miércoles, 26 de abril de 2017

FERIA DE SEVILLA – TERCERA CORRIDA: Garrido y un torrestrella de cante grande

ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Sevilla

La corrida de Torrestrella, que venía apuntando cosas, rompió con clamor con 'Ruidoso'.

Toro cuajado, hondo, engatillado, descolgado. Espléndido cuarto de la tarde. Ruido de bravura en el caballo, ruido de profundidad en la embestida, ruido de generosidad en el tranco rebosante. Esa forma de planear se había intuido en el alado quite de Álvaro Lorenzo por Chicuelo. O quizá ya antes, en otra notable salutación a la verónica de José Garrido. El caso es que Garrido supo que había motivos, ofreció la muerte de 'Ruidoso' al público y se clavó de rodillas.

De la apertura vibrante, lo mejor surgió cuando se incorporó y dibujó un hermoso pase del desprecio. Esos remates toreros, esa muñeca en los broches, fueron el argumento constante en todas las series y el hilo conductor entre ellas. Ya fuese en forma de trinchera, trincherilla, garbosos adornos. En el toreo fundamental hubo momentos de reunión. Pero a todos los momentos, o a todas las tandas, parecía faltarles algo: o por uno o dos muletazos más que se añoraban o porque la calidad de 'Ruidoso' se hacía demasiado ostensible en sus repeticiones, siempre por abajo, escandalosa en ese generoso metro, ese tranco de más, que recorría al abandonar, rebosar y rebasar la muleta.

'Ruidoso', tan diferente a aquel otro torrestrella con el que José Garrido se jugó la vida y rindió Bilbao el pasado agosto. Las últimas filigranas y el recto tino con la espada consolidaron el premio de la oreja; la ovación en el arrastre para Ruidoso sonó a cante grande, a triunfo importante. De los mejores toros que saltarán en la Feria, con el hándicap de ser lidiado demasiado pronto para aspirar al premio del toro más célebre de abril.

Qué pena que no hubiera durado el galopito alegre del guapo y burraco primer torrestrella que José Garrido había cuajado a la verónica. Cómo sería la rítmica concatenación de lances barrocos hasta la boca de riego que, abrochada la media, ya nadie se acordaba de la larga cambiada a portagayola. Como un esfuerzo baldío. Galleó Garrido por chicuelinas y quitó por delantales. Tan coreado por la Maestranza como merecía el son de todo aquello. El toro, pese a ser cuidado en el caballo como oro en paño, apuntó ya en banderillas el escaso fondo quedándose por los adentros. Los peores augurios se cumplieron en la muleta y se paró a plomo. Apenas sacó José Garrido en limpio los ayudados por alto de la apertura de faena, cuando ya se defendía el domecq de guapa cara que había olvidado su alegría.

Álvaro Lorenzo rindió su particular homenaje a Palomo Linares con su vestido blanco y plata -siempre de blanco y plata Palomo-, un crespón negro y su brindis al cielo. El torrestrella recogido de cuerpo, cara y alma se movía con una calidad prendida con alfileres. Sufrió un arrebato de rajarse en el tercio rehiletes. El temple de Lorenzo lo mimó en series necesariamente suaves y cortas por la diestra. La embestida por la izquierda tardeaba y se resistía: un solitario pero soberbio natural a favor de querencia marcó la diferencia con los demás. La templanza del joven toledano degeneró en su destemplado acero: dos bajonazos horrorosos taparon con un manto de silencio el suave tacto de su faena.

A Ginés Marín le sucedió exactamente lo contrario: su certera espada camufló una actuación dormida y espesa con un toro de armoniosa testa sevillana que, si bien no terminaba de humillar, tenía una nobleza amable. Especialmente a derechas, ya que a izquierdas soltaba más la cara. Ginés anduvo más pendiente de componer la figura que de torear, y se dejó tropezar mucho. Su labor concluyó con un deslucido desarme. Como el raro saludo capotero de verónicas, tijerillas y chicuelinas.

El quinto había devuelto la corrida a otra realidad, ni siquiera a la anterior a 'Ruidoso', con su desabrida condición, su espera y su ataque. Álvaro Lorenzo resolvió, simplemente, y volvió a demostrar sus carencias con la espada, que se le va a los blandos con pasmosa facilidad.

Ginés Marín, que marchó a portagayola para despedir su paso por Sevilla, quiso con un sexto que cabeceaba y se rebrincaba con cambiante empleo. El valeroso trasteo derivó, por su prolongación, en un callejón sin salida. Cuando ya no quedaba nada por apurar.

TORRESTRELLA | José Garrido, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín
Toros de Torrestrella, serios, en sus diferentes remates; extraordinario el 4º; con trémula calidad el 2º; noble sin humillar el 3º; el alegre 1º se paró; 5º y 6º fueron los peores.
José Garrido, de marfil y azabache. Media estocada atravesada (silencio). En el cuarto, estocada (oreja).
Álvaro Lorenzo, de blanco y plata. Bajonazo que asoma, bajonazo y dos descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada caída y atravesada y descabello. Aviso (silencio).
Ginés Marín, de verde esmeralda y oro. Estocada (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
Se guardó un minuto de silencio por la muerte de Palomo Linares.
Plaza de toros de la Maestranza. Miércoles, 26 de abril de 2017. Segunda de feria. Media entrada larga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario