La espada deja sin trofeo una
templadísima faena del matador madrileño con un buen sobrero de San Martín. ***
Iván Fandiño desaprovecha el mejor lote de una muy desigual corrida de
Victorino Martín. *** La plaza registró una gran entrada con tres cuartos del
aforo.
Iván Fandiño |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
El soberbio ambiente que respiraba Las Ventas se ensombreció
por el sentido minuto de silencio en memoria del niño Adrián. La muerte a los
ocho años debería penarse como crimen divino de lesa humanidad. La plaza se
sumergió en la extraña paz de los cementerios. Hasta que una ovación despidió
el recuerdo del niño que por su sueño de ser torero desenmascaró la vil
iracundia del antitaurinismo.
De la oscura paz a la luminosa guerra: Gómez del Pilar cogió
su capote y marchó al frente de la puerta de toriles. No sin antes solicitar un
raro permiso a la presidencia... 'Estaquero', el hondo victorino de la
confirmación de alternativa, cuajado con sus 598 kilos, salió cruzado. Y en
cuanto Gómez libró la larga cambiada de rodillas se le frenó detrás. El torero
se levantó como un resorte y el toro se le quedó mirando y se fue. Sería el
primer frenazo de muchos. Tan apoyado en las manos el cárdeno de Victorino. No
quiso caballo de lejos y hubo que acortar distancias con el peto. Gómez del
Pilar confirmó de manos de Iván Fandiño, que solicitó la aquiescencia del palco
para hacerlo. Otra solicitud absurda. Y luego fue el doctorando a más de lo
mismo. Sólo que ahora como marca la ley. El victorino siempre se le vino al paso
en la muleta y enseguida ese primer instante de humillación en el embroque lo
perdía. Y se frenaba y se quedaba con peligro por la cadera.
Del Pilar se lo propuso por los pitones con el mismo
resultado. Peor cuando avanzó la faena y se le paraba orientado el toro en
mitad de la suerte. El peligro lo resolvió con reflejos. Apenas pudo más que
desesperarse y finalizar sobre las piernas.
Otra historia fue el siguiente de la A coronada. Más fino y
largo y con una tremenda capacidad para humillar. Iván Fandiño le planteó faena
alternando las manos, cuando la mano era la izquierda. Había que esperarlo.
Como hubo que esperar a que Fandiño hallase el lado. Antes habían surgido
naturales largos con intermitencia. Y la intermitencia siguió. La exigencia de
dejársela en la cara para tirar suavemente de él le costaba un mundo a Fandiño.
Y quedarse en el sitio. El personal tomó partido por el victorino, que reponía
en las zapatillas al no encontrar las telas. La sensación de toro
desaprovechado se impuso. A más tras el bajonazo.
Alberto Aguilar atravesó el infierno con el cárdeno y
estrecho tercero de Victorino. Una prenda que se venía recto y por dentro. A la
caza siempre en cada disparo, en cada taponazo, en cada derrote. Después del
amago de rajarse, imperó el genio en los terrenos del «4». Un campo de batalla
en el que Aguilar peleó. Incluso fue derribado en una acometida de tigre. Dio
igual la diestra o la zocata. Anduvo afortunadamente ligero con la espada.
Una mole de 631 kilos y los cinco años cumplidos asomó como cuarto
por chiqueros. Una cosa de basto volumen que portaba una nobleza cierta por el
pitón derecho, sin calidades ni excelencias. Iván Fandiño se puso bajo el «7»
para trazar esperanzas y perderlas a la misma velocidad de las dos primeras
series de redondos. Probablemente fue eso lo que duró el victorino -intratable
a izquierdas por otra parte- que nunca terminó de descolgar. Con menos fondo
aún parecía contar ayer el matador de Orduña. Recogió la hostilidad de la plaza
que un día fue suya.
Como Alberto Aguilar entró en la enfermería se corrió turno.
Un toro degolladito, enjuto de carnes y cariavacado bajo sus abiertas palas
destartaladas, puso a prueba el oficio de Gómez. Prueba que no pasó por muy
recomendado que estuviera por Victorino. El gazapón, deslucido y desagradecido
animal de la casa devolvió la carta recomendadora.
Al acarnerado y último toro lo recibieron con una ovación.
Cosas veredes. En el aire flotaba la sensación de que no es lo mismo tener de
verdad una corrida para Madrid que componer una corrida para Madrid. Máxime
cuando en San Isidro vendrá otra, la que cuenta con el sello original de la
calidad que empieza por las hechuras... La componenda chunga terminó con la
devolución de este blando sexto ya en banderillas. El altón sobrero de San Martín
pareció dañarse en la primera vara. El caso es que perdía las manos y gateaba.
El presidente lo mantuvo contra la oleada creciente de protestas. En su contado
poder, el toro desarrolló calidad. Alberto Aguilar entendió el temple en series
necesariamente cortas. El fundamento diestro de la faena también tuvo su punto
al natural. Sereno Aguilar a la hora de pulsear. El notable tacto continuó
hasta el final. Hermosas perlas de muñeca en el epílogo. La colocación siempre
cabal. Un pinchazo estropeó el más que probable triunfo y precedió al susto de
la voltereta en el volapié definitivo. Milagrosamente incruento. La
prolongación de la muerte derivó en un par de avisos.
Alberto Aguilar mereció mucho más.
VICTORINO MARTÍN | Iván Fandiño, Alberto Aguilar y Gómez del Pilar
Toros de Victorino Martín,
dos cinqueños (4º y 6º), desiguales de hechuras y tipo dentro de la seriedad;
destacó el 2º; complicados 1º y 3º; deslucido el 5º; noble por el derecho sin
terminar de humillar y sin duración el 4º; y un sobrero altón de San Martín (6º bis) de contado poder y
mucha calidad.
Iván Fandiño, de espuma de mar y oro. Bajonazo
atravesado que escupe y dos descabellos (algunos pitos). En el cuarto, pinchazo
y estocada muy trasera y atravesada (pitos).
Alberto Aguilar, de azul pavo y oro. Media estocada
(silencio). En el sexto, pinchazo, estocada y dos descabellos. Dos avisos
(saludos y ovación de despedida).
Gómez del Pilar, de azul pavo y oro. Estocada tendida
(saludos). En el quinto, dos pinchazos, estocada y dos descabellos. Aviso
(silencio).
Se guardó un minuto de silencio por la muerte del niño Adrián Hinojosa.
Monumental de las Ventas. Domingo de Ramos, 9 de abril de 2017. Tres
cuartos de entrada.
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