Artista por excelencia, el
diestro, que hoy torea en Sevilla, habla sin medias tintas y advierte del clima
de tensión que sufren los defensores de la Fiesta. «Cualquier día va a haber
una desgracia porque los taurinos van a explotar», se lamenta. Palabra de
maestro.
PATRICIA NAVARRO
@PatriciNavarro
Diario LA RAZON de
Madrid
Refresca en Madrid. Es primera hora de la mañana. Y entre
edificio y edificio anda el Circo Gottani en las cercanías de la ciudad. El
circo de toda la vida, ahora también en el ojo del huracán. El contraste de la
inmensidad de los elefantes ya es brutal. Más cuando te adentras en esa
preciosidad de carpa, pura magia y embrujo lo que ocurre desde entonces. Ahí
dentro se vive otro mundo. Se respira. Nos espera Joy. El rey de la escena. Lo
controla todo. Enérgico, alegre, eufórico y todo hospitalidad en su casa, el
circo a la intemperie. Esta vez sin niños, en el preámbulo, en estado puro y
duro. El día a día tras las bambalinas. «Es la primera vez que conozco a un
torero», le dice nada más llegar; «también para mí es la primera vez que
conozco a un domador de elefantes», responde Morante de la Puebla. Tardarán
poco en intimar uno y otro. Llegará después el respeto al animal. La
reverencia.
–¿Qué es el toro para
un torero?
Mi vida, mi amor, mi locura, sin él no sabría vivir. Vivimos
unos tiempos raros, complicados también para los animales, no sólo para los
humanos. El animalismo es un virus que no tiene fin y es muy fácil de comprar.
A nadie le gusta hacer daño a los animales. Ahora que estamos aquí en el circo,
mi padre me llevaba cuando era chico y un circo sin animales es como un jardín
sin flores. ¿Quién va a cuidar más a los animales que la gente del circo que
son los que viven de ello?
–¿Se está perdiendo
el equilibrio en la relación con los animales?
Se está perdiendo la cabeza. Es una locura que se va
haciendo colectiva. Hay una realidad que el animal está al servicio del hombre
salvo cuando el animal es salvaje. ¿Hasta dónde quieren llegar? ¿Que nadie
tenga perro en su casa? La humanidad ha prosperado gracias a experimentos con
animales, a nadie le gusta ver que a un animal le meten una enfermedad para
luego curar, pero también hay que pensar que luego se salvan muchas vidas
humanas. Aquí, en el circo, es increíble ver cómo tratan a los animales. Al
final los niños qué van a hacer ¿irse a África para ver animales?
–¿Está de moda ser
antitaurino?
En ciertos grupos sociales sí está de moda, porque se creen
mejores personas que yo y moralmente se sienten superiores y están alejados de
la realidad. No hay torero o persona que esté cerca de los animales que no
quiera a los animales. Lo cierto es que muchos de ellos viven de las
subvenciones y defienden sus puestos de trabajo. Hay gente que sí siente
sensibilidad con el animal y eso lo respeto y les diría que no vayan a los
toros, no pasa nada. Pero otra cosa es prohibir, prohibir por prohibir los toros,
los circos, los animales en el zoológico...
–En una manifestación
antitaurina en Ronda cruzó para ver qué decían exactamente. ¿Qué se encontró?
Quería saber qué decían de mí en definitiva sin conocerme.
Me acerqué a una señorita y... Me ponían fatal. Le dije que yo era torero y no
me consideraba un asesino, ella no supo qué decirme. Aquel día nadie era de
Ronda y todos iban cobrando. La gente estaba indignada porque Ronda es un lugar
emblemático y aquello rozaba el vandalismo. Hay dinero y se manejan ciertas
subvenciones.
–Usted ha demandado a
Peter Jensen, que ha saltado varias veces a las plazas donde usted torea.
Sí, me siento acosado cuando toreo, salta al ruedo y me
señala y busca publicidad. Este hombre es de Holanda, no tiene ni idea de lo que
es nuestro patrimonio cultural y viene a ofender. Cualquier día va a haber una
desgracia porque los taurinos van a explotar y la culpa la tienen los políticos
por permitir que las manifestaciones se hagan en la puerta de las plazas. La
situación es grave, cada vez se sienten más fuertes y atacan con más
agresividad. El taurino es educado y no le gusta... pero cuando te insultan tan
gravemente y vas con tus niños... Se va a armar un lío gordo y creo que se
puede evitar.
–¿Cómo es su relación
con el toro?
El toreo es vocacional. Cuando vas a torear, cuando te
predispones a una corrida, el miedo te hace pensar en dejar de torear. No hay
tarde en la que no piense que me voy a retirar y a la vez no hay noche que no
sueñe que estoy toreando.
–¿Cómo se supera esa
angustia?
Con vocación. Nada más. Ni con esfuerzo ni con valor, como
el que es cura o médico que va a países difíciles... Es un sinvivir.
–¿Es el miedo el que
provoca eso?
Sí. Es presión; se le pone un nombre que es miedo pero que
puede tener muchos sentimientos: responsabilidad, el sacrificio de estar allí,
pero en definitiva es miedo.
–¿Le cambia el
carácter?
No, lo disimulo muy bien.
–¿Las angustias se
las echa al toro?
El animal es parecido a un espejo que te muestra toda tu
vulnerabilidad y todos tus defectos. Intentas superarte a través de un peligro
inminente que es el toro. Es un diálogo de locos pero de un loco muy íntimo. No
es agradable ver continuamente tus despojos vitales y te lo piensas si estás
para ponerte delante del toro o no. Belmonte decía si los toreros tuvieran que
hacer las corridas en el patio de cuadrillas no haríamos ni una. En ese
momento, al menos yo, lo que más deseo es salir vivo del trance. Después, uno
tiene la responsabilidad y te creces ante la adversidad, pero es un diálogo
permanente y una educación íntima difícil, pero como es vocacional no tienes
escapatoria.
–¿Qué papel juega el
miedo al ridículo?
Yo no me he visto, porque el ridículo nunca está en el
toreo, a no ser que hagas el payaso. Cuando un torero corre o se tira al
callejón de cabeza o tiene miedo... Eso no es ridículo, forma parte de la
naturaleza humana... Además me gusta, porque son los defectos propios de
cualquier persona que se pone en una situación límite. Hoy en día los toreros
tienen más valor que nunca y hay pocos que se tiren de cabeza al callejón, pero
cuando ocurre, a mí me gusta porque veo la impotencia del ser humano frente al
animal y eso pertenece a las corridas de toros. Eso es... Salir huyendo para
buscar una posición mejor.
–¿Y las broncas?
Son muy desagradables, pero a veces no hay más remedio. Uno
no se debe prestar siempre a lo que quiera el público. Hay que tener criterio y
personalidad. A veces hay que matar al toro y se acabó. Las broncas son tristes
para el torero, pero valientes también cuando son por decisión propia. En mi
caso, no quiero engañar a nadie ni a mí mismo. Son broncas valientes, pero
tristes proque no he podido contentar a muchos de mis seguidores.
–¿Cuál ha sido la
bronca más gorda?
Una de las peores fue en Isla Terceira. Pegué un petardo...
Nos cogían la furgoneta y casi volcaba... Pasamos miedo. Con el tiempo queda en
anécdota, pero cuando ya ha pasado, en el momento se pasa muy mal. La
naturaleza humana es capaz de amar y odiar y eso ocurre en una plaza de toros.
–¿Relativiza los
éxitos y los fracasos?
Se deben festejar las dos cosas. Celebramos el triunfo y
olvidamos el fracaso.
–¿Sabría vivir sin
miedo?
Me da miedo decir que no, porque todo se acaba, pero es lo
que he hecho toda mi vida y creo que no sabría. Belmonte decía que el toreo es
una enfermedad que no tiene cura y es verdad, al que le entra la tauromaquia se
convierte en algo muy obsesivo.
–¿Qué le dice que el
toro va a acudir al engaño?
Hay mucho detrás del toreo. Una ciencia, un conocimiento,
porque el toro tiene su distancia, cualquiera que se ponga con un trapo no le
pega pases a un toro, hay que saber. El toro viene a querer cogerte, él sale a
la plaza pidiendo guerra y entra en juego la forma, la postura, el cruzarte, la
distancia y todas esas cosas hacen posible que puedas torear y si a eso añades
que puedas crear arte entonces es un milagro absoluto. Es tu vida, tu alma, al
servicio del arte, es muy puro. Y además no es tan propio, es algo que se deja
ahí y eso lo engrandece la naturaleza humana del torero. Provocar un arte y
deshacerte de él.
–¿Dejan cicatrices
las cornadas además de las estéticas?
Hay de todo, pero las cornadas son traumas. A veces estás
toreando y te viene un flash a la cabeza, como si revivieras el momento. Pero
lo controlas y después se van olvidando, como si tienes un accidente de coche.
–Con éxito, dinero...
¿hay necesidad de seguir lanzando la moneda al aire?
Hay que vivir... Feliz. Creo que era Oscar Wilde el que
decía que la felicidad era para los tontos. A mí sin soñar con el toreo me es
difícil estar pleno. Bergamín decía sabiamente que la suerte de un torero es no
tener donde caerse muerto. Se refería a no tener nada que te atrape, como la
familia, tus hijos, el dinero...
–¿Por qué sufre
usted?
Yo antes sufría mucho por mi madre, es la que más tenía en
mi pensamiento. A mi padre le veía más fuerte y quizá los hombres entre
nosotros nos vemos más duros aunque el sufrimiento y la pena vaya por dentro,
pero mi madre era mi preocupación. Después se unieron mi mujer, mis hijos,
esto, lo otro... Y todo esto hace que el torero tenga donde caerse muerto.
–¿Se torea por dinero?
Yo creo que no. Empecé a ser torero casi desde que nací y en
aquel momento yo no tenía sentido de lo que era el dinero y ningún torero cerca
para ver cómo vivía. Y a mí no me gusta alardear de coches ni de nada. Se torea
por vocación. No te digo que los toreros en otros tiempos no se hicieran por
necesidad, pero ahora no.
–¿Se acabarán los
toros?
Yo creo que no. El toreo ha sufrido mucho este tipo de
acoso. Incluso hubo un Papa que los prohibió y la gente dijo pues si han
prohibido los toros vamos a echar vacas... En nuestra península ha tenido mucha
fuerza el toro, es muy poderoso y forma parte de nuestra identidad. Mientras
las madres sigan pariendo toreros no debe terminar, pero como esto es un mundo
de locos pues a veces lo dudo, pero sería amputarle a la Humanidad y, en este
caso a España, su identidad más distinguida... Los juegos con los toros han
existido en muchos sitios, pero España hizo de ese juego un arte y de ahí viene
el auge y la protección hacia las corridas de toros. Si esto hubiera sido una
matanza se habría acabado, pero a través del arte la tauromaquia ha llegado a
un punto tan álgido que es difícil que un espectador no se emocione.
–¿Se siente acosado
como profesional?
Me siento maltratado por el entorno político, luego también
los hay aficionados a los toros. Yo nací torero y esto ya estaba aquí; no lo
inventé yo. La identidad de las corridas de toros es una suerte para nuestro
país.
–¿Qué le pasa con la
elevación del ruedo de Las Ventas?
El desnivel de la plaza es tremendo. Está claro que cuando
llueve no se hacen charcos; es imposible que se suspenda una corrida. No es
sólo el desnivel; el animal busca las querencias, en las cuesta abajo van más
rápido y hacia arriba receloso, total que no se conserva la naturalidad de la
lidia y todo pensando en que no se suspenda una corrida para que no se
devuelvan las entradas. Cuando yo toreaba de novillero ya había cuesta pero se
ha ido subiendo y creo que a veces llueve y hay que suspender y punto. Y si no,
que la cubran.
–¿Pesa más torear en
Sevilla al ser su tierra?
Torear en Sevilla es muy grande para mí. Piensa uno en la
faena soñada, en los arcos de esa plaza. Pienso que la empresa me necesita y no
soy capaz de decir que no.
–También es torero de
Madrid.
Madrid es una plaza tremenda, aunque luego no estoy de
acuerdo con la filosofía de un sector. A los toros hay que ir con alegría y
algunos van envenenados desde el principio. Tiene una identidad ahí que ha ido
cogiendo fuerza y lo sufrimos los toreros y los ganaderos. Es una plaza difícil
y hostil. Creo que la educación debe aflorar siempre y Madrid pierde muchas
veces los papeles. Madrid a veces es horrible y nadie es capaz de decirlo.
–Y eso que usted es
el «consentido» de Madrid.
Sí, pero no me gustan las injusticias.
–Hay en su
tauromaquia muchas cosas del pasado.
Se dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, en esto del
toreo cuanto más atrás nos vamos más auténtica se nos aparece la lidia,
artísticamente varía, los toreros hoy se quedan más quietos que nunca, pero esa
esencia es la que yo intento transportar a estos tiempos y hacerla mía.
–Aficionado al fúbtol
y del Betis.
Yo no era aficionado al fútbol pero mis amigos sí. Ser del
Betis o del Sevilla no se elige, es el ambiente en el que te crías.
–¿Qué hubiera sido
Morante sin ruedos?
A veces me lo pregunta mi mujer y le digo que solo la
pregunta me da miedo. Sé hacer de todo pero nada bien. A mí me gusta la
jardinería. Ahí sí me hubiese sentido más o menos válido para la sociedad. Pero
para lo demás no tengo sentido de la economía, de los números... Estoy más
presente en la naturaleza.
–Pero, ¿sabe lo que
tiene?
Yo no sé lo que tengo. Lo delego en mi amigo José Miguel,
que además es mi representante. Muchas veces le digo: «Cuídate, no te vayas a
morir que no sé lo que tengo».
–¿Pero sí sabe por
cuánto se juega la vida cada tarde?
Prefiero no saberlo. Me da pena de mí saber que voy a torear
por dinero. Ellos saben los parámetros y confío más en ellos que en mí.
Solamente de pensar en los números me pongo nervioso. Me gusta más la validez
humana de lo que represento.
–¿Qué le hará sentir
satisfecho esta temporada?
Aspiro a seguir creando, a que no me coja un toro
gravemente, que una cosa y la otra a veces es incompatible. El riesgo y la
voluntad de crear está reñida. Seguir creando e ilusionando, sin decepcionar.
–¿Estancarse es la
preocupación?
Sí; si me estanco me aburro. A veces uno se pregunta si
habrá llegado el punto en que ya no sea capaz de hacer algo nuevo y creativo.
No lo sé. Y claro me da tristeza y preocupación que me quede como algo
estático.
–¿Es creyente?
Llevo a Jesucristo muy dentro en mi pensamiento, pero no soy
de los que lleva una capilla y casi nunca entro en las de las plazas, pero es
como si me pareciera al hacerlo que esto va en serio.
–¿Así le quita
importancia?
El verdadero Dios está dentro de uno y te acompaña siempre.
Dentro es donde está la fe. Entrar en la capilla me quita alegría y el torero
debe ir con una predisposición alegre a jugarse la vida.
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