ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Sevilla
La corrida de Torrestrella, que venía apuntando cosas,
rompió con clamor con 'Ruidoso'.
Toro cuajado, hondo, engatillado, descolgado. Espléndido
cuarto de la tarde. Ruido de bravura en el caballo, ruido de profundidad en la
embestida, ruido de generosidad en el tranco rebosante. Esa forma de planear se
había intuido en el alado quite de Álvaro Lorenzo por Chicuelo. O quizá ya
antes, en otra notable salutación a la verónica de José Garrido. El caso es que
Garrido supo que había motivos, ofreció la muerte de 'Ruidoso' al público y se
clavó de rodillas.
De la apertura vibrante, lo mejor surgió cuando se incorporó
y dibujó un hermoso pase del desprecio. Esos remates toreros, esa muñeca en los
broches, fueron el argumento constante en todas las series y el hilo conductor
entre ellas. Ya fuese en forma de trinchera, trincherilla, garbosos adornos. En
el toreo fundamental hubo momentos de reunión. Pero a todos los momentos, o a
todas las tandas, parecía faltarles algo: o por uno o dos muletazos más que se
añoraban o porque la calidad de 'Ruidoso' se hacía demasiado ostensible en sus
repeticiones, siempre por abajo, escandalosa en ese generoso metro, ese tranco
de más, que recorría al abandonar, rebosar y rebasar la muleta.
'Ruidoso', tan diferente a aquel otro torrestrella con el
que José Garrido se jugó la vida y rindió Bilbao el pasado agosto. Las últimas
filigranas y el recto tino con la espada consolidaron el premio de la oreja; la
ovación en el arrastre para Ruidoso sonó a cante grande, a triunfo importante.
De los mejores toros que saltarán en la Feria, con el hándicap de ser lidiado
demasiado pronto para aspirar al premio del toro más célebre de abril.
Qué pena que no hubiera durado el galopito alegre del guapo
y burraco primer torrestrella que José Garrido había cuajado a la verónica.
Cómo sería la rítmica concatenación de lances barrocos hasta la boca de riego
que, abrochada la media, ya nadie se acordaba de la larga cambiada a
portagayola. Como un esfuerzo baldío. Galleó Garrido por chicuelinas y quitó
por delantales. Tan coreado por la Maestranza como merecía el son de todo
aquello. El toro, pese a ser cuidado en el caballo como oro en paño, apuntó ya
en banderillas el escaso fondo quedándose por los adentros. Los peores augurios
se cumplieron en la muleta y se paró a plomo. Apenas sacó José Garrido en
limpio los ayudados por alto de la apertura de faena, cuando ya se defendía el
domecq de guapa cara que había olvidado su alegría.
Álvaro Lorenzo rindió su particular homenaje a Palomo
Linares con su vestido blanco y plata -siempre de blanco y plata Palomo-, un
crespón negro y su brindis al cielo. El torrestrella recogido de cuerpo, cara y
alma se movía con una calidad prendida con alfileres. Sufrió un arrebato de
rajarse en el tercio rehiletes. El temple de Lorenzo lo mimó en series
necesariamente suaves y cortas por la diestra. La embestida por la izquierda
tardeaba y se resistía: un solitario pero soberbio natural a favor de querencia
marcó la diferencia con los demás. La templanza del joven toledano degeneró en
su destemplado acero: dos bajonazos horrorosos taparon con un manto de silencio
el suave tacto de su faena.
A Ginés Marín le sucedió exactamente lo contrario: su
certera espada camufló una actuación dormida y espesa con un toro de armoniosa
testa sevillana que, si bien no terminaba de humillar, tenía una nobleza
amable. Especialmente a derechas, ya que a izquierdas soltaba más la cara.
Ginés anduvo más pendiente de componer la figura que de torear, y se dejó
tropezar mucho. Su labor concluyó con un deslucido desarme. Como el raro saludo
capotero de verónicas, tijerillas y chicuelinas.
El quinto había devuelto la corrida a otra realidad, ni
siquiera a la anterior a 'Ruidoso', con su desabrida condición, su espera y su
ataque. Álvaro Lorenzo resolvió, simplemente, y volvió a demostrar sus
carencias con la espada, que se le va a los blandos con pasmosa facilidad.
Ginés Marín, que marchó a portagayola para despedir su paso
por Sevilla, quiso con un sexto que cabeceaba y se rebrincaba con cambiante
empleo. El valeroso trasteo derivó, por su prolongación, en un callejón sin
salida. Cuando ya no quedaba nada por apurar.
TORRESTRELLA | José Garrido, Álvaro Lorenzo y Ginés Marín
Toros de Torrestrella,
serios, en sus diferentes remates; extraordinario el 4º; con trémula calidad el
2º; noble sin humillar el 3º; el alegre 1º se paró; 5º y 6º fueron los peores.
José Garrido, de marfil y azabache. Media estocada
atravesada (silencio). En el cuarto, estocada (oreja).
Álvaro Lorenzo, de blanco y plata. Bajonazo que asoma,
bajonazo y dos descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada caída y
atravesada y descabello. Aviso (silencio).
Ginés Marín, de verde esmeralda y oro. Estocada
(silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
Se guardó un minuto de silencio por la muerte de Palomo Linares.
Plaza de toros de la Maestranza. Miércoles, 26 de abril de 2017.
Segunda de feria. Media entrada larga.
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