domingo, 30 de abril de 2017

FERIA DE ABRIL – QUINTA CORRIDA: Manzanares se corona como As de Espadas

El matador alicantino cortas dos orejas a una buena corrida en conjunto de Juan Pedro Domecq. *** López Simón se deja ir el mejor toro de la tarde.
 
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Sevilla

El fulgor del acero de José María Manzanares cortó hasta la misma lluvia. Como las dos orejas que fueron a su esportón. Manzanares se coronó como As de espadas en la Maestranza. Como rey del escalafón de matadores de toros haciendo honor a su título. Que es como el del doctorado. Con matrícula de honor en su caso.

La noticia de sus cañonazos se elevó como una salva sobre todo lo demás. Cuando no parecía estar el toro para matar en la suerte de recibir y él estaba obcecado en ella. Una, dos, puede que hasta tres veces lo intentase. En oblicuo a tablas la colocación, frente al burladero de capotes. El juampedro echó entonces la cara entre las manos. Como si olisqueara el albero. Casi descuadrándose. Cuando volvió a centrarse en el torero, Manzanares adelantó la muleta un palmo más y prácticamente a la vez que el juampedro arrancó. El estoconazo al encuentro adquirió la sonoridad de la muerte. Como un crujido de huesos. Tremendo. Del embroque salió el toro rodado sin puntilla. Un espectáculo. La plaza se levantó con una admiración rendida. El colosal final igualaba una faena con sus momentos y sus tiempos vacíos.

Las series se hacían cortas. El toro regalaba buenas embestidas, pero del tercer derechazo o natural en adelante se metía. O no se iba. O Manzanares se lo traía. No sé. Y se veía obligado a rematar cuando se quedaba en la tabla del cuello. Con un molinete en una ocasión y con interminables pases de pecho en la mayoría. El toro había sido de una fijeza magnífica. Irregular después. Y, antes, pronto siempre.

Paco María había agarrado dos soberanos puyazos. La brega de Rafael Rosa fue impecable. Como los pares de Suso. La inapelable estocada de José María Manzanares valió por sí misma la oreja.

Otra estocada superlativa de Manzanares finiquitó al buen, bravo y entipado quinto (empiezan a cundir los comentarios en esta feria sobre una báscula que hace generosa la tablilla todas las tardes). Al volapié en esta ocasión. Bárbara la ejecución e inmaculada la colocación. Otro trofeo caía para el As de espadas del escalafón. La faena -versión manzanarista antes de Dalia- directamente empezó por la mano derecha. Sin prólogos como todas las obras de José María Manzanares. Los inmensos pases de pecho volvieron a elevar la categoría de las tandas. Como un cambio de mano que entró como un puño en las entrañas de Sevilla. Como el acero cuando el toro ya lo había dado todo.

López Simón sorteó un dije, una pintura de Juan Pedro que se llamaba Melodía. Su embestida respondía al nombre. Una clase superior. Y, como suele pasar con la clase, la fuerza contada. Enseñó el toro enseguida y de salida la calidad de mayúsculo temple. Cómo sería para que Simón lo torease con lentitud en una serie por la mano derecha que prometió lo que no fue. Entre que el torero de Barajas se puso muy encima y el toro se acabó antes de hora, la faena derivó hacia el arrimón de espaldinas y circulares invertidos y un tremendismo peripatético de rodillas. Sevilla le agradeció el esfuerzo con una ovación.

Y casi le premia con una oreja por una faena para olvidar con el alegre, encastado, repetidor y humillador sexto.

Beato se aupó por méritos propios como el mejor toro de la corrida de Juan Pedro, buena en su conjunto aunque Enrique Ponce tuvo motivos para decir lo contrario.

Y es que Ponce se estrelló con un toro guapo, colorao y de blanco pitón que se desfondó en su escaso fuelle y su fuerza de mazapán. Quedaron como notas recordables el buen saludo con el capote a la verónica y la apertura de faena, que prácticamente fue lo que duró el toro en su media altura.

No remontó el maestro de Chiva con un cuarto altón de remisa entrega. La larga intentona que persiguió estéril el lucimiento concluyó afeada por la espada. Esa que José María Manzanares maneja como un samurai sin código bushido.

JUAN PEDRO DOMECQ | Enrique Ponce, José María Manzanares y López Simón
Toros de Juan Pedro Domecq y Parladé bien presentados y entipados en sus diferentes remates; destacaron el bravo 5º y, sobre todos, el encastado y humillador 6º en un buen conjunto; 1º y 4º bajaron la nota.
Enrique Ponce, de blanco y oro. Media defectuosa (silencio). En el cuarto, pinchazo, metisaca, pinchazo y estocada rinconera (silencio).
José María Manzanares, de azul marino y oro. Gran estocada al encuentro (oreja). En el quinto, gran estocada (oreja).
López Simón, de grana y oro. Pinchazo y estocada algo contraria (saludos). En el sexto, estocada pasada (petición y saludos).
Plaza de la Mestranza. Viernes, 28 de abril de 2017. Cuarta de feria. Tres cuartos largos de entrada.

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