domingo, 16 de abril de 2017

MORANTE DE LA PUEBLA: «Prefiero no saber por cuánto me juego la vida cada tarde»

Artista por excelencia, el diestro, que hoy torea en Sevilla, habla sin medias tintas y advierte del clima de tensión que sufren los defensores de la Fiesta. «Cualquier día va a haber una desgracia porque los taurinos van a explotar», se lamenta. Palabra de maestro. 
 
PATRICIA NAVARRO
@PatriciNavarro
Diario LA RAZON de Madrid

Refresca en Madrid. Es primera hora de la mañana. Y entre edificio y edificio anda el Circo Gottani en las cercanías de la ciudad. El circo de toda la vida, ahora también en el ojo del huracán. El contraste de la inmensidad de los elefantes ya es brutal. Más cuando te adentras en esa preciosidad de carpa, pura magia y embrujo lo que ocurre desde entonces. Ahí dentro se vive otro mundo. Se respira. Nos espera Joy. El rey de la escena. Lo controla todo. Enérgico, alegre, eufórico y todo hospitalidad en su casa, el circo a la intemperie. Esta vez sin niños, en el preámbulo, en estado puro y duro. El día a día tras las bambalinas. «Es la primera vez que conozco a un torero», le dice nada más llegar; «también para mí es la primera vez que conozco a un domador de elefantes», responde Morante de la Puebla. Tardarán poco en intimar uno y otro. Llegará después el respeto al animal. La reverencia.

–¿Qué es el toro para un torero?
Mi vida, mi amor, mi locura, sin él no sabría vivir. Vivimos unos tiempos raros, complicados también para los animales, no sólo para los humanos. El animalismo es un virus que no tiene fin y es muy fácil de comprar. A nadie le gusta hacer daño a los animales. Ahora que estamos aquí en el circo, mi padre me llevaba cuando era chico y un circo sin animales es como un jardín sin flores. ¿Quién va a cuidar más a los animales que la gente del circo que son los que viven de ello?

–¿Se está perdiendo el equilibrio en la relación con los animales?
Se está perdiendo la cabeza. Es una locura que se va haciendo colectiva. Hay una realidad que el animal está al servicio del hombre salvo cuando el animal es salvaje. ¿Hasta dónde quieren llegar? ¿Que nadie tenga perro en su casa? La humanidad ha prosperado gracias a experimentos con animales, a nadie le gusta ver que a un animal le meten una enfermedad para luego curar, pero también hay que pensar que luego se salvan muchas vidas humanas. Aquí, en el circo, es increíble ver cómo tratan a los animales. Al final los niños qué van a hacer ¿irse a África para ver animales?
–¿Está de moda ser antitaurino?
En ciertos grupos sociales sí está de moda, porque se creen mejores personas que yo y moralmente se sienten superiores y están alejados de la realidad. No hay torero o persona que esté cerca de los animales que no quiera a los animales. Lo cierto es que muchos de ellos viven de las subvenciones y defienden sus puestos de trabajo. Hay gente que sí siente sensibilidad con el animal y eso lo respeto y les diría que no vayan a los toros, no pasa nada. Pero otra cosa es prohibir, prohibir por prohibir los toros, los circos, los animales en el zoológico...

–En una manifestación antitaurina en Ronda cruzó para ver qué decían exactamente. ¿Qué se encontró?
Quería saber qué decían de mí en definitiva sin conocerme. Me acerqué a una señorita y... Me ponían fatal. Le dije que yo era torero y no me consideraba un asesino, ella no supo qué decirme. Aquel día nadie era de Ronda y todos iban cobrando. La gente estaba indignada porque Ronda es un lugar emblemático y aquello rozaba el vandalismo. Hay dinero y se manejan ciertas subvenciones.

–Usted ha demandado a Peter Jensen, que ha saltado varias veces a las plazas donde usted torea.
Sí, me siento acosado cuando toreo, salta al ruedo y me señala y busca publicidad. Este hombre es de Holanda, no tiene ni idea de lo que es nuestro patrimonio cultural y viene a ofender. Cualquier día va a haber una desgracia porque los taurinos van a explotar y la culpa la tienen los políticos por permitir que las manifestaciones se hagan en la puerta de las plazas. La situación es grave, cada vez se sienten más fuertes y atacan con más agresividad. El taurino es educado y no le gusta... pero cuando te insultan tan gravemente y vas con tus niños... Se va a armar un lío gordo y creo que se puede evitar.
–¿Cómo es su relación con el toro?
El toreo es vocacional. Cuando vas a torear, cuando te predispones a una corrida, el miedo te hace pensar en dejar de torear. No hay tarde en la que no piense que me voy a retirar y a la vez no hay noche que no sueñe que estoy toreando.

–¿Cómo se supera esa angustia?
Con vocación. Nada más. Ni con esfuerzo ni con valor, como el que es cura o médico que va a países difíciles... Es un sinvivir.

–¿Es el miedo el que provoca eso?
Sí. Es presión; se le pone un nombre que es miedo pero que puede tener muchos sentimientos: responsabilidad, el sacrificio de estar allí, pero en definitiva es miedo.

–¿Le cambia el carácter?
No, lo disimulo muy bien.

–¿Las angustias se las echa al toro?
El animal es parecido a un espejo que te muestra toda tu vulnerabilidad y todos tus defectos. Intentas superarte a través de un peligro inminente que es el toro. Es un diálogo de locos pero de un loco muy íntimo. No es agradable ver continuamente tus despojos vitales y te lo piensas si estás para ponerte delante del toro o no. Belmonte decía si los toreros tuvieran que hacer las corridas en el patio de cuadrillas no haríamos ni una. En ese momento, al menos yo, lo que más deseo es salir vivo del trance. Después, uno tiene la responsabilidad y te creces ante la adversidad, pero es un diálogo permanente y una educación íntima difícil, pero como es vocacional no tienes escapatoria.

–¿Qué papel juega el miedo al ridículo?
Yo no me he visto, porque el ridículo nunca está en el toreo, a no ser que hagas el payaso. Cuando un torero corre o se tira al callejón de cabeza o tiene miedo... Eso no es ridículo, forma parte de la naturaleza humana... Además me gusta, porque son los defectos propios de cualquier persona que se pone en una situación límite. Hoy en día los toreros tienen más valor que nunca y hay pocos que se tiren de cabeza al callejón, pero cuando ocurre, a mí me gusta porque veo la impotencia del ser humano frente al animal y eso pertenece a las corridas de toros. Eso es... Salir huyendo para buscar una posición mejor.

–¿Y las broncas?
Son muy desagradables, pero a veces no hay más remedio. Uno no se debe prestar siempre a lo que quiera el público. Hay que tener criterio y personalidad. A veces hay que matar al toro y se acabó. Las broncas son tristes para el torero, pero valientes también cuando son por decisión propia. En mi caso, no quiero engañar a nadie ni a mí mismo. Son broncas valientes, pero tristes proque no he podido contentar a muchos de mis seguidores.
–¿Cuál ha sido la bronca más gorda?
Una de las peores fue en Isla Terceira. Pegué un petardo... Nos cogían la furgoneta y casi volcaba... Pasamos miedo. Con el tiempo queda en anécdota, pero cuando ya ha pasado, en el momento se pasa muy mal. La naturaleza humana es capaz de amar y odiar y eso ocurre en una plaza de toros.

–¿Relativiza los éxitos y los fracasos?
Se deben festejar las dos cosas. Celebramos el triunfo y olvidamos el fracaso.

–¿Sabría vivir sin miedo?
Me da miedo decir que no, porque todo se acaba, pero es lo que he hecho toda mi vida y creo que no sabría. Belmonte decía que el toreo es una enfermedad que no tiene cura y es verdad, al que le entra la tauromaquia se convierte en algo muy obsesivo.

–¿Qué le dice que el toro va a acudir al engaño?
Hay mucho detrás del toreo. Una ciencia, un conocimiento, porque el toro tiene su distancia, cualquiera que se ponga con un trapo no le pega pases a un toro, hay que saber. El toro viene a querer cogerte, él sale a la plaza pidiendo guerra y entra en juego la forma, la postura, el cruzarte, la distancia y todas esas cosas hacen posible que puedas torear y si a eso añades que puedas crear arte entonces es un milagro absoluto. Es tu vida, tu alma, al servicio del arte, es muy puro. Y además no es tan propio, es algo que se deja ahí y eso lo engrandece la naturaleza humana del torero. Provocar un arte y deshacerte de él.

–¿Dejan cicatrices las cornadas además de las estéticas?
Hay de todo, pero las cornadas son traumas. A veces estás toreando y te viene un flash a la cabeza, como si revivieras el momento. Pero lo controlas y después se van olvidando, como si tienes un accidente de coche.

–Con éxito, dinero... ¿hay necesidad de seguir lanzando la moneda al aire?
Hay que vivir... Feliz. Creo que era Oscar Wilde el que decía que la felicidad era para los tontos. A mí sin soñar con el toreo me es difícil estar pleno. Bergamín decía sabiamente que la suerte de un torero es no tener donde caerse muerto. Se refería a no tener nada que te atrape, como la familia, tus hijos, el dinero...

–¿Por qué sufre usted?
Yo antes sufría mucho por mi madre, es la que más tenía en mi pensamiento. A mi padre le veía más fuerte y quizá los hombres entre nosotros nos vemos más duros aunque el sufrimiento y la pena vaya por dentro, pero mi madre era mi preocupación. Después se unieron mi mujer, mis hijos, esto, lo otro... Y todo esto hace que el torero tenga donde caerse muerto.

–¿Se torea por dinero?
Yo creo que no. Empecé a ser torero casi desde que nací y en aquel momento yo no tenía sentido de lo que era el dinero y ningún torero cerca para ver cómo vivía. Y a mí no me gusta alardear de coches ni de nada. Se torea por vocación. No te digo que los toreros en otros tiempos no se hicieran por necesidad, pero ahora no.

–¿Se acabarán los toros?
Yo creo que no. El toreo ha sufrido mucho este tipo de acoso. Incluso hubo un Papa que los prohibió y la gente dijo pues si han prohibido los toros vamos a echar vacas... En nuestra península ha tenido mucha fuerza el toro, es muy poderoso y forma parte de nuestra identidad. Mientras las madres sigan pariendo toreros no debe terminar, pero como esto es un mundo de locos pues a veces lo dudo, pero sería amputarle a la Humanidad y, en este caso a España, su identidad más distinguida... Los juegos con los toros han existido en muchos sitios, pero España hizo de ese juego un arte y de ahí viene el auge y la protección hacia las corridas de toros. Si esto hubiera sido una matanza se habría acabado, pero a través del arte la tauromaquia ha llegado a un punto tan álgido que es difícil que un espectador no se emocione.

–¿Se siente acosado como profesional?
Me siento maltratado por el entorno político, luego también los hay aficionados a los toros. Yo nací torero y esto ya estaba aquí; no lo inventé yo. La identidad de las corridas de toros es una suerte para nuestro país.

–¿Qué le pasa con la elevación del ruedo de Las Ventas?
El desnivel de la plaza es tremendo. Está claro que cuando llueve no se hacen charcos; es imposible que se suspenda una corrida. No es sólo el desnivel; el animal busca las querencias, en las cuesta abajo van más rápido y hacia arriba receloso, total que no se conserva la naturalidad de la lidia y todo pensando en que no se suspenda una corrida para que no se devuelvan las entradas. Cuando yo toreaba de novillero ya había cuesta pero se ha ido subiendo y creo que a veces llueve y hay que suspender y punto. Y si no, que la cubran.

–¿Pesa más torear en Sevilla al ser su tierra?
Torear en Sevilla es muy grande para mí. Piensa uno en la faena soñada, en los arcos de esa plaza. Pienso que la empresa me necesita y no soy capaz de decir que no.

–También es torero de Madrid.
Madrid es una plaza tremenda, aunque luego no estoy de acuerdo con la filosofía de un sector. A los toros hay que ir con alegría y algunos van envenenados desde el principio. Tiene una identidad ahí que ha ido cogiendo fuerza y lo sufrimos los toreros y los ganaderos. Es una plaza difícil y hostil. Creo que la educación debe aflorar siempre y Madrid pierde muchas veces los papeles. Madrid a veces es horrible y nadie es capaz de decirlo.

–Y eso que usted es el «consentido» de Madrid.
Sí, pero no me gustan las injusticias.

–Hay en su tauromaquia muchas cosas del pasado.
Se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, en esto del toreo cuanto más atrás nos vamos más auténtica se nos aparece la lidia, artísticamente varía, los toreros hoy se quedan más quietos que nunca, pero esa esencia es la que yo intento transportar a estos tiempos y hacerla mía.

–Aficionado al fúbtol y del Betis.
Yo no era aficionado al fútbol pero mis amigos sí. Ser del Betis o del Sevilla no se elige, es el ambiente en el que te crías.

–¿Qué hubiera sido Morante sin ruedos?
A veces me lo pregunta mi mujer y le digo que solo la pregunta me da miedo. Sé hacer de todo pero nada bien. A mí me gusta la jardinería. Ahí sí me hubiese sentido más o menos válido para la sociedad. Pero para lo demás no tengo sentido de la economía, de los números... Estoy más presente en la naturaleza.

–Pero, ¿sabe lo que tiene?
Yo no sé lo que tengo. Lo delego en mi amigo José Miguel, que además es mi representante. Muchas veces le digo: «Cuídate, no te vayas a morir que no sé lo que tengo».

–¿Pero sí sabe por cuánto se juega la vida cada tarde?
Prefiero no saberlo. Me da pena de mí saber que voy a torear por dinero. Ellos saben los parámetros y confío más en ellos que en mí. Solamente de pensar en los números me pongo nervioso. Me gusta más la validez humana de lo que represento.

–¿Qué le hará sentir satisfecho esta temporada?
Aspiro a seguir creando, a que no me coja un toro gravemente, que una cosa y la otra a veces es incompatible. El riesgo y la voluntad de crear está reñida. Seguir creando e ilusionando, sin decepcionar.

–¿Estancarse es la preocupación?
Sí; si me estanco me aburro. A veces uno se pregunta si habrá llegado el punto en que ya no sea capaz de hacer algo nuevo y creativo. No lo sé. Y claro me da tristeza y preocupación que me quede como algo estático.

–¿Es creyente?
Llevo a Jesucristo muy dentro en mi pensamiento, pero no soy de los que lleva una capilla y casi nunca entro en las de las plazas, pero es como si me pareciera al hacerlo que esto va en serio.

–¿Así le quita importancia?
El verdadero Dios está dentro de uno y te acompaña siempre. Dentro es donde está la fe. Entrar en la capilla me quita alegría y el torero debe ir con una predisposición alegre a jugarse la vida.

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