domingo, 9 de abril de 2017

MONUMENTAL DE LAS VENTAS - El notable pulso de Alberto Aguilar

La espada deja sin trofeo una templadísima faena del matador madrileño con un buen sobrero de San Martín. *** Iván Fandiño desaprovecha el mejor lote de una muy desigual corrida de Victorino Martín. *** La plaza registró una gran entrada con tres cuartos del aforo.
Iván Fandiño
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid

El soberbio ambiente que respiraba Las Ventas se ensombreció por el sentido minuto de silencio en memoria del niño Adrián. La muerte a los ocho años debería penarse como crimen divino de lesa humanidad. La plaza se sumergió en la extraña paz de los cementerios. Hasta que una ovación despidió el recuerdo del niño que por su sueño de ser torero desenmascaró la vil iracundia del antitaurinismo.

De la oscura paz a la luminosa guerra: Gómez del Pilar cogió su capote y marchó al frente de la puerta de toriles. No sin antes solicitar un raro permiso a la presidencia... 'Estaquero', el hondo victorino de la confirmación de alternativa, cuajado con sus 598 kilos, salió cruzado. Y en cuanto Gómez libró la larga cambiada de rodillas se le frenó detrás. El torero se levantó como un resorte y el toro se le quedó mirando y se fue. Sería el primer frenazo de muchos. Tan apoyado en las manos el cárdeno de Victorino. No quiso caballo de lejos y hubo que acortar distancias con el peto. Gómez del Pilar confirmó de manos de Iván Fandiño, que solicitó la aquiescencia del palco para hacerlo. Otra solicitud absurda. Y luego fue el doctorando a más de lo mismo. Sólo que ahora como marca la ley. El victorino siempre se le vino al paso en la muleta y enseguida ese primer instante de humillación en el embroque lo perdía. Y se frenaba y se quedaba con peligro por la cadera.

Del Pilar se lo propuso por los pitones con el mismo resultado. Peor cuando avanzó la faena y se le paraba orientado el toro en mitad de la suerte. El peligro lo resolvió con reflejos. Apenas pudo más que desesperarse y finalizar sobre las piernas.

Otra historia fue el siguiente de la A coronada. Más fino y largo y con una tremenda capacidad para humillar. Iván Fandiño le planteó faena alternando las manos, cuando la mano era la izquierda. Había que esperarlo. Como hubo que esperar a que Fandiño hallase el lado. Antes habían surgido naturales largos con intermitencia. Y la intermitencia siguió. La exigencia de dejársela en la cara para tirar suavemente de él le costaba un mundo a Fandiño. Y quedarse en el sitio. El personal tomó partido por el victorino, que reponía en las zapatillas al no encontrar las telas. La sensación de toro desaprovechado se impuso. A más tras el bajonazo.

Alberto Aguilar atravesó el infierno con el cárdeno y estrecho tercero de Victorino. Una prenda que se venía recto y por dentro. A la caza siempre en cada disparo, en cada taponazo, en cada derrote. Después del amago de rajarse, imperó el genio en los terrenos del «4». Un campo de batalla en el que Aguilar peleó. Incluso fue derribado en una acometida de tigre. Dio igual la diestra o la zocata. Anduvo afortunadamente ligero con la espada.

Una mole de 631 kilos y los cinco años cumplidos asomó como cuarto por chiqueros. Una cosa de basto volumen que portaba una nobleza cierta por el pitón derecho, sin calidades ni excelencias. Iván Fandiño se puso bajo el «7» para trazar esperanzas y perderlas a la misma velocidad de las dos primeras series de redondos. Probablemente fue eso lo que duró el victorino -intratable a izquierdas por otra parte- que nunca terminó de descolgar. Con menos fondo aún parecía contar ayer el matador de Orduña. Recogió la hostilidad de la plaza que un día fue suya.

Como Alberto Aguilar entró en la enfermería se corrió turno. Un toro degolladito, enjuto de carnes y cariavacado bajo sus abiertas palas destartaladas, puso a prueba el oficio de Gómez. Prueba que no pasó por muy recomendado que estuviera por Victorino. El gazapón, deslucido y desagradecido animal de la casa devolvió la carta recomendadora.

Al acarnerado y último toro lo recibieron con una ovación. Cosas veredes. En el aire flotaba la sensación de que no es lo mismo tener de verdad una corrida para Madrid que componer una corrida para Madrid. Máxime cuando en San Isidro vendrá otra, la que cuenta con el sello original de la calidad que empieza por las hechuras... La componenda chunga terminó con la devolución de este blando sexto ya en banderillas. El altón sobrero de San Martín pareció dañarse en la primera vara. El caso es que perdía las manos y gateaba. El presidente lo mantuvo contra la oleada creciente de protestas. En su contado poder, el toro desarrolló calidad. Alberto Aguilar entendió el temple en series necesariamente cortas. El fundamento diestro de la faena también tuvo su punto al natural. Sereno Aguilar a la hora de pulsear. El notable tacto continuó hasta el final. Hermosas perlas de muñeca en el epílogo. La colocación siempre cabal. Un pinchazo estropeó el más que probable triunfo y precedió al susto de la voltereta en el volapié definitivo. Milagrosamente incruento. La prolongación de la muerte derivó en un par de avisos.

Alberto Aguilar mereció mucho más.

VICTORINO MARTÍN | Iván Fandiño, Alberto Aguilar y Gómez del Pilar
Toros de Victorino Martín, dos cinqueños (4º y 6º), desiguales de hechuras y tipo dentro de la seriedad; destacó el 2º; complicados 1º y 3º; deslucido el 5º; noble por el derecho sin terminar de humillar y sin duración el 4º; y un sobrero altón de San Martín (6º bis) de contado poder y mucha calidad.
Iván Fandiño, de espuma de mar y oro. Bajonazo atravesado que escupe y dos descabellos (algunos pitos). En el cuarto, pinchazo y estocada muy trasera y atravesada (pitos).
Alberto Aguilar, de azul pavo y oro. Media estocada (silencio). En el sexto, pinchazo, estocada y dos descabellos. Dos avisos (saludos y ovación de despedida).
Gómez del Pilar, de azul pavo y oro. Estocada tendida (saludos). En el quinto, dos pinchazos, estocada y dos descabellos. Aviso (silencio).
Se guardó un minuto de silencio por la muerte del niño Adrián Hinojosa.
Monumental de las Ventas. Domingo de Ramos, 9 de abril de 2017. Tres cuartos de entrada.

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