El peruano corta las dos orejas a
un vibrante manso de Toros de Cortés. *** Victoriano del Río lidia como cuarto
el mejor toro de la feria, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; el
fallo con los aceros deja a Castella con una vuelta al ruedo. *** Muy firme
Manzanares con un lote manso y complicado.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO Sevilla
Foto: EFE
El Cóndor del Perú sobrevoló la Maestranza. Con la
majestuosidad de los grandes. Contra el viento inclemente y el destino a favor.
La diosa Fortuna manejó a su antojo la devolución del Toro de Cortés, y
convirtió al cuajado sobrero del mismo hierro en el arma perfecta para Roca
Rey. Que hiciese por rajarse como asustado del valor clavado de los estatuarios
y la espaldina explosiva propició que el peruano acudiera a buscarlo a sus
terrenos de fuga. Frente a toriles. Y allí lo ató a su poderosa derecha por
abajo. Que era donde el toro colocaba la cara.
Desde las lejanas verónicas de rítmico juego de brazos.
Vibraba Sevilla en la ligazón de Roca Rey. En la repetición vibrante del manso.
Joder con el manso. Tiró de la embestida al natural con la ayuda de la espada
simulada. La fiereza del airazo incordiaba con dientes de cuchillo. Un inmenso
pase de pecho barrió de pitón a rabo el lomo entero del toro. Precedió el
monumental obligado a una serie soberbia de derechazos, arrastrada la muleta,
acinturado el torero, hundido y fundido con su destino. Funcionó la cabeza con
el privilegio de los elegidos. Y supo que prácticamente ya había que cerrar el
círculo de fuego. El toro lo pedía. Las arrucinas y los circulares invertidos
avivaron el incendio. Como lo atizó el espadazo al encuentro. Del frío del
acero y el aliento de la muerte, huyó toda la mansedumbre espantada. Y en
tablas se amorcilló. La demora en doblar no evitó lo inevitable, y las dos
orejas cayeron con fuerza incontestable.
Quedaba el último acto. Como si hubiera cambiado el sino de
la corrida, saltó al ruedo como cuarto el toro de la feria. Un castaño
hechurado de perfecta armonía. «Derramado» embistió con la bravura tamizada por
la calidad, por el ritmo, por el tranco. La fijeza, la prontitud, la alegría
del galope en banderillas. Chacón se asomó al balcón con empaque. Y Sebastián
Castella se prometía el paraíso cuando acompasó su diestra con tersura y
largura. Como durante toda la primera mitad de la faena. Desde los ayudados,
trincherillas y desdenes de la obertura. Aunque se sintiese la necesidad de
reducir la velocidad o vaciar por debajo de la pala del pitón el penúltimo de
cada ronda antes de ligar el pase de pecho. El paso por la mano izquierda
apuntó un bajón. Que apuntaló un desarme. Todavía Castella volvió a remontar.
Tan empujado por la inercia de «Derramado». O de la plaza. La espada arruinó
con su colocación trasera y atravesada el triunfo presentido. O lo arruinó el
descabello. ¿De dos orejas el premio?
Por cómo estaba la gente de embalada, puede; por el
desarrollo de la faena tal vez no. El palco concedió a «Derramado» el
privilegio de la vuelta en el arrastre; Sevilla obligó al galo a pasear su
anillo en compensación.
El viento feroz asustaba en los albores de la tarde.
Sebastián Castella desafío a los elementos y marchó a portagayola. El capote no
se aposentaba en el albero. Tremolaba con las rachas que lo levantaban. Un
sombrero azul voló hasta la misma boca del túnel negro. El blanco toro apareció
como un susto. Ensabanado, capirote, largo y montado, oteó el horizonte desde
las alturas con su cara de listo. Castella lo esperó como un preso encadenado a
la bancada de la galera. Cuando libró la larga cambiada, tan ajustada, la plaza
respiró con una sensación de alivio. No descolgó nunca el ejemplar de
Victoriano del Río, emplazado y desafiante. A los avíos se venía sin irse. Ni
por los caminos que le abrió José Chacón. Su jefe de filas le provocó su tarda
y escasa fijeza. Constantemente se quedaba por debajo. Y Eolo enredando. Le
Coq, sin quebranto de ánimo, no alargó lo improrrogable.
El zancudo, alto y hondo segundo pegó varios frenazos en el
capote de José María Manzanares apoyado en las manos. Del peto se escupió como
alma que lleva el diablo. Roca Rey intervino por tafalleras y caleserinas en un
quite sin final: la brújula del toro marcaba las tablas. Y hacia allí apretó
con fiereza cuando Suso quería cerrarlo de una mano. Alcanzó el callejón de
milagro. Manzanares se puso muy firme con la muleta ya en la derecha. Entre las
oleadas del toro y las del viento, el tipo ni se inmutó. Arreaba el genio
descompuesto y rebrincado con fuerza huracanada. Ondeaba la tela como una
bandera. Fueron tres series de una importancia bárbara. De una emoción que
acongojaba. Cuando le presentó la izquierda, huyó el manso, rajado y rendido.
El matador lo pasaportó con una contundencia que no se hacía fácil tampoco. La
Maestranza le reconoció los méritos contraídos con una entregada ovación.
José María Manzanares sufrió un sorteo infame: el manso
quinto era una prenda. Un cabrón con pintas ante el que no tiró la toalla.
Encajó los recados envenenados con entereza de hombre.
Como episodio postrero a tanta emoción, se esperaba la
Puerta del Príncipe. El sexto fue otro toro que manseó como loco. Recorrió
kilómetros como Indurain. Roca Rey atacó sin respuesta. Los fallos con el acero
arrasaron con todo como un tsunami. El portón de la gloria entreabierto se volvió
a clausurar. Lo sobrevoló el Cóndor del Perú.
VICTORIANO DEL RÍO | Sebastián Castella, José María Manzanares y
Roca Rey
Toros de Victoriano del Río
y Toros de Cortés (el 3º devuelto y
el sobrero, 3º bis); extraordinario el 4º, premiado con la vuelta al ruedo en
el arrastre; mansos y con peligro 2º y 5º; manseó alocado el conjunto.
Sebastián Castella, de malva y azabache. Pinchazo y estocada
honda caída y tendida (silencio). En el cuarto, estocada trasera y atravesada y
tres descabellos. Aviso (vuelta al ruedo).
José María Manzanares, de celeste y oro. Espadazo. Aviso
(saludos). En el quinto, pinchazo y estocada algo contraria (saludos).
Roca Rey, de verde botella y oro. Estoconazo al
encuentro. Aviso (dos orejas). En el sexto, tres pinchazos y estocada contraria
y varios descabellos. Aviso (ovación de despedida). Salió a hombros por la
puerta de cuadrillas.
Plaza de la Maestranza. Viernes, 5 de mayo de 2017. Undécima de feria.
Lleno.
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