El malagueño da una vuelta al
ruedo por una faena de firmeza y exposición; terrorífica cogida de Román, que
escapó de milagro; decepciona la muy seria y cinqueña corrida de Lagunajanda
que se movió entre la vaciedad y el genio.
Fortes |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
Fortes emprendió la marcha hacia el toro muleta en mano y
con la montera calada. La seriedad del cinqueño sólo se hacía comparable a la
actitud de Fortes. Su faena de sordo valor se hundía en el piso como el perfil
badanudo y oscuro del dios tauro de agresiva mirada.
Tan montado como todas las veces que viajó por encima del
palillo; tan sibilino como todas las que se metió por dentro. La solidez de
columna de Fortes impresionó. Como el baño de sangre de su vientre. Lo que los
viejos revisteros decían "pasárselo por la barriga". La colocación
hundida en los talones, el peso de la verdad en los muslos ofrecidos. Y el
trazo de los naturales como sendas de fuego. Los que se inventó desde el grueso
calibre de su exposición. Las bernadinas sin espacio impactaron como aquel
arranque de rodillas por la espalda. Y sacudieron la conciencia de una plaza
que no se sabía si, hasta ese momento, se enteraba. Enterrada la espada, la
agonía se eternizó por la trayectoria algo atravesada. La petición de la oreja
no cuajó. La vuelta al ruedo desprendió el aura de la importancia de lo
acontecido.
Como si a partir del ecuador de la corrida degenerara en
hechuras antes de volver en el último a su ser, el castaño quinto se levantaba
seis pisos de altura del ruedo. Un pavo con una cornamenta veleta de pavor. Y,
sin embargo, no fue nadie desde su alzada de montaña rusa. Ni valió su sosería
vacía para otra cosa que para andar fácil con él. Quizá no tan largo como
Fortes.
Román escapó íntegro por la gatera de la suerte. Como un
preso por la alambrada. El toro rebañó en un pase de pecho como en otras
ocasiones ya había amenazado. Sólo que ahora prendió al torero, lo levantó por
la casaquilla y le radiografió el tórax a navajazos. La violencia y la saña de
la casta envenenada de genio. Del trance se levantó Román con una muesca en la
frente como un cuchillazo. Y nada más, aparentemente. Y a lo mejor tampoco la
brecha pasaba de ser un colgajo sanguinolento del toro. Que humilló con raza
por el pitón derecho en la mano del joven valenciano. Tandas de muleta a
rastras y ligazón. Incluso al natural le enjaretó tres pases que hacían
presagiar algo mayúsculo. Pero el domecq empezó a pensar y a medir. Y su
continuidad, a cortocircuitar. El joven valenciano no renunció jamás en este
tramo hostil del toma y daca. Las complicaciones afloraban ya como dientes de
sierra. Los doblones del cierre, el volteretón, una media estocada que derivó
en un sinfín de descabellos. Su sinceridad a bocajarro recibió el reconocimiento
de la afición.
Pedro Iturralde picó a ley al astifinísimo y bajo sexto. Y
Raúl Martí y El Sirio, que pasó las de Caín, saludaron con los palos. Arreó el
cinqueño con genio en los doblones de Román como apertura de látigo de la
faena. Pasado el ímpetu inicial quedó la guasa a pelo. Los tornillazos que
volaban por la cadera y se revolvían como dentelladas de perro rabioso. No
volvió la cara nunca el tipo de Valencia. Como no lo ha hecho en todo su paso
isidril. Un respeto.
Como aperitivo Lagunajanda sirvió un toro de líneas y
expresión para enamorarse. Tocadito de pitones, suavemente colorado, anteado,
cinqueño como toda la corrida. Tan templado ya en el capote de Juan del Álamo
por su contado poder. En los vuelos colocó la cara como luego en las
chicuelinas de un quite de Fortes. Para su escasez de fuerza y su clase, no
convinieron ni los terrenos de los medios elegidos por Del Álamo ni los
tirones. A cada mano perdida, un coro de protestas. Como si ya valieran para
algo. Para cuando el salmantino cambió de tierra y eligió torear en paralelo a
la segunda raya, se había hecho tarde para el toro. La extensión del metraje
sobró a todas luces.
La cara abierta del cuarto le confería el trapío. O
camuflaba su ausencia. De lo que no hubo noticias fue de la bravura en aquel
noblón aburrimiento de su embestida. Que la muy seria corrida de Lagunajanda
careció de término equilibrado. Y se movió entre la nada y el genio.
LAGUNAJANDA | Juan del Álamo, Fortes y Román
Toros de Lagunajanda, todos
cinqueños, muy serios; feos 4º y 5º; entre la sosería y el genio se movieron;
apuntó clase sin poder el 1º.
Juan del Álamo, de tabaco y oro. Estocada rinconera
(silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada pasada (silencio).
Fortes, de azul pavo y oro. Estocada atravesada.
Aviso (petición y vuelta al ruedo). En el quinto, estocada. Aviso (silencio).
Román, de azul marino y oro. Media estocada y nueve descabellos. Aviso
(saludos). En el sexto, pinchazo y estocada pasada y tres descabellos. Aviso
(silencio).
Se guardó un minuto de silencio por el 97 aniversario de Joselito el Gallo en Talavera.
Monumental de las Ventas. Martes, 16 de mayo de 2017. Sexta de feria.
Media entrada. Más de media entrada.
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