ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Sevilla
Una lluvia fina vino a sumarse a la expectación desbordada.
Un arcoiris de paraguas decoraba la Maestranza. El abanico de colores se
reflejaba en el ruedo. Morante, de mandarina y azabache, sumaba su tonalidad a
la paleta del albero.
Caló más el sirimiri constante en el toro que en el ruedo.
Como si toda la supuesta casta del garcigrande se hubiera aguado. De atacadas
hechuras por delante el castaño, no había nada en su interior. Tan definido
prematuramente por su pobre celo y su limitado poder. Ni en las verónicas
esbozadas de Morante en el saludo descolgó. Su condición distraída creció, a
medida que avanzaba la lidia, en el capote de Carretero. No ofreció la mínima
opción al torero de La Puebla y se impuso la brevedad.
En esa línea basta del primero, apareció el ancho segundo.
Cuajado de carnes y acucharado en su negritud. Su tendencia a soltarse marcó
los tercios previos, siempre basculando hacia toriles. Juli lo midió en el
caballo. Un quite por chicuelinas y tijerillas que en la modificada
interpretación julista se han dado en llamar julianas levantaron los ánimos y
los oles. El Juli se quedaba de piedra cada vez que remataba su lance. Como si
vendiese el producto de su creatividad con un ensimismamiento teatral.
Respondió Alejandro Talavante por Chicuelo y no le salió la cosa. De tanto que
se abría la embestida, Talavante se quedaba como desairado y solo. Se complicó
el toro en la muleta especialmente por el pitón derecho. El Juli encajó dos o
tres derrotes a mitad de viaje. Cabeza y oficio de conocedor de la ganadería
que parece que hubiera parido para tapar y querer romper hacia delante. Y así
por la mano izquierda conquistó una tanda de largo trazo. Pero el garcigrande
de Domingo Hernández agradecía poco el trato y se descomponía todavía más en
los toques. Desagradecido y más agrio de lo que aparentaba. Julián López
cumplió por encima de las circunstancias. Y con la espada abandonó
definitivamente la suerte.
Alejandro Talavante pasó como de puntillas con un tercero
más fino. De generoso cuello y parco poder. Aquella nobleza sin motor no pudo
ser exigida para que trepasen los derechazos de notable concepto. A izquierdas
el toro, de pronto, se le vino al cuerpo directo. Pasado el trámite de los
naturales, el fondo trémulo se había agotado. Talavante entró a matar sin fe.
Las ovaciones más fuertes sonaron para Trujillo con los palos.
Morante no lo vio por ningún lado con el grandón y agresivo
cuarto. La acorazada de picar se excedió para corregir lo incorregible, la cosa
desabrida y gazapona del toro. No hubo miramientos para tirar por la calle del
medio. Inédito se marchó el genio.
La armónicas hechuras del quinto se sumaban al refrán y a su
nombre y prometían lo que fue: un buen toro aunque con sus matices. Juli lo
bordó con el capote. Muy mecido y atemperado, acompañando con el cuerpo hasta
la espléndida media verónica. Ese son de despaciosidad mantuvo el coreado
quite, soberbiamente abrochado de nuevo a la cadera. El Juli, consciente de las
posiblidades, brindó a Sevilla. Y dibujó una obertura rodilla en tierra de
tintes ordoñistas. La ronda inicial de derechazos marcó, cuando el garcigrande
se movió con su nobleza más suelta, lo que requería la embestida: todo muy por
abajo. Juli arrastró desde entonces una cuarta la muleta, muy roto y sabio para
esperar el tempo necesario. Ese tempo en el que el toro parecía venirse andando
antes de cambiar el ritmo. JL lo crujió. También al natural, empapando la
muleta en la arena ya calada, destroncado y hundido. Las luquecinas se colaron
en el repertorio ligado. Un desarme inoportuno remontó El Juli, que de nuevo
con la izquierda volteó la Maestranza. Ahora atacó la suerte suprema con el
convencimiento del triunfo. Tardó el toro en doblar por la colocación pasada y
atravesada de la espada. Cayó la oreja en justicia. Julián había salvado la
tarde. Y a Garcigrande.
Porque el sexto fue un mulo inexplicable. Como un caballo. Y
como mulo o caballo respondió. Alejandro Talavante probó los topetazos y no se
complicó.
GARCIGRANDE / DOMINGO HERNÁNDEZ | Morante de la Puebla, El Juli y
Alejandro Talavante
Toros de Garcigrande (1º, 3º
y 5º) y Domingo Hernández, cuajados,
cuando no atacados, desiguales de hechuras; los más finos respondieron mejor;
un noble 3º sin poder y el buen 5º con sus matices; vacío el 1º; desabrido el
grandón 4º; un mulo el 6º; agrio el 2º.
Morante de la Puebla, de mandarina y azabache. Estocada
habilidosa y rinconera (silencio). En el cuarto, dos pinchazos, media estocada
y tres descabellos. Aviso (silencio).
El Juli, de azul pavo y oro. Dos pinchazos y
estocada muy trasera (ovación). En el quinto, estocada pasada y atravesada y
descabello. Aviso (oreja).
Alejandro Talavante, de negro y oro. Pinchazo y estocada
atravesada y tendida y dos descabellos (silencio). En el sexto, dos pinchazos,
estocada algo tendida y descabello (silencio).
Plaza de la Maestranza. Jueves, 27 de abril de 2017. Tercera de feria.
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