi pudieron contarlas de una en una para
contrarrestar los falsos datos de los organizadores, que la triplicaron.
Y aún hay más, porque a la del pasado 13-M en Madrid, muy
publicitada por el PACMA y otra larga lista de oenegés bien subvencionadas con
la intención de mostrar su "gran musculatura" social, asistieron un
total de 3 mil activistas, llegados, igual que a Sevilla, en autobuses pagados
desde toda España y parte del extranjero.
Como bien se ha encargado de recordar la Fundación del Toro
de Lidia, que debe insistir en mostrar estas evidencias a los responsables de
los medios pagados por el mascotismo, esos mismos días, a la misma hora de las
manifestaciones, en la Maestranza se sentaban más de seis mil personas y en Las
Ventas casi veinte mil, con el "detalle" diferenciador de que todas
ellas habían pasado previamente por taquilla, para dejar al Estado su
correspondiente tributo en concepto de IVA.
Sí, hay que seguir insistiendo, hay que seguir reflejando
estas apabullantes evidencias que acaban de un golpe de tecla con tanta mentira
sufragada y tanta manipulación informativa.
Hay que seguir machacando en hierro frío porque, basta con
seguirles en las redes sociales para saberlo, se está produciendo una profunda
división de intereses entre los gurús del animalismo, luchando cainitamente por
hacerse con el liderazgo y las prebendas correspondientes. Y es tanta la
fractura que ni siquiera se ponen de acuerdo para hacer llegar sus lunáticas pretensiones
a los representantes políticos que les han abierto las puertas de las
instituciones públicas.
De momento, la señora Carmena, la abuela podemita que
preside la alcaldía madrileña, no se ha atrevido a repetir aquellas jornadas
animalistas con las que hace un año por estas mismas fechas intentó
contraprogramar esa feria de San Isidro que deja más de sesenta millones de
euros en la capital, tal vez por el ridículo que supuso que se hiciera pasar a
Goya como un avanzado del antitaurinismo.
Este año a lo único que se ha atrevido el desquiciado
ayuntamiento de Madrid es a no incluir las corridas de toros, el acto más
masivo de todos los celebrados en el mayo capitalino, en el programa oficial de
las fiestas, lo que, por otro lado y visto lo visto, no deja de ser un alivio y
un hecho diferencial frente a tanta batucada...
Sí, el activismo antitaurino, por muy sufragado que esté, va
perdiendo fuerza y seguidores, aunque abunden los indiferentes o los mal
informados contrarios a las corridas de toros, o aunque incluso el desnortado
extremismo izquierdista pretenda establecer leyes y reglamentos taurinos
buenistas que terminen acabando con las corridas de toros, como sucede en
Navarra, Mallorca o hasta en Andalucía.
Dichos textos, como ya tendrá constancia el lector por lo
publicado recientemente en los medios, llegan a ser tan delirantes y absurdos,
tan retorcidos e intencionados –sólo tres toros por corrida, sin sangre, con
controles antidopaje de animales y hombres, devolución de las reses a la
ganadería…– que no pasan de grotescos intentos de tapar el sol con un dedo.
Claro que todas estas soplapolleces de podemitas e
independentistas son sólo puras maniobras demagógicas y publicitarias,
redactadas aleatoriamente por esos nuevos políticos ajenos a la realidad y sin
capacidad de decisión al respecto, que quedarán en agua de borrajas en cuanto
se recurran al Tribunal Constitucional y se haga valer la reciente ley de
patrimonio cultural.
Pero no por ello cabe relajarse. Hay que seguir insistiendo,
no cejar en el empeño de poner estas evidencias ante los ojos de una clase
política acomplejada que no nos ha escuchado porque no nos ha temido. Y hay que
hacer notar a la gente de la calle, sobre todo a esos jóvenes que van
recuperando la ilusión y van a dejarse de tanta tontería a medida que salimos
de la crisis, el ridículo, antisocial e interesado trasfondo de esta molesta
pero pasajera moda del animalismo.
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